Uriel Rodríguez: “México es música”

[cmsmasters_row][cmsmasters_column data_width=»1/1″][cmsmasters_text]

“Los mexicanos cantamos todo el tiempo…”

No cabe el entusiasmo en las palabras del joven director Uriel Rodríguez cuando se refiere a la oportunidad de haber trazado su carrera en su país. Aunque ha llevado su talento a diversas ciudades de Austria, el Reino Unido y Francia, el gusto de moverse entre músicos, cantantes y audiencias mexicanas se le desborda. Quizá por eso mantiene sus raíces en su tierra y encabeza diversas agrupaciones: actualmente es director titular de la Orquesta Sinfonietta Nacional en la Ciudad de México, de la Orquesta Sinfónica de Ciudad Juárez en Chihuahua y de la Orquesta Sinfónica Rozst en Xalapa, donde además es el titular de la Banda Sinfónica Juvenil de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana.

Su próximo logro amerita una celebración: el 23 de marzo — coincidiendo casualmente con su cumpleaños número 30—  Rodríguez debutará en Roma dirigiendo La traviata de Giuseppe Verdi. El evento no solo le entusiasma por la oportunidad de interpretar la ópera más popular de Verdi, sino porque la presentación tendrá lugar en el Teatro Argentina, uno de los más antiguos e importantes de Italia, y uno donde grandes figuras estrenaron óperas más emblemáticas, como Il barbiere di Siviglia de Gioachino Rossini en 1816, para no ir más lejos.

En entrevista con Pro Ópera, Rodríguez platicó sobre su próxima presentación y sobre lo más destacado de su carrera hasta el momento. 

Naciste en la Ciudad de México, pero estudiaste en Ciudad Juárez, ¿por qué esa particularidad en tu formación?
Sí, nací en la Ciudad de México, pero viví solamente siete años aquí. Me empecé a mover a diferentes lugares. Desde chico tenía gusto por la música pero, por mudarnos tanto, nunca pude tomarlo como una formación de lleno. A los diez años fui a vivir a Estados Unidos —a Georgia, por un año— y ahí es donde empecé a meterme más. Después, por el trabajo de mi papá, llegamos a Chihuahua y todo fue un poco más estable.

Cuando ingresé en la universidad busqué al director. Como mi intención desde entonces ya era dirigir y componer, fui directamente con él. Le pedí clases pero me hizo esperar un par de semestres para poder evaluarme y, después de que vio mi interés, me empezó a dar clases por casi cuatro años. Acabé la Licenciatura en Música y a la par estudié con él dirección de orquesta de tiempo completo.

“Los directores tenemos una responsabilidad muy grande con el compositor, y buscamos lo más auténtico posible”

Y, además de la dirección, ¿tenías interés por algún instrumento en particular?
Sí, antes de ser director me interesé por el piano y la guitarra clásica. El piano me gustaba mucho desde chico, pero por cuestiones económicas no podía tener uno; entonces, como me gustaba la composición y la teoría musical, busqué otro instrumento (más barato) que me permitiera hacer lo mismo. Fue una guitarra. Empecé a poner todo en práctica así y, cuando ya pude estudiar la carrera como instrumentista en la universidad, seguí con la guitarra clásica y el piano. También fui estudiando por mi cuenta sobre historia, armonía y contrapunto. Como tenía tanto gusto por tantos temas, empecé a ver hacia dónde iba y a los 16 años supe que quería componer. Supe que quería hacer música y dirigirla frente a una orquesta, y así despertó la curiosidad.

En tu biografía uno puede ver que has trabajado con muchas personalidades. ¿Tienes algún mentor o figura que sea especialmente importante para ti?
Sí, claro. En primer lugar, el maestro Carlos García Ruíz. Él dirigía mucha ópera en Chihuahua y en varias partes de México. Fue mi primer maestro de dirección de orquesta y quien prácticamente creyó en mí desde que era yo muy joven. En segundo lugar, el maestro Lanfranco Marcelletti, cuyo contrato como director de la Orquesta Sinfónica de Xalapa acaba de concluir. Él fue y es hasta la fecha mi mentor y una figura muy importante para mí.

La carrera de un director puede ser muy larga. Tú eres sumamente joven y ya tienes mucha experiencia. ¿Qué te sigue motivando y qué retos te planteas continuamente?
¡Son muchísimos! Por alguna razón he tenido muchas puertas abiertas —afortunadamente—, pero realmente siento que me falta mucho por aprender, por conocer; gente con la cual trabajar. Los retos personales son conocer más repertorio, pero no de una forma solamente musical, armónica e histórica, sino entrar a temas incluso filosóficos, de composición, cosas un poco más allá de lo cotidiano.

Es muy común ver directores y cantantes que se van de México y regresan poco o ya no regresan. ¿A ti qué te ha impulsado a quedarte?
La gente. Es muy diferente. Desde los 24 años tuve la oportunidad de dirigir en Europa y, aunque sí he pensado algunas veces en algún país europeo en el que me gustaría vivir, siempre pienso: “Está bien, es bonito, puede ser bueno por un motivo u otro, pero México tiene algo más”. La gente es muy amable, siempre dispuesta a trabajar, hay mucho talento y en el área del canto, sobre todo, México tiene muy buen nivel. Hay muy buenos maestros. En nuestras tradiciones, incluso en nuestro físico, somos diferentes. Los mexicanos cantamos todo el tiempo, por lo que sea, desde chiquitos, para una reunión familiar informal o para todo estamos cantando. Todo es cantar. Para mí, México es música todo el tiempo. Eso es lo que me motiva: el idioma, me encanta el español, creo que es muy diferente llegar a tu país a hablar tu lengua y usar palabras que solo nosotros conocemos —como el famoso “ahorita” [ríe]— que los extranjeros no entienden. Entonces, bueno, son muchas cosas, pero creo que México es y siempre será mi casa. 

De las experiencias de dirección que has tenido fuera, ¿cuál recuerdas de manera especial?
En el verano de 2019, en Francia, en un lugar llamado Boulogne-sur-Mer, que está al norte de Francia y es muy famoso porque antes de que hubiese todos los medios de transporte actuales la gente salía de ahí para irse a Inglaterra. Entonces mucha gente famosa como Wagner, Liszt, los músicos que fueron a Inglaterra alguna vez, pasaron por ahí. En ese lugar tuve una experiencia muy bonita porque tuve oportunidad de dirigir en un castillo isabelino que, aunque está en Francia, tiene influencia inglesa y es prácticamente de pura madera. Tiene algunas estructuras de acero y concreto, pero en general es pura madera. 

Recuerdo que cuando empecé a trabajar con la orquesta —fue un vals de Strauss— sentía algo que jamás había sentido: como es pura madera, empezamos con los acordes y todo mi cuerpo vibraba de una forma que jamás había sentido. De por sí ya estaba feliz de estar ahí, pero en ese momento pensé: “Por esto hago música; por eso me encanta estar aquí con ellos colaborando”. Fue un concierto variado de música de Strauss, tuvimos algunas piezas con cantantes francesas e hicimos el Danzón n.° 2 de Arturo Márquez. Como soy de México, necesitábamos algo mexicano y elegimos el Danzón n.° 2.

¿Qué sientes cuando llevas música mexicana fuera del país y cómo reaccionan las audiencias y músicos en otros lados?
Me encanta, porque tienen siempre mucha curiosidad por los ritmos, por cómo se interpreta, por las percusiones, por cómo se van intercalando los instrumentos como en el Danzón, por ejemplo, que es muy mexicano. Tienen mucha curiosidad y los músicos se acercan a preguntarme: “¿Esto cómo se toca realmente? ¿Cómo se escucha? ¿Cómo lo hacen allá?” O a veces sienten un poco de inseguridad cuando están tocando, como si se preguntaran si lo están haciendo bien. Para mí es siempre un honor llevar esa música, y a la gente le gusta.

¿Dónde están los límites entre lo que un director de orquesta puede aportar y lo que debe respetar en una pieza que compuso y dirigió alguien más?
Es una pregunta muy interesante, porque es muy complicada. Los directores siempre intentamos tener las mejores partituras de las obras, de editoriales que sacan la música lo más fiel posible a lo que el compositor quería. Tenemos pues una responsabilidad muy grande con el compositor, y buscamos lo más auténtico posible. Una vez que estamos en ese punto entran muchas cuestiones y dudas de lo que se va a hacer, porque comprendemos la música; hacemos todo como está escrito —o lo mejor que se puede—, pero siempre también como músicos e intérpretes tenemos ciertas ideas de ciertas cosas. Hay cierta música que ofrece libertades, por ejemplo, el caso más famoso es con las sinfonías de Beethoven: él puso un tempo, pero hasta la fecha se sigue cuestionando cuál era la velocidad que usaba, si era como está escrito, que a veces parece más rápido, o si era un poco más lento porque tal vez había variaciones en la época respecto a los mecanismos y las palabras. En este tipo de ambigüedad es cuando nosotros tenemos libertad de escoger, de pensar, de opinar, y siempre se va a respetar si estamos respaldados por algún dato intelectual. Es decir, llegar a una orquesta y decir: “Me gustaría hacer esto”, y cuando pregunten por qué, si las razones son intelectualmente buenas, te respaldan sin problema. 

“De la ópera me gusta dirigir Wagner, Strauss y Verdi”

¿Tienes piezas favoritas para dirigir?
¡Elegir es muy difícil! [Ríe.] Hay mucho que me encanta, pero diría que Wagner: es mi compositor favorito, y Richard Strauss. Hace poco hice El Idilio de Sigfrido, que es una pieza corta de Wagner, lo cual es muy raro, y se puede montar con una orquesta relativamente tradicional, pequeña. Wagner me encanta, y ya algo un poco más común de interpretar: Beethoven. Me encanta Beethoven. Como todos sabemos, su música es una obra maestra. Y del lado de la ópera me gusta dirigir Wagner, Strauss y Verdi. Me cuesta decir solo uno. [Ríe].

¿Cómo se crea el vínculo entre el director y su orquesta?
Hay una regla entre directores, o al menos se menciona entre maestros cuando uno va a la escuela: a la orquesta le bastan cinco minutos, o incluso un minuto, para saber si el director es bueno o malo. Hay músicos que desde que lo observan caminando saben si será amable o no. Digamos que enseguida lo intuyen. Depende mucho obviamente de la preparación del director. Si llega con buena técnica e ideas, la mayoría de los músicos lo van a aceptar, independientemente de que haya una conexión que vaya un poquito más allá. Cada orquesta cambia mucho, en especial entre países, así que uno como director tiene que manejar mucho su psicología y analizar y escuchar qué tipo de personalidad tiene cada una. Creo que, siempre que uno sea educado y amable, no hay problema. 

Sé que además de compositor y director eres docente en la universidad. ¿Qué piensas del panorama de la gente joven que se acerca en la música?
Cambia un poco ahora con las oportunidades tecnológicas que tenemos y los avances que van saliendo. Me doy cuenta de que ahora la forma de estudiar es muy diferente, pero por lo general es interesante. Y está bien, porque cada vez veo más jóvenes que se interesan y quieren formar parte de una orquesta, o que quieren estudiar composición o tocar algún instrumento para ser solistas. Cada vez veo más personas interesadas, sobre todo en México. La universidad en la que estoy, en Xalapa, es de mucho prestigio. El nivel es muy bueno y la mayoría de las veces me llevo sorpresas porque los jóvenes tienen un talento increíble, y eso me motiva. Como maestro aprendo mucho de ellos.

Por último, ¿me puedes contar de tu debut en Roma con La traviata?
Es ahora en marzo y es un proyecto que me emociona mucho porque voy a trabajar con cantantes muy profesionales. El coro es el Giuseppe Verdi di Roma y la ópera se va a presentar en un teatro muy importante, el Teatro Argentina, que fue construido sobre el teatro en el que murió Julio César. A él le encantaba el arte. En este teatro se montaban óperas de Verdi, de Rossini; tiene mucha historia. Es apasionante y me genera una gran responsabilidad. Estoy muy emocionado. Es el 23 de marzo, curiosamente el día de mi cumpleaños. Será como un regalo de la vida. Estoy muy contento con esta colaboración y espero que me abra las puertas para muchas cosas más.

[/cmsmasters_text][cmsmasters_text]

 

[/cmsmasters_text][/cmsmasters_column][/cmsmasters_row]

Compartir: