Ayer murió un amigo

[cmsmasters_row data_shortcode_id=»lt48wbrsir» data_padding_bottom_mobile_v=»0″ data_padding_top_mobile_v=»0″ data_padding_bottom_mobile_h=»0″ data_padding_top_mobile_h=»0″ data_padding_bottom_tablet=»0″ data_padding_top_tablet=»0″ data_padding_bottom_laptop=»0″ data_padding_top_laptop=»0″ data_padding_bottom_large=»0″ data_padding_top_large=»0″ data_padding_bottom=»50″ data_padding_top=»0″ data_bg_parallax_ratio=»0.5″ data_bg_size=»cover» data_bg_attachment=»scroll» data_bg_repeat=»no-repeat» data_bg_position=»top center» data_color=»default» data_bot_style=»default» data_top_style=»default» data_padding_right=»3″ data_padding_left=»3″ data_width=»boxed»][cmsmasters_column data_width=»1/1″ data_shortcode_id=»mp46mq68ny» data_animation_delay=»0″ data_border_style=»default» data_bg_size=»cover» data_bg_attachment=»scroll» data_bg_repeat=»no-repeat» data_bg_position=»top center»][cmsmasters_text shortcode_id=»e3abaae4fd» animation_delay=»0″]

Hoy me despertó un mensaje en el que me dijeron que ayer a mediodía murió un entrañable amigo, Adolfo Patrón.

Lo conocí a fines del siglo pasado cuando coincidimos como miembros de los consejos de administración de varias empresas. De inmediato entablamos una relación que se convirtió en amistad; le encantaba la ópera y yo acababa de escribir mi libro Una visita a cuatro óperas de Mozart. Se lo regalé, lo leyó y después de unos meses, me invitó a unirme a Pro Ópera AC.

Yo sabía quién era Adolfo: se trataba del dueño de Industrias Resistol, que había fundado su padre, y que por razones estratégicas había adquirido Monsanto de México, por lo que se unió al Grupo Desc. Su bonhomía y generosidad provocaron que tuviese amigos en todas las esferas de su vida. En la esfera musical destacaba Leon Spierer, entonces primer violín de la Orquesta Filarmónica de Viena; y Jorge Velasco, director de la Orquesta Sinfónica de Minería. Un día me presentó a Jorge, quien me enseñó a leer partituras orquestales.

Como Presidente de Pro Ópera, lo que sucedió dos años después de mi incorporación, hizo lo necesario para que un grupo de amantes de la ópera, lo que no es normalmente es un grupo de personas disciplinadas, trabajasen como una institución.

A principio de los 2000, él y su esposa, Margarita Molina, decidieron renunciar a los “placeres” de la Ciudad de México, y emigraron a la hermana República de Yucatán, de la que son originarios. De inmediato, se dio a la tarea de encabezar el proyecto de reapertura y modernización del Teatro Peón Contreras.

Poco tiempo después inició un proyecto que es un ejemplo de lo que se puede hacer en México en favor de la música: usó su poder de convocatoria para que la sociedad civil de Mérida y el gobierno estatal se uniesen para formar un grupo musical de muy buen nivel, la Orquesta Sinfónica de Yucatán. Negoció con las partes la creación un fideicomiso, el Figarosy (Fideicomiso Garante de la Orquesta Sinfónica de Yucatán), cuyo objetivo es recaudar fondos para el funcionamiento de la orquesta y del teatro.

A principios de 2010, Adolfo invitó a Pro Ópera a presentar cuatro funciones de Don Pasquale, que habíamos estrenado el verano anterior en la UNAM.

Hace pocos años, Adolfo decidió que era tiempo de que su esposa Margarita tomase el timón. Hoy la nave va, y va muy bien.

Adolfo fue un hombre muy decente y muy generoso, un empresario ejemplar, un gran aficionado a la música y la ópera… aunque tuviera el defecto de ser aficionado a Richard Wagner.

Muchos lo van a extrañar por muchísimos motivos. Yo lo extrañaré por no poder decirle de nuevo: ¿cómo estás amigo?

[/cmsmasters_text][/cmsmasters_column][/cmsmasters_row]

Compartir: