Orfeo ed Euridice en Barcelona

René Jacobs dirigió Orfeo ed Euridice con la Orquesta Barroca de Friburgo. Como Orfeo, la contralto Helena Rasker © David Ruano

 Junio 8, 2023. Volvió la primera versión (de Viena, en italiano) de uno de los faros de la ópera “reformada” de Christoph Willibald Gluck, para dos funciones en forma de concierto, aunque con movimientos de los intérpretes (y gestos del coro, dispuesto a los costados del escenario) aunque no figura el responsable de los mismos (que en el caso de Amor fueron bastante cargantes y artificiosos).

René Jacobs es un especialista notable, aunque entre aquel Orfeo de Monteverdi en Salzburgo en los años 90 del siglo pasado y éste haya pasado tiempo y se note en una aproximación sumamente detallada, sí, pero algo neutra y bastante artificiosa en algunos momentos. Que la Orquesta Barroca de Friburgo sea muy buena es una obviedad, pero la expresividad fue un tanto parca, aunque nadie pida desmelenamientos románticos. El Coro de Cámara RIAS, preparado por Denis Comtet, otra institución de renombre, estuvo sencillamente impagable.

Polina Pasztirsáck como Euridice © David Ruano

Sabido es que últimamente (eso quiere decir hace unos quince años aproximadamente o algo más) le sucede a Jacobs como a otros grandes directores, sobre todo a partir de su madurez (a algunos desde siempre): eligen a sus cantantes con criterios particulares que no siempre son inmediatamente claros para todos y pueden ofrecer algún flanco a la crítica. Si bien con este Gluck no ocurrió lo que las últimas veces con su Mozart (hace bastante que me abstengo de concurrir a uno de ellos si no me convence el reparto, y no suele convencerme), tal vez se debió en parte a la casualidad porque Amor fue una sustitución, y la soprano Giulia Semenzato lo hizo muy bien y muy “italiano”, como se debe (seguramente no era culpa suya la marcación que he señalado más arriba); su aria ‘Gli sguardi trattieni’ fue de lo mejor de la noche, sólo superado por la gran aria de Euridice en el inicio del tercero, ‘Che fiero momento’, en el que la soprano Polina Pasztirsáck estuvo de veras notable y en lo que a mí respecta en el mejor momento de la noche. 

El protagonista de Helena Rasker, de color muy bello en el centro (sólo esto justificaría la elección de una contralto) se hace hueco y sin fuerza en el grave y el agudo presenta casi constantemente un ligero trémolo bastante fastidioso, que por suerte resultó más controlado en el gran lamento que todos esperan (‘Che farò senza Euridice’, con un tiempo algo vivaz). Pero ni en su aria inicial ‘Piango il mio ben così’ ni en ese sublime arioso que es ‘Che puro ciel’ logró desprenderse de los problemas mencionados, a lo que se suma una pronunciación molesta del italiano, en particular las ‘r’ que sonaban a martillazos.

Giulia Semenzato como Amor © David Ruano

Por supuesto, hubo que renunciar (en aras de la pureza estilística) a los fragmentos que a veces se extraen de la versión francesa. El público, bastante numeroso, aplaudió con fuerza algún número, y sobre todo al final. Con estas dos funciones el título llega a 70 representaciones en el Liceu. No parece excesivo, pero es verdad que no es autor ni título demasiado popular por aquí, aunque todos manifiesten profundo respeto por la obra del autor. La última Iphigenie en Tauride (por la que este crítico siente auténtica devoción) se dio ya hace bastante y como pretexto para un ballet.

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