Dido and Aeneas en Barcelona

Escena de Dido and Aeneas de Henry Purcell en el Teatre del Liceu de Barcelona © Pablo Lorente

Junio 21, 2023. Para el día más largo del año, la obra más corta entre todos los títulos de la temporada. No es que no se merezca todos los honores, pero en otros casos más “populares” uno piensa que habría que explicar por qué un título de poco más de una hora, con algunos aditamentos, se puede dar solo. O será para compensar por el Parsifal anterior, que a lo mejor debería de contar como dos. De todos modos, se ofreció como ballet. Si se cuenta que figuraba hasta hoy con tres representaciones en 1956 en la historia del Teatre del Liceu…

El objetivo y concepción dramática de la obra de Henry Purcell (1659-1695) eran muy otros que los de Richard Wagner, así como el lugar para el que fue escrita, mucho más modesto en todos los aspectos: un internado de señoritas. Creo que la última vez que la vi en teatro fue en uno que no era de ópera y en un espectáculo que tenía más de danza y gimnasia que de lírica, y con varios agregados musicales de Purcell o silencios para justamente conseguir una duración de dos horas más o menos. Eso fue en Bruselas. 

Esta, en cambio, es una coproducción con los teatros del Canal de Madrid aunque bajo el sello del Teatro Real. También se ha visto en Versailles y se verá en algún otro lugar mucho más adecuado que la gran sala del Liceu (de paso volvemos al viejo problema que en un momento solucionó el Teatro Principal, hoy rigurosamente cerrado y abandonado, de obras que no fueron pensados para salas de dos mil personas).

Hubo buena entrada, en parte supongo que por los aficionados al ballet ya que, como en aquel caso, hubo una potente puesta y coreografía, en este caso de Blanca Li con su compañía de baile, que mucho no tenía que ver con nada (en especial la primera parte, donde no se entendía qué hacían los bailarines, aunque a veces parecían animales; en la segunda parte más o menos se contó la trama, aunque con alguna gesticulación exagerada, en especial de Eneas o de las Brujas).

El caso es que los bailarines ocuparon la parte central del escenario y los cantantes principales y secundarios, así como el coro, se movían hacia adelante y atrás según les tocara cantar. Bueno, los tres principales más bien eran movidos ya que estaban sobre columnas que ni la de Luis Buñuel para Simón del desierto y sin un diablo como Silvia Pinal. Con eso se les quitó todo dramatismo y posibilidad de interactuar, aunque Eneas se movió lo suyo, creo que no por decisión propia sino porque en esta versión descubrimos que es también El Hechicero (papel que, como se sabe, normalmente se confía a una voz femenina grave o contratenor). 

No se me pregunte por qué, dado que se me ha dado una explicación psicoanalítica que parece absurda para los tiempos de Purcell y su libretista Nahum Tate (1652-1715), que se basó a su vez en un texto teatral de Christopher Marlowe (1564-1593), a partir del famoso canto de La Eneida de Virgilio: el caso es que el bajo-barítono Renato Dolcini lo hizo muy bien sin cometer la tropelía de fingir la voz para cantar como Bruja. La soprano Ana Vieira Leite fue una muy musical Belinda, y sobresalió la mezzosoprano Kate Lindsey como Dido, con su bella voz, pareja, intensa y sobria a la vez, en particular en ese bellísimo lamento final que es una de las cumbres de la ópera de todos los tiempos. 

Todos los pequeños papeles y las intervenciones corales fueron espléndidamente cubiertos. Citemos solo a las dos Brujas, cantadas por las sopranos Maud Gnidzaz y Virginie Thomas y al Espíritu del tenor Michael Loughlin Smith. También bien los que intervinieron al principio en ‘Celestial Music did the Gods inspire’, pero no los pude identificar.

La orquesta de Les Arts Florissants se colocó en un costado del escenario, y será por eso, porque eran pocos instrumentistas o porque tenían detrás una gruesa tela que cerraba el escenario, que se oían con menos brillo y empuje que de costumbre, sobre todo al principio. Al gran William Christie, desde donde estaba yo sentado, que dirigía desde el clave, lo vi solo en los calurosos saludos finales junto a la directora/coreógrafa.

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