Alcina en Sevilla

Escena de Alcina de Händel en el Teatro Maestranza de Sevilla © Guillermo Mendo

Febrero 8, 2024. La producción de Alcina presentada en el Teatro de la Maestranza de Sevilla solo puedo asociarla con la carestía que puede vivirse en una isla en la que no había ni magia. Esta ópera de Georg Friedrich Händel no había sido representada escénicamente en Sevilla y, para muchos, amantes de Händel y del Barroco en general, fue una gran alegría. 

Lo que no esperaban era un debut con una puesta en escena que parece un suflé que no termina de inflarse. La versión de la directora de escena neerlandesa Lotte de Beer proviene de la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf-Duisburg, en donde se estrenó en 2020. Nos presenta a una diva devoradora de hombres al estilo hollywoodense. Ella habita en una modernísima casa formada en módulos que los figurantes cambiaban de posición. Como escenografía (diseñada de Christof Hetzer) resultó interesante, pero poco práctica para el desarrollo de la trama. La iluminación (Alex Brok) consiguió dar énfasis a lo importante en el movimiento de los actores y el vestuario (Jorine van Beek) dio esa pátina del glamur de antaño. Todo como muy cercano, pero esta ópera de amor, pasión y venganza requiere algo más para explotar en toda su mágica belleza.

La lectura musical de Andrea Marcon fue excesivamente seria y rígida, sin chispa ni nervio. Su acercamiento puede ser válido para una propuesta escénica insípida, pero se agradecería que las intensidades se subrayaran en la orquesta, en este caso la estupenda Orquesta Barroca de Sevilla, que sonó compacta y casi diáfana para no tapar a las voces solistas, porque todas, unas más y otras menos, resultaron desnutridas. 

La protagonista fue abordada valientemente por la joven soprano Jone Martínez, debutante en este grandioso personaje con escasa experiencia escénica. Una voz bonita, bien manejada y que sin duda logrará desarrollar con el paso del tiempo. La maga Alcina en Sevilla le quedó grande. Al igual que el personaje de su hermana, Morgana, en la blanquecina voz de la soprano Lucía Martín-Cartón, en la que no hubo ni una pizca de bravura. Arias del “hit parade” barroco, como ‘Ah, mio cor, schernito sei!’ y ‘Tornami a vagheggiar’, pasaron sin pena ni gloria. 

Ante estas dos voces, la de las mezzosopranos Maite Beaumont (Ruggiero) y Daniela Mack (Bradamante) parecían inconmensurables, completamente audibles aunque ya no sean homogéneas. Y qué decir de lo notorio de las muchas tablas que ambas cantantes tienen. El tenor Juan Sancho (Oronte) abordó sin problemas sus dos arias, con las coloraturas bien resueltas y proyectadas. Nada de esto se puede decir de la soprano Ruth González como el adolescente Oberto. 

El Melisso fue bien cumplimentado por el barítono Riccardo Novaro. En el escenario aparecía y deambulaba una actriz a modo de una Alcina anciana, pero no hubo un desarrollo escénico de este personaje como para hacerlo útil. Los figurantes por lo menos lo eran para los movimientos de la escenografía.

A pesar de lo plana de la representación, el público aplaudió con entusiasmo al final de la representación. Teniendo en la ciudad una orquesta especializada en este repertorio, quizá estén pidiendo más ópera barroca.

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