Don Quichotte en Marsella

Héloïse Mas (Dulcinée) y Nicolas Courjal (Don Quichotte) en Marsella © Christian Dresse

Marzo 21, 2024. La Ópera de Marsella es uno de los importantes teatros franceses del sur del país, que programa anualmente atractivos e interesantes títulos, incluyendo infaliblemente obras de compositores franceses poco representadas, otras olvidadas, e incluso algunas de ellas desconocidas fuera de Francia.

Por mencionar algunos títulos vistos en este escenario en temporadas recientes, baste mencionar las grand opéras L’africaine de Giacomo Meyerbeer (1791-1864), con la que inició la temporada en curso, y Les huguenots del mismo compositor; La reine de Saba y Mireille de Charles Gounod (1818-1893); las óperas Le roi d’Ys de Édouard Lalo; La chartreuse de Parme de Henri Sauget (1901-1989) y Cléopâtre de Jules Massenet (1842-1912); además de las opéra comiques Véronique de André Messager (1853-1929), Les cloches de Corneville de Jean Robert Planquette (1848-1903) y La fille de madame Angot de Charles Lecocq (1832-1918).

En esta ocasión se programó Don Quichotte, ópera o comédie héroïque en cinco actos de Jules Massenet, con libreto en francés de Henri Cain, que en el momento de su estreno, el 24 de febrero de 1910, en la Ópera de Monte Carlo, el compositor, que gozaba ya de reconocimiento mundial como autor de Manon, Le Cid y Werther, tenía un contrato para componer y estrenar cinco operas en el teatro monegasco, la última de las cuales fue precisamente la ópera inspirada en la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. 

Curiosamente, el estreno francés de Don Quichotte se llevó a cabo en Marsella, el 17 de diciembre de 1910, y aunque es un titulo que no se programa a menudo, cautiva, y su personaje principal está estrechamente ligado al nombre de cantantes como Boris Christoff, Nicolai Ghiaurov, Ruggero Raimondi, Samuel Ramey y José Van Dam, y en tiempos recientes al de Ferruccio Furlanetto, quien lo cantó en San Diego en 2009, donde pude escuchar la ópera por primera vez, y en Chicago en el 2016. 

En esta ocasión la obra fue montada con la concepción escénica de Louis Désiré, marsellés de nacimiento, con la sencilla pero eficaz propuesta y vestuarios de Diego Méndez Casariego y la iluminación de Patrick Méeüs, coproducida con la Opéra de Tours y la Opéra de Saint-Etienne, donde fue estrenado el espectáculo en enero de 2020. 

La acción ocurre en un escenario semivacío, con un enorme telón blanco al fondo que en ocasiones servía para cubrir al coro, y en otras como pantalla donde se proyectaban escenas alusivas al personaje o un bosque de intensos colores, y sobre el escenario una pequeña estatua del protagonista, junto a una cama donde yacía un moribundo Don Quijote, que podría ser un hospital o un manicomio, con el personaje vestido con un camisón blanco y su chaqueta militar y cuatro personajes maquillados de blanco de la cintura a la cabeza y con pantalones negros que merodeaban alrededor de su cama con movimientos lentos y pausados, como si se tratara de fantasmas o de la muerte que acechaba, en un ambiente sombrío y lugubre. 

La historia transcurre en la imaginación del caballero de la Mancha quien —mezclando su realidad vivida con sus recuerdos pasados y su desmedida imaginación— transporta al público hacia un caótico universo onírico que resultó ser artísticamente dramático e inquietante. 

El bajo Nicolas Courjal ofreció una intensa personificación del delirante e ilusorio personaje, y convenció con su entrega en los momentos de locura que le requirió el papel en la puesta, como el lado humano y frágil que también mostró. Courjal es un artista completo, ya que además cantó con precisión, y con una voz plena de sentimiento y profundidad. 

A su lado estuvo en todo momento el personaje de Sancho, su fiel escudero, que aquí asumió la parte del amigo fiel que lo cuida con afecto y celo a lo largo de la obra y hasta su último suspiro. Aquí fue cantado y actuado de manera espléndida por el experimentado barítono Marc Barrard. Como Dulcinea, la mezzosoprano Héloïse Mas cantó con claridad, buena proyección y supo darle profundidad y dulzura a su desempeño vocal. En escena apareció con diferentes vestuarios, como su elegante vestido en tonos ocre y negro, en esmoquin o con una sábana blanca con la que atravesó, con seducción y porte, frente a la visión de lujuria y locura de Don Quichotte, para finalmente expresarle con gentileza que ella no era la mujer para él.

El coro, vestido con esmóquines negros, bajo la dirección de Florent Mayet, tuvo un aporte vocal destacado en sus intervenciones, en sintonía con el ambiente de la puesta. El resto del elenco lo complementaron con buen desempeño vocal y escénico el cuarteto de cortesanos, en esta puesta representados como personajes odiosos y maliciosos, como la soprano Laurence Janot en el papel de Pedro, la notoria mezzosoprano Marie Kalinine como Garcias, el tenor Camille Tresmontant como Rodríguez, y el barítono Frédéric Cornille como Juan. 

Los instrumentistas de la orquesta de la Ópera de Marsella que tocaron de manera uniforme se beneficiaron de la precisa y eficaz conducción del maestro Gaspard Brécourt, quien supo extraer los matices en los interludios casi zarzueleros contenidos en la música de Massenet, con el arpa tocando desde el primer palco de lado izquierdo y las percusiones, platillos y castañuelas desde el palco del lado derecho.

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