Otages en Lyon

Ivan Ludlow y Nicola Beller-Carbone en el estreno de Otages en Lyon © Jean-Louis Fernandez

Marzo 23, 2024. Se llevó a cabo, como parte del festival lírico de primavera que organiza la Ópera de Lyon, el estreno absoluto de Otages (Rehenes), ópera en tres actos con música y libreto del compositor franco-argentino Sebastián Rivas (1975), cuya creación se inspiró en la obra de teatro homónima de la escritora y compositora franco-argelina Nina Bouraoui (1967).

La obra teatral fue presentada en Lyon en 2019, con la dirección escénica del francés Richard Brunel, actual director artístico de la Ópera de Lyon. Asimismo, en 2020 Bouraoui escribió una novela bajo el mismo título, donde desarrolló su obra teatral para enfatizar que el destino del personaje principal recuerda asiduamente el caos que existe en el mundo actual, en todos los sentidos, aunque ella se centró más en temas de relevancia actual en la sociedad como la creación de rehenes económicos, de amor, de relaciones y de trabajo que se traducen en maltrato, explotación laboral e incluso abuso sexual; resumido en otras palabras: la violencia contra las mujeres.

Fueron estos conceptos alentaron a Brunel a encargarle al compositor francés que desarrollara la composición de una nueva ópera para el acervo de estrenos de la Ópera de Lyon, como Germania de Alexander Raskatov, que en 2018 presencié y reseñé. Realizada en formato de ópera de cámara, con un ensamble musical femenino compuesto por nueve instrumentistas, que tienen también una función vocal, y la conducción musical de la directora musical argentina Rut Schereiner, las funciones se realizaron en la intimidad del teatro Théâtre de la Croix-Rousse, escenario ubicado en el norte de la ciudad y construido a finales de la década de 1920, y cuyas dimensiones —por la cercanía del público con el escenario, para apreciar mejor la historia— eran idóneas.

La historia versa sobre la vida de Sylvie Meyer, una mujer común y corriente de 53 años, separada y con dos hijos, que trabaja en una fábrica que produce caucho. Sylvie ha cumplido y se ha adaptado durante su vida a las funciones que su entorno le ha exigido: ser buena esposa, madre y empleada, conceptos que no definen completamente su identidad. Su vida rutinaria se transforma radicalmente cuando una petición inapropiada de su jefe, que ocasiona su despido, provoca una conmoción interna que la hace reflexionar hasta perder los estribos y romper con las barreras y reglas impuestas durante los años, reaccionando de manera violenta contra su jefe, lo cual la libera de su asfixiante realidad.

El trabajo escénico de Brunel fue detallado y enfocado en la psicología y dramatismo del personaje, conforme va creciendo su frustración y justificada intolerancia a los abusos, y que supo explotar de los dos artistas y cantantes en escena. Ayudado de una enorme pantalla que enfoca y transmite la cara de la protagonista, las escenas e interacciones con su jefe y sus colegas laborales, a quienes ella llama cariñosamente sus “abejas”, la cámara muestra su intimidad dentro de su casa y su oficina. 

Brunel logró adentrar, involucrar y angustiar al público, experimentando de cerca los sentimientos, frustraciones y la desesperación del personaje. Las videoproyecciones fueron realizadas por Yann Philippe y la iluminación fue de Laurent Castaignt, con escenografías de Stephan Zimmerli quien, en tres ambientes, colocó la oficina del jefe, su área de trabajo, y la sala de su casa, dando fluidez a los cambios de las quince escenas que conforman la obra, de apenas una hora y quince minutos de duración. Los vestuarios de Matthieu Tappier, contemporáneos y de buena confección, indicaron que la historia ocurría en ese preciso momento, delante de los ojos del público espectador. 

El barítono inglés Ivan Ludlow personificó de manera adecuada y convincente a todos los personajes masculinos en la vida de la protagonista. En cuanto al personaje de Sylvie Meyer, con un destacado desempeño de la soprano alemana Nicola Beller-Carbone, éste se desarrolló con partes habladas de diálogos y reflexiones, que introducían las partes cantadas, plenas de musicalidad, simetrías y ecos con una firme voz nítida, ágil y de impecable dicción. Supo meterse en la piel de su personaje y mostrar su atormentada personalidad. 

Musical y vocalmente, la puesta se apoyó en técnicas digitales como el uso de micrófonos en las partes habladas, grabaciones, amplificación, todo al servicio de la teatralidad. La partitura de Rivas muestra un indudable estilo moderno, de grata tonalidad, a la que agregó instrumentos como el piano, el clarinete, la flauta, el acordeón, el saxofón, algunos instrumentos de cuerdas y la batería, que aquí fue una especie de representación —o avatar instrumental, como lo llamó el compositor— del personaje y de su liberación. 

En su búsqueda y apego a la vocalidad operística, Rivas utilizó la tradición del recitativo y el aria, que sutilmente incorporó con el uso de la voz hablada para hacer eficaz la narración y el de la voz cantada para representar el estado psicológico de Sylvie. En algunas escenas, la orquesta parecía el acompañamiento de una obra cinematográfica y transmitía y subía de intensidad en ciertos pasajes donde crecía la tensión. Indudablemente, fue una obra interesante que logró sembrar en el público, como pocas lo hacen, situaciones para reflexionar, por una obra musicalmente apreciable que seguramente no tardará en reponerse en otros teatros franceses en un futuro cercano.

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