Aida en Novara

Escena de Aida de Giuseppe Verdi en el Teatro Coccia de Novara

Julio 13, 2024. La primavera y el verano de 2024 en el norte de Italia serán recordados por las extrañas condiciones climatológicas que afectaron las producciones. Al igual que para el programa operístico de 2023 —realizado en el histórico anfiteatro de La Passione en Sordevolo—, el personal del Teatro Coccia di Novara, realizador del proyecto, tuvieron que reaccionar de prisa y transferir las funciones hacia el histórico teatro de Novara, como decía, por condiciones meteorológicas adversas.

Pese a tener que transportar la ópera del amplio espacio del anfiteatro de Sordevolo, renunciando a la ambientación natural al aire libre, puedo afirmar serenamente y reconfortado por opiniones unánimes que la producción de Aida de Giuseppe Verdi —a pesar de un minucioso trabajo de reducción y contención— no sufrió: el teatro fue capaz de ofrecer a los espectadores un espectáculo de nivel y muy envolvente.

El equipo del Coccia bajo la dirección de Corinne Baroni funcionó muy bien. El proyecto Sordevolo, Opera che passione, nació en el 2023 gracias precisamente a la intuición de Baroni, que se extendió hasta los intérpretes y con los figurantes de la Pasión con el Coro y el conjunto escénico operístico. Inaugurado con Nabucco, continuó este año con Aida que, consciente de las previsiones meteorológicas adversas, no renunció a que fuera presenciada por los espectadores. 

Para la puesta en escena, el director Alberto Jona tuvo la intuición de servirse de una coincidencia histórica lógica para insertar ideas revitalizantes para la ópera. Jona señala en las notas del programa de mano que “Ernesto Schiapparelli, el supremo egiptólogo que dirigió el Museo Egipcio de Turín desde 1894 hasta su muerte en 1928”, nació en Occhieppo Inferiore en 1856; es decir, a tres kilómetros de Sordevolo, en 1856. Este vínculo hizo florecer de modo poderoso toda una serie de elementos que van a cruzarse con las razones por las que le fue comisionada la ópera a Verdi y con el recuento de Auguste Mariette, a su vez un egiptólogo famoso, que proporcionó el tema de Aida: el exotismo y el colonialismo permean la historia de Aida que habitaría en una especie de ‘Wunderkammer’ (cámara de maravillas) del siglo XIX tardío, compuesto por hallazgos, estatuas, sarcófagos y papiros listos para ser transportados a Europa”.

Al frente de la orquesta, el director Marco Alibrando, de 37 años, originario de Messina, hábilmente mezcló el conocimiento adquirido de su temperamento juvenil, pero extremadamente equilibrado con la dulce sonoridad infinita, alternada con el ímpetu característico de las composiciones verdianas. Dirigió a la orquesta con un gesto adecuado atento, y todos los maestros en el foso se merecen un verdadero aplauso por la bella sonoridad, que nunca dominó al canto si no que estuvo al unísono con él. 

La escenografía de Matteo Capobianco, que en el teatro fue reducida hasta los huesos, resultó suficientes para ambientar la ópera en el reducido espacio disponible. Muy interesantes resultaron las proyecciones de Luca Attili, que en verdad permitieron a la ópera vivir escénicamente, con la complicidad de las luces diseñadas por Ivan Pastrovicchio, en colaboración con el propio director de escena. Algunos de los vestuarios que se pudieron ver en escena tuvieron un verdadero efecto y ayudaron en la construcción de los personajes; y en algunos casos, como para el Rey de Egipto, más que para Amonasro, nacieron de la perplejidad. 

Seguramente un plus en esta puesta en escena fue la idea de incluir al coreógrafo y bailarín Gérard Diby, que envolvió la acción con movimientos contemporáneos y gestualidad muy rítmica, descriptiva y comunicativa. El Mensajero, interpretado por el tenor Davide Lando, gustó por su grata voz; así como Elena Malakhovskaya en el papel de la Sacerdotisa; el Rey de Egipto de Luca Park tuvo autoridad, al igual que el Ramfis de Stefano Paradiso. 

El joven barítono venezolano Gustavo Castillo desplegó una buena voz como Amonasro, aunque merecía un envejecimiento escénico del personaje. Veronica Simeoni fue una estupenda Amneris con una voz de color ambarino y estuvo muy bien es escena y muy decidida en el papel. El Radamès de Jason Kim supo utilizar los medios a su disposición sin la particular fuerza que quizás se espera del personaje, pero fue agradable escucharlo. Y Serena Farnocchia, que estuvo límpida y clara, supo hacer correr la voz con vigorosa brillantez y transparencia en el rol de Aida. El Coro San Gregorio Magno dirigido por Alberto Sala está formado por hermosas voces, bien dirigidas y amalgamadas que con el tiempo han crecido artísticamente.

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