Les brigands en París

Escena de la producción de Barrie Kosky de Les brigands de Jacques Offenbach en el Palais Garnier de París © Agathe Poupeney

 

Julio 1, 2025. La Opéra National de Paris despidió la temporada 2024-2025 con una fabulosa producción de Les brigands (Los bandidos) de Jacques Offenbach, estrenada originalmente en 1869, pero poco representada por la inmensa dificultad que representa su puesta en escena, con una orquesta pletórica y más de 25 solistas.

Barrie Kosky abandonó el ambiente campesino y campechano del libreto, y propuso un mundo variopinto de burlesque, para dar fe del desorden físico y mental de aquel mundo de bandidos. Con la ayuda del coreógrafo Otto Picher —que según parece tiranizó a los artistas durante los ensayos— se las vio y se las deseó para tener a raya a más de 20 cantantes, seis actores, una docena de bailarines, y la presencia permanente del coro en el escenario. 

Gracias a ello, el director superó el enorme desequilibrio que suponía presentar en gran formato una obra pensada para ser producida en condiciones modestas. Los interiores sin gran personalidad de la escenografía de Rufus Didwiszus contrastaron con la riqueza imaginativa del vestuario de Victoria Behr. Todo ello hizo prácticamente inaudibles, por innecesarios, los textos de la obra, como tampoco las morcillas en pareado de Sandrine Sarroche (el cajero Antonio), o bien los múltiples diálogos añadidos por Antonio Cuenca Ruiz. Ni los unos ni los otros consiguieron desviar la atención del público hacia los textos. Por mayor “inri”, en más de una ocasión, hasta la música y el canto pasaron a un segundo plano. En definitiva, Kosky propuso mayormente un espectáculo visual.

En el podio, Michele Spotti satisfizo las exigencias del compositor por el frenesí que mandó imprimir a sus músicos en los galops, por la suavidad que obtuvo en los momentos liricos, por la pericia con la que protegió a los cantantes (algunos de ellos se lo deberían agradecer particularmente) y por la facilidad con la que trató las transiciones sinfónicas. En suma, el maestro se adueñó de la orquesta y del público durante la totalidad de la velada. 

El tenor Marcel Beekman, como Falsacappa, el jefe de la banda transformado en voluminosa drag queen, estuvo vocalmente y dramáticamente impecable. Mostró autoridad para con los suyos y confianza (¿en exceso?) en sí mismo, hasta el punto de hacernos creer en la veracidad de sus decires. Le secundó Marie Perbost —Fiorella, su hija— con igual desparpajo escénico y una calidad vocal que fue aumentando en el curso de la representación. Antoinette Dennenfeld, más tímida, como pedía el papel de Fragoletto —el joven banquero enamorado de Fiorella—, puso de relieve las bellas canciones brindadas por el compositor en cada una de sus intervenciones. De entre los solistas destacó tambiénla intervención de Eugénie Joneau como La princesse de Grenade. 

Para completar el dispositivo vocal y dramático, dispuso el director de un grupo de cantantes franceses veteranos conocedores de la casa, del compositor, compinches de mil aventuras vividas por los escenarios del mundo entero. Ellos formaron un entramado vocal y dramático, sólido, divertido y eficaz que respondió perfectamente a los designios del director de escena: Laurent Naouri como el desopilante jefe de carabineros; Rodolphe Briand como Pietro, ineficaz mano derecha de Falsacappa; Franck Leguérinel como Barbavano, fiel secuaz de Falsacappa; Yann Beuron como el autosuficiente Baron de Campotasso; Mathias Vidal, el indelicado Prince de Mantoue, Philippe Talbot como el indefinible Comte de Gloria-Cassis; Éric Huchet, soberbio Domino, y Doris Lamprecht, aplaudida ya como Fragoletto en la producción de 1993, y aquí como La Marquise. Los demás cantantes estuvieron a la altura de las circunstancias. 

El coro, bien preparado por Ching-Lien Wu, no solo apoyó con fuerza y ciencia las partes vocales que le correspondían, que fueron muy numerosas, sino que también contribuyó, como los solistas todos, a perpetuar el movimiento continuo en el escenario.

Les brigands resulta de una mezcla entre los géneros de l’operette-bouffe y l’opéra-comique. La celebérrima institución lírica francesa la introdujo en su repertorio en 1931 y la representó en 1993 por última vez, con motivo de su centenario. 

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