Anita en Monterrey
Enero 27, 2024. Como arranque de su quinto año de actividades, el Mexico Opera Studio (MOS) presentó la reposición de Anita, ópera del compositor mexicano Melesio Morales (1838-1908), luego del éxito cosechado en su temporada anterior.
El fenómeno del Sold Out también se repitió, lo cual no sorprende. Siendo el MOS un estudio de formación, sus cantantes exhiben un nivel profesional destacado en todas las áreas, una cualidad cada vez más apreciada por un público cada vez más numeroso.
En este nuevo año el MOS colaborará en conjunto con el Ayuntamiento de Monterrey, lo que esperemos redunde en cada vez mejores propuestas, que de entrada ya lo son, pero principalmente en condiciones más favorables en su infraestructura para que la visión y ejecución artística sean apreciadas plenamente. La isóptica de su recinto no es la más adecuada, siendo el público el principal afectado, comenzando desde la segunda o tercera fila hacia atrás. Las quejas de algunas personas se pudieron escuchar, lo que es lamentable, pues el trabajo escénico es estupendo.
Sin embargo, con el pasar de los años el teatro del MOS ha mejorado bastante. Asimismo, al carecer de un foso y disposición adecuada, la dirección orquestal adquiere nuevos retos junto con los que representa la acústica del lugar. Aun así, las carencias se convierten en retos que no vencen del todo a los directores del estudio de ópera. Esperamos mejores condiciones totalmente merecidas para el MOS.
La dirección musical de Alejandro Miyaki fue sólida, clara y sensible, siempre con minucioso acompañamiento a los cantantes, pues denota su preocupación por que destaquen en todo momento. Desde el preludio, pudimos escuchar un diáfano trato temático, lo que nos reveló que el maestro conoce plenamente la partitura.
La puesta en escena, a cargo de Rennier Piñero, tiene su sello. Podemos ver en el trato una visión clara de cómo quiere contar la historia y atender a una visión que nos sumerge en la historia desde nuestra propia realidad. La ópera, compuesta para ser estrenada en 1910, pero interpretada por primera vez hasta finales de los años 80, nos sigue contando una historia vigente: el amor entre dos personajes en medio de un conflicto. La puesta en escena se adaptó al espacio escénico con buen tino, siendo casi una experiencia inmersiva, pues el público se encontraba casi en medio del conflicto. Si bien fue evidente una inversión considerable en vestuarios y escenografía, fue la capacidad narrativa del maestro Piñero lo que sacó provecho de todos estos recursos para llevar a buen término la historia.
La soprano Valeria Vázquez, en el rol de Anita, llevó sobre sus hombros el peso de la obra y lo soportó con creces. Anita es un personaje demandante a nivel técnico y requiere no solo de una fuerza vocal y capacidades líricas potentes, sino una veracidad que logre despojarse de clichés interpretativos en los cuales sería fácil caer. La música de Melesio Morales transcurre entre líneas belcantistas hasta momentos dramáticos que nos recuerdan a la orquestación pucciniana. Valeria —conocedora de roles como el de Cio Cio San en Madama Butterfly— refrendó su talento bien desarrollado. No menos para una cantante con no pocos premios nacionales e internacionales.
Por su parte, el tenor Rafael Rojas, en la interpretación del enamorado e idealista Gastone D’Aubray, nos otorgó un personaje fresco y natural. Parecía sentirse cómodo como el personaje arrojado y despreocupado, sobre todo en los agudos francos que parecía disfrutar en todo momento. La escena de la visión de Gastón es una parte en la que, si bien no interviene Rafael, sí da pie a uno de los momentos más memorables de la ópera. Ranniely Piñero, la coreógrafa, puso en el centro de la visión de Gastón un pas de deux de cargado erotismo trágico interpretado por Daniel Martínez Rivera y Elena Madai. Una coreografía contemporánea que contrasta musicalmente a la perfección, recordándonos momentos dancísticos de la talla de Pina Bausch o Jiří Kylián.
El papel de Rodrigo, enamorado de Anita y no correspondido por ésta, fue interpretado por el barítono Isaac Herrera, quien pudo salir adelante vigorosamente. Es claro que el desarrollo profesional de un cantante se ve también en cómo puede resolver momentos críticos de manera impecable sin dejar caer el personaje. De un timbre brillante y dramático, nos transmitió la frustración del personaje por no obtener lo que desea, sobre todo hacia el final de la obra, cuando suelta todas sus capacidades en el momento más crítico de su personaje.
El bajo Raúl Morales, por otra parte, convenció en el personaje de Manuelo, hermano de Anita. Morales supo ganarse al público, aun cuando su personaje no es amigable. Como los demás, el personaje de Manuelo es autoritario y machista y Morales transmitió esa odiosa característica del hombre débil que debe someter al otro para autoafirmarse. Como hermano de Anita logró una interacción con ella muy natural.
El coro del MOS ha crecido en número y el trabajo vocal es vibrante, aun cuando sus intervenciones en esta ópera son breves. Un grupo importante, para dar naturalidad y vivacidad a los momentos de bullicio y algarabía. El himno nacional cantado al final de la ópera en la que Melesio Morales integró una versión de la época fue luminoso, y pudimos disfrutar de un conjunto bien llevado por los maestros.
Cabe destacar la variación final de la ópera. En la versión original para 1910, Porfirio Díaz, quien comisionara la composición para el centenario de la Independencia de México, entraba en escena mientras el himno era interpretado. Momento de vanagloria del presidente pero que, dentro de los sucesos históricos de la obra, tiene su justificación, pues durante la segunda intervención francesa a México, Porfirio Díaz, antes de ser presidente, en la batalla del 2 de abril de 1867, arrebató Puebla a los franceses junto con el ejército liderado por él, regresando el gobierno a los republicanos. Anita y su familia son republicanos. Sin embargo, Rennier Piñero optó por eliminar este momento, transformándolo en el asesinato de Maximiliano, acaecido en el mes de mayo del mismo año. Una lectura que puede dar pie a buenas charlas sobre el tema… y eso se agradece.