Anna Bolena en Génova

Angela Meade, Nicola Ulivieri y John Osborn en Anna Bolena en Génova © Marcello Orselli

Febrero 27, 2022. Una ópera terriblemente difícil en todos los aspectos, la que todos consideran primera obra maestra incontestable de Gaetano Donizetti, reapareció, tras un silencio ¡de 153 años! en Génova. La nueva dirección del Teatro parece decidida a una programación valiente, que no descuida títulos amados del repertorio, alguna composición moderna, y vuelve a proponer obras importantes en espera de ser redescubiertas.

Para esta producción se contó con dos repartos, pero la protagonista siempre fue la misma porque las otras sopranos, por un motivo u otro, nunca se presentaron. Lo que quiere decir que Angela Meade cantó las seis funciones, y las tres últimas en tres días consecutivos. Como me tocó la última, además de señalar lo que es en cualquier caso una proeza, debo decir que no se advirtió el mínimo cansancio en su actuación que, por el resto, fue espectacular. Sin el indudable carisma y figura de Anna Netrebko, creo que la superó en adecuación por estilo, técnica y propiedad tímbrica. Desde la entrada fue en ascenso constante para terminar con una escena final deslumbrante. 

A su nivel se mostró solo el gran Percy de John Osborn, que no sólo cantó y varió sus arias en lo que pareció una reencarnación del legendario Giovanni Battista Rubini, sino que no dejó momento o frase que careciera de sentido y brillo vocal. 

Nicola Ulivieri fue un muy buen Enrico VIII, al que solo le faltó mayor autoridad real (especialmente en su última escena, donde fue sólo un villano operístico), pero vocalmente está pasando por un momento propicio.

No es el caso de la Seymour de Sonia Ganassi que, propiedad estilística aparte, mostró una voz partida en la que el agudo es hiriente, delgado y descolorido, mientras el centro y grave se mantienen en buen estado, aunque a veces por el esfuerzo se enturbian. Su cabaletta final le creó más de un apuro.

Muy bueno el paje Smeton de Marina Comparato desde todo punto de vista. De los comprimarios, mejor el Rochefort de Roberto Maietta (que no es el bajo que requiere la parte, sino barítono) que el débil Hervey de Manuel Pierattello.

Fue buena la dirección de Sesto Quatrini, una vez superada una obertura cuyo objetivo parecía ser terminar cuanto antes, y con algún tiempo demasiado rápido en el transcurso de la ópera, pero apropiada y bastante equilibrada con el escenario.

Se utilizó, como en otras ocasiones de la llamada ‘trilogía de las reinas’, un montaje proveniente del Regio de Parma debido a la dirección de Alfonso Antoniozzi. El vestuario incoherente (Gianluca Falaschi), la coreografía absurda (Luisa Baldinetti) y la escenografía más bien abstracta (Monica Manganelli) resultaron el punto débil o claramente negativo de esta reposición, al margen de que el coro y Seymour parecían dipsómanos nada dispuestos a pasar por una sesión de alcohólicos anónimos. No demasiado público, lamentablemente, pero sí mucho entusiasmo por todos.

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