Enivia Muré en la Sala Blas Galindo
Marzo 5, 2022. Conocí a la poblana Enivia Mendoza en mayo de 2010, cantando Micaëla en una producción de Carmen en Bellas Artes, antes de que se rebautizara como Enivia Muré. La soprano, ya con su nombre artístico, y acompañada en el piano por Sergio Vázquez, ofreció un recital de canciones y arias de ópera en la sala Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes.
El programa empezó de manera poco auspiciosa, con Siete canciones de Enrique Granados (1867-1916). En efecto, él, que escribió muy bien para el piano, no lo hizo tan bien para la voz. Sus canciones son insípidas y la música camina a tal punto divorciada del texto, que llegué a pensar que no me gustaba la voz de la soprano. Es que todo cantante asume en el escenario una gran responsabilidad: no solo quedar bien consigo mismo, sino también, genéricamente, con los de su propia voz, y, sobre todo, con el compositor. Pero la responsabilidad ahora no era tanto de la cantante como del compositor. Ella las escogió para calentar la voz. Luego, el pianista ofreció una emotiva interpretación de Malagueña del cubano Ernesto Lecuona (1895-1963). Las Cinco canciones negras de Xavier Montsalvatge (1912-2002) me hicieron recuperar la confianza en la voz de la soprano.
Lo mejor vino a continuación. Enivia Muré demostró que lo suyo son las arias de ópera para soprano lírico de los siglos XIX y comienzos del XX: Bizet, Gounod, Massenet, Mascagni, Puccini. En la parte media de su registro, su voz no era pura: se percibía, como en un violín, la aspereza del rozamiento del arco sobre las cuerdas, en vez de la pureza de sonido que de ahí debe desprenderse; en cambio, en sus agudos había mayor limpieza. Sus agudos sonaban naturales y limpios. Sergio Vázquez, en esta segunda parte, nos ofreció una solvente interpretación de la “Paráfrasis de concierto sobre el cuarteto de Rigoletto”, de Giuseppe Verdi. En suma, un agradable concierto que despierta el apetito por ver a esta cantante de nuevo en la escena.