Ariadne auf Naxos en Bolonia

Dorothea Röshmann protagonizó Ariadne auf Naxos en Bolonia © Margherita Caprilli

Marzo 27, 2022. El Teatro Comunale di Bologna cuenta, entre los teatros italianos, con una serie envidiable de directores principales e invitados, a menudo identificados al comienzo de su carrera y destinados a un futuro destacado. Celibidache, Delman, Chailly, Gatti, Thieleman, Jurowski, Mariotti… 

Juraj Valčuha nunca ha ocupado un puesto oficial en el teatro, pero allí debutó muy joven en una Bohème que abrió el camino a una fructífera colaboración con producciones que han quedado grabadas en la memoria. No es algo menor que esta Ariadne auf Naxos, en una ciudad con vocación wagneriana donde debería haber habido al menos una simpatía por Strauss, se haya visto por primera vez en la sala Bibiena del Teatro Comunale di Bologna. La espera fue bien recompensada también en la elección del elenco, que estuvo en línea con todos los requisitos del podio. 

A la entrada nos recibieron algunos anuncios: la Náyade sería esta noche Tetiana Zurhavel, y luego de verla como Reina de la noche en Macerata, se puede decir que fue un lujo. Pero sobre todo, con la indisposición de Markus Werba, como el Maestro de música llegó Johannes Martin Kränzle, que fue un verdadero as por su voz, carisma y clase en la actuación. Sin nada que desmerecer al excelente titular, un valor añadido más en un cartel lleno de satisfacciones, fue especialmente el compositor de Victoria Karkareva: joven, con mucho talento, intensa, luminosa vocalmente. 

Le debemos, con la complicidad de Valčuha, auténticos escalofríos ante la tierna vacilación de la Zerbinetta de Olga Pudova, excelente acróbata entre la efervescencia —franca y no exenta de melancolía— en el aria y la seductora ambigüedad del dúo. Con ella, las máscaras causaron buena impresión, comenzando naturalmente por el Arlequín de Tommaso Barea, para continuar con el luminoso Brighella de Carlos Natale, el Truffaldino de Vladimir Sazdovski y el Scaramuccio de Mathias Frey. 

De Dorothea Röschmann, especialmente en esta fase de su carrera, quizás no se pueda esperar gran espesor dramático —y de hecho algunas notas sonaron un poco vacías en el gran monólogo central de la ópera— pero su militancia mozartiana le asegura una emisión limpia y musicalidad propia de una verdadera prima donna, con clase y la gota justa de ironía bien ponderada. La coronaron la mencionada Náyade de Zurhevel, la Dryade de voz ancha y estampada de Adriana di Paola, el Eco límpido de Chiara Notarnicola. 

Daniel Kirch, con una voz un poco áspera pero vigorosa, resolvió con eficacia la parte imposible y corta de Baco. Completaron el reparto: Cristiano Olivieri, Maestro de baile, Riccardo Fioratti, El peluquero, Maurizio Leoni, El lacayo, Paolo Antognetti, El oficial, y el actor Franz Tscherne como El mayordomo. 

La espera se resolvió a nivel teatral sin escalofríos ni sobresaltos. Con escenarios y vestuarios de Gary McCann e iluminación de Howard Hudson. Paul Curran manejó bien la trama; aquí todo fue claro, fluido, bien caracterizado. Menos mal que estuvo Valčuha al frente de una orquesta capaz de galvanizarse con el podio, y que hubo un elenco muy unido y efectivo. De hecho, y con razón, un público con una media de edad felizmente baja, aplaudió con gran calidez.

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