Ariadne auf Naxos en Buenos Aires

Escena de Ariadne auf Naxos de Richard Strauss en el Teatro Colón de Buenos Aires © Arnaldo Colombaroli

Abril 12, 2024. El Teatro Colón de Buenos Aires abrió su temporada lírica 2024 con la reposición de la puesta escénica estrenada en 2019 de Ariadne auf Naxos de Richard Strauss. Es una práctica poco habitual en este teatro iniciar con una reposición y no con una nueva producción. La versión fue correcta, pero, quizás, eso es demasiado poco para la apertura de una temporada donde se espera mucho más.

Günter Neuhold cuidó el adecuado balance entre el foso y la orquesta. Su versión no resultó quizás brillante, pero fue correcta con una buena respuesta de la Orquesta Estable. Carla Filipcic Holm como Ariadne/Primadonna revalidó y hasta superó su actuación vocal de 2019. Volvió a exhibir sus poderosos medios vocales, su excelente línea de canto, su belleza de timbre y su fina sensibilidad.

No terminó de convencer Sergio Escobar como Tenor/Bacchus, si bien su volumen es muy importante y su color atractivo. La inmisericorde parte que le destina Strauss como Bacchus pareció superar las posibilidades actuales del artista. La soprano Ekaterina Lekhina fue nuevamente Zerbinetta. Brilló en los agudos y coloraturas, aunque en las escenas de conjunto y en el prólogo pareció demasiado contenida.

El Komponist (compositor) de la mezzosoprano Laura Grecka resultó irregular. Con una voz liviana, sin color de mezzo, y de volumen medio, no logró dar realce a la parte encomendada. Alejandro Spies se manejó con cuidado profesionalismo en su Musiklhrer (maestro de música). Mientras que se amalgamaron muy bien las voces de Oriana Favaro como Najade (Náyade), Florencia Machado como Dryade (Dríade) y Florencia Burgardt como Echo (Eco), solventes los integrantes de la troupe que acompaña a Zerbinetta, con destaque del tenor Santiago Martínez como Brighella, correcto el actor Carlos Kaspar como el Haushofmeister (Mayordomo) y adecuado el resto del elenco vocal.

Marcelo Lombardero como cabeza visible del equipo visual integrado por Diego Siliano (diseño original de la escenografía), Luciana Gutman (vestuario), Ignacio González Cano (coreografía), Matías Otarola (diseño de video) y José Luis Fiorruccio (iluminación) plantea una razonable y adecuada modernización a la vez que logra burlarse de ciertos estereotipos de los cantantes en las puestas de ópera y de una burguesía ascendente en lo económico, pero vacía en lo cultural.

No puede negarse que Lombardero es uno de los más talentosos directores escénicos de ópera de la actualidad en la Argentina, pero quizás sus soluciones teatrales le quitaron poesía a la escena entre Zerbinetta y el Compositor y, en el final del dúo entre Ariadne y Bacchus, que se desarrolla casi totalmente fuera de los artificios de la barroca puesta en escena simulada de la ópera que se canta para la fiesta del rico burgués, y que los tramoyistas fueron desarmando la escena para dar paso a los fuegos artificiales. 

En el prólogo nos encontramos con un gran espacio totalmente contemporáneo. En la ópera el pequeño escenario se sitúa en la sala del prólogo. La simulada puesta en escena es de corte historicista, con movimientos totalmente estereotipados, mientras que los comediantes con sus movimientos cercanos al musical y al pop son contracara de lo vetusto de la interpretación de los artistas líricos. 

Todo termina con la visión por detrás de los fuegos artificiales, con el elenco que se suma a la fiesta donde se ubicaba el escenario y finaliza la acción con el Mayordomo que efectúa el pago a todos los artistas. Con respecto a 2019, la idea ya no parece novedosa, ni produce sorpresa.

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