Concierto de Erwin Schrott y Federica Lombardi en Milán

Erwin Schrott cantó Mozart con Orchestra Filarmonica del Teatro alla Scala bajo la batuta de Emmanuel Tjeknavorian © Brescia e Amisano

Julio 11, 2023. La tercera edición de “La Scala in città” (La Scala en la ciudad) llegó a la ciudad de Milán una vez más. Se trata de un proyecto en conjunto entre el famoso teatro italiano y el gobierno milanés, el cual ofrece a lo largo de cuatro días 14 espectáculos totalmente gratuitos en lugares fuera de lo común como villas, parques o plazas públicas esparcidos en todos los municipios citadinos. El objetivo es ofrecer a los ciudadanos y turistas la oportunidad de disfrutar de espectáculos presumiblemente de calidad (al ser firmados por el Teatro alla Scala) antes de la tradicional pausa veraniega.

Uno de los eventos fuertes era el concierto de la Orchestra Filarmonica del Teatro alla Scala en el claustro central del histórico Castello Sforzesco, el cual prometía un programa dedicado integralmente al genio de Salzburgo con highlights de sus óperas y una obra sinfónica. Todo pintaba para ser una gran noche mozartiana, pero el resultado desgraciadamente se reveló muy desafortunado. Dejando de lado las inevitables (pero muy influenciables) inclemencias climatológicas y naturales como lo pueden ser los 38 grados centígrados al aire libre y una ineludible nube de insistentes mosquitos, el verdadero problema estuvo siempre sobre el escenario.

Encabezando la infortuna, la inexperta batuta de Emmanuel Tjeknavorian partió plaza. El advenedizo director austriaco de origen armenio-iraní fue totalmente incapaz de controlar a la orquesta, la cual evidentemente ignoraba sus ridículos e innecesarios ademanes con la finalidad de mejorar un poco la interpretación. El neófito director de 28 años, quien es en realidad un mediocre violinista —según algunas críticas locales del último lustro— fue incapaz de ejecutar el estilo mozartiano y las dinámicas básicas del clasicismo durante todo el programa, en particular durante la obertura de Le nozze di Figaro. El crescendo de la parte final, los “diálogos” entre los primeros y segundos violines y demás dinámicas o matices, quedaron en la partitura ignorados por el director.

La soprano Federica Lombardi participó en el concierto «La Scala in città» © Brescia e Amisano

Posteriormente toco el turno de exhibirse a la soprano Federica Lombardi con el aria ‘Dove sono i bei momenti’. La ejecución de la soprano italiana durante esta pieza fue atropellada, en parte por los absurdos tempi propuestos por Tjeknavorian, que mantuvieron las tres partes que la componen (recitativo, andantino del aria y el allegro final) prácticamente a la misma velocidad extremadamente lenta y al mismo nivel de volumen (forte): el resultado fue somnífero. Como si no fuera suficiente, Lombardi se atrevió a aportar variaciones en la repetición, haciendo aún más confusa la situación. Como segunda aria interpretó el aria ‘Non mi dir, bell’idol mio’ de Don Giovanni, con evidentes dificultades en el registro agudo, con la coloratura final bastante sucia y una dicción —¡en su lengua materna!— casi incomprensible. Una lástima, pues el desempeño de Lombardi normalmente es óptimo gracias a su voz fresca y moldeable. Seguramente las condiciones mencionadas impidieron su correcta ejecución.

Mucho mejor desempeño tuvo el sólido y consolidado Erwin Schrott durante la interpretación de un par de sus “caballos de batalla”. El bajo-barítono uruguayo movió los inapetentes tiempos de Tjeknavorian a su conveniencia para hacer atractivas —e incluso divertidas— sus apariciones, lo cual le valió un sincero aplauso por parte del público. Con ‘Madamina, il catalogo è questo’ y ‘Fin’ ch’han dal vino’ evidenció su capacidad histriónica, su correcta pronunciación italiana, su potencia vocal, pero sobre todo los años de experiencia sobre los escenarios que lo hicieron lo mejor de la noche.

Para cerrar la parte vocal, Lombardi y Schrott interpretaron el dueto ‘Là ci darem la mano’ con la misma fórmula aburrida del inexperto concertador: tiempos mortalmente lentos y al mismo volumen. Posteriormente, la música de Mozart continuó siendo agredida bajo la batuta del hijo del compositor iraní Loris Tjeknavorian, con la ejecución de la Sinfonía 41 en Do mayor, “Júpiter”. 

Sin dejar de lado el nulo talento del concertador, hay que decir en su defensa que la implementación acústica que ofreció la producción fue ofensiva por su paupérrima calidad. En el mismo escenario del Castello Sfrozesco se presentan durante todo el verano diversos cantantes y grupos meramente comerciales, los cuales no necesitan la precisión y definición que requiere la amplificación de una orquesta sinfónica. El resultado obteniendo fue un Mozart con sonido metálico, grotesco y saturado.

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