Così fan tutte en São Paulo
Marzo 24 y 25, 2023. Così fan tutte, ossia La scuola degli amanti es la ópera más compleja e incomprendida de la trilogía Mozart-da Ponte. No es de extrañar: el libreto está lleno de ironía y, tomada al pie de la letra, la trama es inverosímil, incluso infantil y misógina; en cuanto a la música, es sofisticada, llena de citas y bromas, alternando momentos de opera seria con otros de opera buffa. En su libro Opera as Drama, Joseph Kerman advirtió que, en Mozart, la apreciación del drama depende de la comprensión técnica de la dramaturgia; es decir, del conjunto de convenciones utilizadas para la interacción entre música y acción. Si esto es cierto para las óperas de Mozart en general, lo es aún más para Così fan tutte en particular.
Es encomiable la elección de este título, tan poco representado en São Paulo, para abrir la temporada 2023 del Theatro Municipal. Yo misma tuve la oportunidad de hablar con amigos que estaban interesados en ir al teatro precisamente porque nunca habían tenido la oportunidad de ver Così en vivo. De las óperas maduras de Mozart, es la menos representada aquí. Este es el lado bueno de la historia. Lo malo es que, lamentablemente, el resultado fue così, così.
Algo confusa, la producción de Julianna Santos pareció sugerir varias ideas, pero no logró adoptar ninguna. El movimiento excesivo y repetitivo de los hombres que entraban para construir o modificar la escenografía (mesas, sillas…) se volvió fatigoso a lo largo de la ópera. La escenografía de André Cortez, con puertas de armarios viejos y espejos de plástico empañados, transmitía poco, excepto el efecto de distorsión y reflejo provocado por los “espejos” que realzaban la iluminación de Wagner Antônio. Igualmente, fueron enigmáticos los vestuarios de Olintho Malaquias.
Todo se mitigaría si la escenografía y el vestuario fueran, al menos, plásticamente bellos, pero no fue así. La escenografía y el vestuario de las parejas eran de color verde y rosa. Probablemente, la idea surgió del hecho de que son colores complementarios. Así, Fiordiligi y Ferrando lucieron trajes verdes, mientras que Dorabella y Guglielmo, de rosa lila. ¿Cuáles son las parejas “adecuadas”, aquellas cuyos miembros visten los mismos colores o aquellas donde los colores se complementan?
Las combinaciones de colores del vestuario explican la separación en tres categorías, muy claras en la música y en el libreto: Don Alfonso y Despina (que iban con combinaciones de blanco y negro), son personajes típicos de la ópera bufa; Ferrando y Fiordiligi, primo uomo y prima donna, pertenecen al mundo aristocrático y heroico de la ópera seria; Guglielmo y Dorabella están en una categoría intermedia. Por supuesto, esto no significa que haya una línea divisoria entre estas categorías.
En una trama con tanta ironía y juego estilístico como la de Così, quizás no quepan las cuestiones de verosimilitud. Es común, sin embargo, que cause sorpresa el hecho de que Dorabella y Fiordiligi no reconozcan a sus respectivos novios tan burdamente disfrazados, con ropas exóticas, sombreros y bigotes. La propia directora de escena Santos tocó este punto en su texto en el programa de mano y sugirió la posibilidad de que los hubieran reconocido desde el principio, posibilidad que, por cierto, contradice tanto la música de Mozart, genuinamente sentimental en muchos momentos, como al libreto.
En primer lugar, como nos recuerda David Cairns en Mozart and his operas, “el disfraz, la maquinaria arquetípica de la ópera cómica y la pantomima se convierte en un medio para explorar, con curiosidad shakesperiana, las diferencias entre realidad y apariencia”. Además, al final de Le nozze di Figaro, la primera ópera de la trilogía Mozart-da Ponte, así citada en Così, hay una pista de este no reconocimiento. El Conde, que traiciona a la Condesa, no la reconoce cuando está vestida de Susanna, pero Figaro sí reconoce a Susanna: “Io conobbi la voce che adora”, dice Fígaro. Para la pareja que estuvo bien resuelta y que, durante buena parte de la ópera, demostró buena compenetración, fue posible, por tanto, este reconocimiento por su adorada voz. ¿Podría ser este el caso de las parejas originales de Così?
Al respecto, Julianna Santos tuvo una idea feliz: cuando Fiordiligi y Dorabella, durante su dúo de apertura (‘Ah, guardia, sorella’), en el que las dos hermanas admiran los retratos de sus respectivos novios, tienen marcos vacíos. Luego, con las parejas cambiadas, usan celulares. Cuando Don Alfonso les comunica a las hermanas la noticia de que Ferrando y Guglielmo han sido llamados al servicio militar, ellas responden “¡Ohimè, che sento!”, tal como, en Don Giovanni, don Ottavio canta su “¡Ohimè, respiro!” al enterarse, aliviado, de que Don Giovanni no ha tocado a Donna Anna. En el caso de Così, si leemos el libreto sin la música, su reacción no es de alivio, pero cuando entra la música, parece implícita cierta libertad, que será señalada por Despina.
Mozart y da Ponte, sin embargo, van más allá y sugieren que quizás las parejas intercambiadas sean las parejas “adecuadas”. Cuando Dorabella cambia el retrato de Ferrando por el corazón que le regala Guglielmo, cantan «Oh, cambio felice / Di cori e d’affetti! / Che nuovi diletti, / Che dolce penar!”, celebrando el “feliz intercambio” de corazones y afectos, nuevas alegrías y “dulce dolor”. Más tarde, cuando Fiordiligi tiene la idea de que las hermanas se disfracen de soldados para ir tras sus novios, dice: “L’abito di Ferrando / Sarà buono per me; può Dorabella / Prender quel di Guglielmo”. Es decir, el uniforme de Ferrando funcionará para ella y Dorabella puede quedarse con el de Guglielmo.
Además, nunca hay duetos entre Dorabella-Ferrando o Fiordiligi-Guglielmo. Solo las parejas ya intercambiadas tienen duetos de amor. El problema es que, al final, no queda otro camino posible que no sea el regreso de las parejas originales. Un auténtico anticlímax. ¿Significa esto que todo está resuelto y que las parejas iniciales, de hecho, se casarán? Si se tratara de una ópera bufa, el notario real ya estaría allí para celebrar el matrimonio de la pareja adecuada y todo se resolvería. En Così, solo está Despina disfrazada, y el desenlace no es algo cerrado y definitivo, porque no sabemos qué pasará después.
La ópera también se caracteriza por una cierta simetría, y son precisamente algunas rupturas de simetría las que le dan sabor. Las dos hermanas tienen duetos en tercios en los que son prácticamente indistinguibles. Dorabella, sin embargo, experimenta sentimientos más extremos y reacciones más contundentes que su hermana. En el primer acto, tras la marcha de los soldados, canta su aria dismania: “Cierren las ventanas, odio la luz, odio el aire que respiro, me odio a mí misma…”. En el segundo acto, ella es la primera en ceder, mientras que Fiordiligi intenta mantenerse firme. Y esta ruptura de simetría tiene un efecto musical: Dorabella y Guglielmo, formando la nueva pareja, cantan a dúo (donde aparece el “cambio felice”). Ferrando y Fiordiligi, en cambio, aún no forman dúo: cada uno canta un aria (el dúo vendrá después).
Si el lector que asistió al espectáculo en el Theatro Municipal no se dio cuenta de esto, no es culpa suya: el aria ‘Ah, lo veggio: quell’anima bella’, de Ferrando, fue cortada. Además de romper la estructura, este corte creó la extraña situación de que la salida de Ferrando estaba mal resuelta, sin el aria di sortita. Hubo, por cierto, varios cortes: los recitativos fueron mutilados, dejando la trama algo truncada. En grabaciones antiguas es común encontrar cortes. A partir de la década de los 90, sin embargo, las grabaciones comenzaron a aparecer, por lo general, íntegras, y así ocurre también en la mayoría de los teatros y los videos disponibles. No me parece que 20 minutos más o menos hagan mucha diferencia en el disfrute o la molestia de la audiencia. Lo que cuenta para conquistar al público no es el reloj, sino la consistencia dramática, y aquí me refiero al decorado: canto y actuación escénica, inseparables para un buen resultado. Todo el mundo lo sabe: cuando el espectáculo es bueno, la manecilla del reloj gira más rápido.
Ahora pasemos a la actuación de los cantantes. Hubo algo común en ambos elencos: las mujeres lo hicieron mucho mejor que los hombres. ¡Tutte! O, al menos, ¡casi todos! Así que empecemos con los hombres. Don Alfonso, el viejo filósofo que manipula todo, que vive de citas, incluso de otras óperas, necesita sobornar, manipular, engañar para probar su única teoría inédita. Como buen engañador, es amable, sabe seducir, pero tiene cierto cinismo. Es, como ya hemos señalado, un personaje del universo de la ópera bufa.
El día 24, el protagonismo recayó en Saulo Javan. Buen cantante, dueño de una hermosa y poderosa voz, Javan creó un Don Alfonso un tanto paternal. Quizás esta sea realmente la concepción del personaje que él y el director querían transmitir: alguien que fuera conduciendo a los amantes a conocer la realidad. Lo respeto, una visión diferente siempre nos hace pensar, pero no veo tanta bondad en Don Alfonso en el contexto dramático de Così. Murilo Neves, el Don Alfonso del día 25, no tiene línea de canto, ataca las notas, pero no puede sostener la afinación, su voz oscila sin cesar, sus agudos no llegan, sus recitativos salen erráticos. Todo esto es una lástima, ya que mostró un buen potencial escénico, aunque también fue un Don Alfonso “bonito”, lo que me hace pensar que, en realidad, fue la concepción de la dirección escénica. Es difícil entender por qué un cantante con tantos problemas vocales fuera elegido para formar parte del elenco. ¿Fue escuchado antes de ser contratado? ¿Quién lo escuchó? ¿Quién lo contrató?
Justo al comienzo de la ópera, en el tercer trío, queda claro lo que observamos arriba, cuando separamos a los personajes en categorías: mientras Ferrando tiene una línea vocal lírica, expansiva y entusiasta, Guglielmo es más realista, con voz corta. frases que caminan hacia la tumba. Escénicamente (pero no desde el punto de vista vocal), el dúo Ferrando-Guglielmo fue más convincente el día 25, con Luciano Botelho y Fellipe Oliveira: no estaban tan caricaturizados como Anibal Mancini y Michel de Souza (el 24).
Mancini posee un hermoso timbre, y ese fue el encanto de su Ferrando. El brillo, sin embargo, se perdió por claros problemas en la línea de canto y una inestabilidad en el agudo. No es la primera vez que noto este tipo de falla en Mancini, y dada su excelente trayectoria y excelente voz, espero que busque una buena orientación y trate de resolver estos problemas técnicos. El día 25, Luciano Botelho fue un Ferrando confiado, con un fraseo hermoso, a pesar de un timbre un poco tosco y dificultad con los agudos. Tanto Michel de Souza, el día 24, como Fellipe Oliveira (el 25), entregaron un Guglielmo satisfactorio. Souza cometió algunas exageraciones en su canto, coherentemente, por cierto, con su actitud escénica, que fue más una concepción del personaje, perfectamente justificable, que un defecto. Oliveira, en cambio, estuvo un tanto irregular: si en momentos entregó un hermoso canto, con una bella voz, por momentos pareció emitir un ronquido, sobre todo al comienzo del segundo acto.
En el terreno femenino, Despina es la heredera de las maestras de ópera barroca: mayores, más experimentadas, generalmente interpretadas por tenores, dan consejos traviesos a sus jóvenes e ingenuas amantes. Despina, sin embargo, es soprano, lo que la hace más femenina, más joven y menos caricaturesca. El papel fue creado por Dorotea Bussani, la misma soprano que, cuatro años antes, creó a Cherubino, en Le nozze di Figaro, lo que ya da una pista del tipo de voz para el que Mozart compuso el papel.
Despina manipula a las amantes y, al final de la ópera, descubre que ella misma ha sido manipulada, engañada por Don Alfonso, pero no le importa, porque, si se metieron con ella, sabe que todavía irá a estropear a muchos “Manco male, se a me l’han fatta, / Ch’a molt’altri anch’io la fo”. En varias ocasiones, Julianna Santos trajo a la escena a hombres que rodeaban a Despina. Es una idea que, de hecho, refuerza el discurso del personaje, pero, en un momento, la llegada de estos hombres fue sumamente desafortunada.
En su aria al comienzo del primer acto, ‘Una donna a quindici anni’, Despina está enseñando a sus amantes que es necesario ser astuto, saber mentir, etc. Y remata: “Viva Despina / Che sa servir”. Esa es la frase que canta rodeada de hombres. Entonces, ¿eso significa que ella les sirve? ¡Ciertamente fue un desliz, o más qué desliz! Supongo que está claro que Despina no es una niña traviesa. Este fue, sin embargo, el personaje entregado por Chiara Santoro el día 24. Santoro fue elegida para el papel como premio por ganar el Concurso de Canto Lírico Joaquina Lapinha, promovido el año pasado por Sustenidos. Es cierto que su Despina fue menos problemática que su actuación en el recital premiado del concurso, lo que es una buena señal y demuestra que preparar un papel marca la diferencia. Su voz, sin embargo, a pesar de tener un color muy apropiado para Despina, sonaba un poco infantil y no siempre fue precisa en la afinación.
El día 25, Carla Domingues interpretó a una Despina más madura, más redonda, con una voz bien colocada y presencia escénica. Desde su Zerbinetta en Ariadne auf Naxos, en el Theatro São Pedro, el año pasado, ha quedado claro que sabe establecer una buena interacción con el público. Su voz es un poco ligera para el papel (¿alguien puede imaginarla interpretando a Cherubino?), pero eso no impidió que se escuchara, incluso con la orquesta significativamente más alta que el día anterior.
Dorabella, la primera en ceder ante su “cambiado” novio, fue interpretada por Josy Santos (el día 24) y Juliana Taino (el 25). Taino tenía problemas de salud, y estaba recuperándose de una traqueítis, bajo el efecto de la medicación. Es una cantante competente, dueña de una voz poderosa, y no sería justo juzgar a su Dorabella por la actuación del sábado. Claro, no había nada tan comprometedor, pero, aun así, el resultado estuvo por debajo de lo que ella suele presentar.
La mezzosoprano brasileña Josy Santos, por su parte, está haciendo una gran carrera en el exterior. Fue, por tanto, muy positivo que el Theatro Municipal le diera al público paulista la oportunidad de escucharla. Con pleno dominio técnico, sabe exactamente lo que significa cantar una obra de Mozart. Fue impecable, tanto en la furia de ‘Smanie implacabili’ como en la jovialidad de ‘È amore un ladroncello’.
Se sabe que Mozart componía los papeles a la medida de sus intérpretes. Cuando uno de ellos tenía algunas limitaciones o talentos específicos, trataba de que esos talentos compensaran, con mucho, las limitaciones, al punto de componer escenas que eran difíciles de cantar para los cantantes “normales”; es decir, que no necesitaban estas compensaciones. Esto sucedió en Idomeneo, cuando Mozart compuso el aria di bravura ‘Fuor del Mar’ a la medida del tenor Anton Raaff, y en Così, en las escenas de Fiordiligi. Según las crónicas de la época, Adriana Ferrarese, la primera Fiordiligi, tenía limitaciones en los agudos, pero sabía hacer coloraturas ágiles y tenía una potente voz de pecho. Así, en las dos grandes escenas de Fiordiligi, ‘Temerari… Come scoglio’, del primer acto, y ‘Ei parte – senti! … Per pietà, ben mio, perdona’ en el segundo, en general, las frases se desplazan hacia la región grave y no pocas veces terminan en notas debajo del pentagrama, con derecho a grandes saltos. Son dos escenas de extrema dificultad, tal vez buenas para la Ferrarese, pero terribles para la mayoría de las sopranos.
Exagerada, ‘Come scoglio’, en la que Fiordiligi compara su alma con una roca que resiste vientos y tormentas, es una parodia de la ópera seria. En este caso, los tacones y adornos que favorecieron a la Ferrarese sirvieron para subrayar esa exageración, para darle un tono caricaturesco. En el rondó ‘Per pietà’, en el que Fiordiligi intenta resistir su pecaminoso deseo por Ferrando, vemos un personaje humano, sincero, en drama, y los saltos y las líneas descendentes parecen acentuar el dolor del personaje, dando un carácter introspectivo a la escena. Es con esta aria que Fiordiligi nos toca y se convierte, quizás, en el único personaje que atrae nuestra empatía.
¡Qué artista es Gabriella Pace! Celebrando sus 25 años de carrera, Pace fue lo más destacado del elenco el día 25. Sus características vocales no coinciden con las de la Ferrarese: no tiene problemas en los agudos y su voz es ligera y, aunque tiene los graves, alguien que describiera su vocalidad seguramente no se le ocurrirá enfatizar el peso de su voz de pecho. En Pace, sin embargo, podemos destacar una sólida técnica, inteligencia, dramatismo, una gran sensibilidad y, algo menos habitual de lo que se podría pensar, saber cantar a Mozart.
Además de haber conseguido crear un contraste entre las dos arias, en ‘Per pietà’ llamó la atención la autenticidad de su súplica de clemencia, súplica que, en el texto, va dirigida a su novio ausente, pero que, en el fondo, ella se hace a sí misma. Incluso con los cornos desafinados durante su “bene”, en allegro moderato, su interpretación no se tambaleó ni un poco. Fue el punto culminante de la actuación. En las escenas de conjunto, ella siempre era la que destacaba, y era su voz la que parecía liderar al grupo.
Fiordiligi también ganó una intérprete de lujo en el estreno, el día 24, con la excelente soprano argentina Laura Pisani. Su voz y estilo son bastante diferentes a los de Pace, por lo que el público pudo escuchar a dos intérpretes muy diferentes, obteniendo naturalmente resultados diferentes, pero ambos excelentes. Es genial y estimulante cuando eso sucede. Además de ser una gran actriz, Pisani hizo gala de una voz homogénea, con peso desde los graves hasta los agudos. Fue una Fiordiligi impecable, de la que era imposible apartar la vista o oídos. Reinó absolutamente durante la noche del estreno.
Dirigida por Roberto Minczuk, la Orquesta Sinfónica Municipal se mostró en mejor forma el viernes 24 que al día siguiente. Ninguno de los dos días cubrió a los cantantes, pero el sábado sufrieron más: no solo con el volumen de la orquesta, sino también con problemas puntuales, como el ya mencionado problema con los cornos. Sutileza no es un adjetivo que pueda usarse para describir el resultado obtenido por la orquesta en cualquiera de los días, pero el sábado cualquier rastro de sutileza quedó mucho más distante. Dirigido por Mário Zaccaro, el Coro Lírico tuvo una participación relativamente pequeña, pero en momentos cruciales. El coro fue, como siempre, muy bueno y bienvenido.
Algunas elecciones de casting a menudo causan extrañeza en el Theatro Municipal. Las combinaciones de voces más pesadas y más ligeras, por ejemplo, han sido constantes. Anibal Mancini con Laura Pisani en un reparto, y Luciano Botelho con Gabriella Pace en el otro es un gran ejemplo de parejas intercambiadas. Los criterios, si los hay, de quién escoge los elencos en el Municipal son indescifrables. Y esto, por supuesto, perjudica y presiona a los cantantes.
Como balance general, tuvimos, por supuesto, puntos positivos en estas funciones de Così fan tutte. El primero, como ya mencioné, fue la elección del título en sí, pero Mozart es un desafío y un peligro porque siempre expone tanto los defectos como las cualidades de sus intérpretes. Entre las cualidades, destacaron las ya elogiadas intérpretes de Dorabella y Fiordiligi. En cuanto a los defectos, muchos de ellos ya son una constante en el teatro y, ahora, simplemente saltaron a la vista.