Die Zauberflöte en Turín

Escena de la producción de Die Zauberflöte de Barrie Kosky en Turín © Andrea Macchia

Abril 2, 2023. Han pasado ya diez años desde que la producción de La flauta mágica de Barrie Kosky suscitó entusiasmo en los escenarios de todo el mundo. El director de escena australiano con el determinante aporte de los videos del grupo artístico 1927, cuyos miembros son Paul Barritt y Suzanne Andrade (que aparece también en el programa como directora escénica junto a Kosky) y con los funcionales vestuarios de Esther Bialas, confeccionó un espectáculo innovador, con el sello de la Komische Oper Berlin, caracterizado por un ingenioso y fecundo estrabismo que mira al pasado y al futuro: al pasado por sus referencias a los años dorados del cinema mudo, algo claramente evidente en los pasajes de los recitativos hablados (hay que recordar que La flauta mágica es un Singspiel), que aquí fueron completamente eliminados y sustituidos por carteles con leyendas explicativas acompañadas al piano con música del propio Mozart a la manera del cine mudo. Y mira también al futuro con la creación de un espacio virtual en el que los personajes de la ópera son despersonalizados dentro de verdaderos dibujos animados proyectados al fondo de la escena, para mostrarlos al público en una dimensión más onírica. 

De hecho, a Kosky no le interesan las implicaciones filosóficas, místicas y masónicas del libreto; lo que más bien atrae al director de escena es el aspecto jocoso y popular de la historia, que en efecto caracterizó al principio de la puesta en escena en el Theater auf den Wieden, ubicado en la periferia de Viena y que fue frecuentado justamente por el pueblo. En sustancia, Kosky cuenta una historia ingenua de amor en el que se encuentra oponiéndose al mundo reaccionario y tradicionalista de la Reina de la Noche (aquí una inquietante mujer araña) y al mundo moderno y progresista de Sarastro, representado por una miríada de máquinas y de engranajes que invaden la vida cotidiana, todo pensado en un universo bidimensional regulado por un impecable dispositivo de relojería que funciona a la perfección, justo porque sabe esconder los mecanismos que lo gobiernan, dejando así emerger la poesía, el estupor y el sueño.

El elenco en esta reposición turinese fue homogéneo: un grupo de cantantes que indudablemente efectuó un buen trabajo como equipo. Señalamos el apasionado lirismo de Gabriela Legun (Pamina), la seguridad y el acento gallardo de Joel Prieto (Tamino), el hermoso timbre de Guryen Baveyan (Papageno), los muy precisos agudos de Serena Sáenz (Reina de la Noche), la rotundidad en la emisión de In-Sung Sim (Sarastro), pero casi todos dieron lo mejor de sí mismos para el éxito de un espectáculo conducido desde el podio con actitud y dinamismo por Sesto Quatrini, quien se mostró perfectamente en sintonía con lo que sucedía sobre el escenario.

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