Die Frau ohne Schatten en Lyon

Josef Wagner (Barak) y Ambur Braid (La esposa del tintorero) © Bertrand Stofleth

Octubre 25, 2023. En 1911, ocho años antes del estreno de esta obra, Hugo von Hofmannsthal le mostró a Richard Strauss los primeros bocetos del que sería el libreto de su siguiente ópera. El trabajo creativo realizado entre el libretista y el compositor, que comenzó a finales de 1913 y concluyó en agosto de 1916, dio como como fruto: Die Frau ohne Schatten (La mujer sin sombra), ópera en tres actos, opus 65 de Richard Strauss, que finalmente vio su estreno escénico en la Ópera Estatal de Viena el 10 de octubre de 1919. 

Ciento cuatro años después de esa fecha, la ópera llega por primera ocasión al escenario de la Ópera de Lyon, como primer título de otra variada temporada de este teatro. Un estreno muy rezagado si se considera que el teatro operístico de la ciudad de las Galias se ha enfocado durante varios años a ofrecer una combinación de obras maestras, óperas contemporáneas o poco representadas del repertorio operístico. 

Aunque parece que la relación entre este título y los teatros franceses no ha sido muy estrecha, si se considera que la obra se escenificó por primera vez en Francia en 1965, en el teatro municipal de Estrasburgo, y no se programa con regularidad por los teatros importantes locales. Su ejecución más reciente, que se realizó en versión de concierto en febrero del 2020, fue en el Théâtre des Champs-Élysées de París. 

Por otro lado, el reto y las exigencias que supone montar un título como este quedaron en evidencia cuando por la mañana del día de esta cuarta función, de seis en total, el teatro avisó que la soprano estadounidense Sara Jakubiak, quien había cantado el papel de La emperatriz en las primeras funciones, al igual que el tenor muniqués Vincent Wolfsteiner, quien había hecho lo propio como El emperador, estaban indispuestos para cantar esa noche, y serían reemplazados por la soprano germano-americana Miriam Clark y el tenor alemán Burkhard Fritz. 

Sin embargo, dado que Miriam Clark tuvo que desplazarse desde Alemania el mismo día y debido al retraso de su llegada al teatro, según informó el director del teatro, Sara Jakubiak se había ofrecido para cantar esa misma noche. Finalmente, y con algunos minutos de retrasó inicio la función en la que tanto Jakubiak y Wolfsteiner “actuaron” sus personajes, mientras que sus remplazos cantaron las partes, con partitura en mano, en los extremos del escenario, lo que no alteró, ni incidió en el espectáculo.

Escena de La emperatriz en Die Frau ohne Schatten en Lyon © Bertrand Stofleth

Vocalmente, se escuchó un elenco sólido y homogéneo, con la suntuosa y profunda voz, clara, aguda pero nunca estridente que Miriam Clark prestó al personaje de La emperatriz; así como la riqueza de medios vocales que ofreció Burkhard Fritz, dándole voz a El emperador. El bajo-barítono austriaco Josef Wagner personificó al tintorero Barak, un personaje hosco, intratable, belicoso y sexualmente compulsivo como requería el montaje, mostrando buenos medios vocales; al igual que la soprano canadiense Ambur Braid, con buen desempeño actoral y vocal como la mujer de Barak: una mujer hastiada, maltratada y de apariencia desalineada (con sus shorts de mezclilla rotos). Por su parte, la mezzosoprano estadounidense Lindsay Ammann dio relevancia al personaje de la Nodriza, elegante en su canto y apariencia, y por la expresividad y el calor que transmitió con matices y colores, y que con el tenor Burkhard Fritz ofreció los mejores y más emotivos desempeños vocales. 

El resto de los personajes eran monstruosos alter-egos imaginarios que cantaron de manera correcta sus partes. Ellos fueron la soprano Giulia Scopelliti quien cantó La voz del halcón y El guardián del templo, el tenor Robert Lewis quien prestó su voz a El joven hermoso y El jorobado, el barítono Julian Ohrlishausen en el papel de El mensajero, el barítono Pawel Trojak como El tuerto, el bajo-barítono Pete Thanapat como El manco y la mezzosoprano Thandiswa Mpongwaga como Una voz en lo alto. Celestial y nítida se escuchó la interpretación de las sopranos como Los neonatos y correcta la de los bajos como Los vigilantes nocturnos, sin olvidar el uniforme el coro en sus intervenciones.

Las dimensiones del foso del teatro de Lyon obligaron a que la orquesta se redujera en la cantidad de instrumentos que requiere la partitura, y después de un inicio algo accidentado, bajo la dirección de Daniele Rustioni, emanó el sonido terso, ordenado y rico de la música de Strauss, en el que se escucharon los leitmotiven y la destreza de los miembros, en conjunto e individualmente, de una orquesta acostumbrada también a interpretar repertorio sinfónico, junto a su labor en el foso operístico. 

Escena de La nodriza © Bertrand Stofleth

De la parte visual del espectáculo se encargó el cineasta y director polaco Mariusz Treliński, con un montaje creado para este estreno local, quien se enfocó en la parte metafórica y freudiana de la ópera, que describía la condición mental de La emperatriz, personaje que habita en un mundo mágico y que ha perdido el interés por la vida, al no tener una familia e hijos, ni contacto con la realidad, encontrándose perdida y sola en un laberinto de pensamientos. 

En la búsqueda de la sombra de la emperatriz e inspirándose en la película Persona de Ingmar Bergman, Treliński confronta a La emperatriz, a través de un espejo, con una mujer que habita en el mundo real, pero que al igual que ella no encuentra sentido a su existencia. Realizando un intercambio de personalidades y sentimientos entre ambas, ideó una especie de thriller psicológico de estilo cinematográfico, por la importancia de las imágenes y personajes que surgían de la oscuridad. 

La acción comienza con una mujer que intenta suicidarse en su baño de mármol negro, y concluye con una anciana sola y que al borde de su cama contempla una muñeca. La trama, entonces, ¿ocurre solo en la imaginación de la emperatriz? O es lo que el espectador observa en el escenario. Treliński logró plasmar y desarrollar muy bien esta idea. Las escenografías del diseñador Fabien Lédé lucieron impactantes, con una casa giratoria sobre el escenario que de un lado mostraba la opulencia de una casa en mármol negro, perteneciente a un mundo imaginario, y por el otro el interior de una casa perteneciente al mundo real, llena de carencias, que se complementó de acuerdo a la idea escénica. Algunas transmisiones de video, ideadas por Bartek Macias, con los claroscuros y la sombría iluminación de Marc Heinz, y el buen trabajo del departamento de maquillaje del teatro, contribuyeron al éxito en la parte teatral y visual del espectáculo. 

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