Die Zauberflöte en Berlín

Escena del primer acto de Die Zauberflöte de Mozart en la Deutsche Oper de Berlín © Bettina Stöß

Noviembre 1, 2023. Una función más de La flauta mágica en el mundo no tendría absolutamente nada de particular, pues es bien sabido que la inmortal obra mozartiana es uno de los cinco títulos más representados en el mundo. Si además sumamos que a cantarla sería el elenco fijo de una casa de ópera —es decir ningún superstar internacional— y que la producción tiene ¡más de 30 años corriendo!… podría anticiparse un espectáculo monótono.

En cambio, qué gran sorpresa nos llevamos los que presenciamos esa función de Die Zauberflöte en la Deutsche Oper de Berlín, pues de un prejuicioso aburrimiento surgió una estrepitosa y electrizante función. La producción en cuestión tuvo su estreno en ese teatro en septiembre de 1991 y como sucede en las grandes casas de ópera, se repone con cierta regularidad; por lo que este 1 de noviembre se levantó el telón con su reposición número 377. Contrario a lo que se puede pensar —que los intérpretes recitan ya en automático y casi por hábito— no hubo una sola persona del elenco que no brindara una intensa interpretación.

Un gran plus fue el idioma; pues usando una metáfora deportiva: cantar La flauta… en Alemania es “jugar en casa”. Más allá de la impecable pronunciación (incluso de quien no habla alemán como lengua materna), el timing de la fórmula —texto recitado más música— no se perdió, cosa que el público alemán evidenció al reír y reaccionar efusivamente.

Günther Krämer firmó esta discreta versión, pero tremendamente funcional, que obtiene todo su éxito no por ser una mega-producción millonaria, si no por el abrumador talento del cast. Un espacio casi siempre oscuro con eventuales elementos escenográficos como un árbol gigante o animales rondando y elementales vestuarios creados por Andreas Pelkowski, nos transportan a ese mundo mágico.

Sería difícil aseverar que alguien en particular se llevó la noche, pero se podría decir que tres personajes sobresalieron respecto a los demás: Pamina, Tamino y, como casi siempre sucede, Papageno.

Kieran Carrel (Tamino) y Lilit Davtyan (Pamina) © Bettina Stöß

Lilit Davtyan como Pamina evidenció una vocalidad envidiable. La soprano armenia posee una línea de canto elegante y de color angelical, así como un color fresco y casi etéreo en los agudos; muy emotiva fue su aria ‘Ach, ich fühl’s’. Por su parte el anglo-alemán Kieran Carrel como su enamorado Tamino convenció vocalmente con su educada técnica y una placentera emisión en los agudos, idónea para el personaje.

Una mención a parte requiere el Papageno de Philipp Jekal, quien fue ovacionado por su extraordinaria vis cómica, sólida línea de canto y recitación impecable. El barítono alemán arrebató aplausos con su simpática escena de ‘Ein Mädchen oder Weibchen’, donde incluso bebió una copa de vino tinto en medio del aria y siguió cantando sin problema alguno. Enterneció igualmente en el dueto ‘Bei Männern, welche Liebe fühlen’ junto a Davtyan.

El tan temido rol de la Reina de la noche —no por la trama, sino por el registro agudo— fue encomendado a Hye-Young Moon. La soprano sudcoreana poseedora de una voz flexible y potente, que con la mano en la cintura dio el Fa sobreagudo en ‘O zittre nicht, mein lieber Sohn!’, mientras en el ‘Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen’ —showstopper por excelencia— tuvo unas ligerísimas y casi imperceptibles dificultades tanto en los sobreagudos como en la coloratura. Su personaje, de carácter férreo, contrastó con el bondadoso Sarastro de Tobias Kehner. El bajo alemán cuenta con registro grave impresionante, por la oscuridad en su voz y la potencia con la que lo emite. Sobrio en su actuación, que compensó con creces su canto.

Los dos “tríos”, tanto de los tres niños, pertenecientes al coro infantil del teatro, como las tres damas, fueron perfectos. Las participaciones de Flurina Stucki, Arianna Manganello y Laura Decker como la primera, segunda y tercera damas, respectivamente, fueron certeras al igual que la jovial Papagena de la puertorriqueña Meechot Marrero. Mientras el Monostatos del tenor alemán Burckhard Ulrich fue un poco gris al tener una voz pequeña y de interpretación parda.

En el foso de la orquesta, el Kappellmeister del teatro, Dominic Limburg, concertó excepcionalmente. El director suizo tuvo siempre el control de la Orquesta y Coro de la Deutsche Oper Berlin y le permitió ofrecer una versión clásica y correcta del inmortal título estrenado en Viena en 1791.

Tras varios minutos de aplausos entendimos por qué la ya histórica producción sigue corriendo tras más de tres décadas de historia, y le auguramos una vida aún más larga, pues sinceramente se lo merece.

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