Don Pasquale en Barcelona
Septiembre 27 y Octubre 6, 2022. La inauguración de la nueva temporada del Teatro Liceu de Barcelona vino de la mano de esta nueva producción de Damiano Michieletto, que no quedará como de las mejores suyas. Demasiado extra, demasiado movimiento, vengan o no a cuento, algunos gags buenos, escenografía funcional y excelente vestuario (faltaría más, pues está ambientada en época moderna si no actual), y alguna pincelada amarga (la mejor de toda la ópera, con el protagonista recluido en una institución geriátrica) no acaban de lograr que la obra funcione, aunque hagan reír al respetable incluso cuando no debe.
Lo más discutible, sin embargo, ha sido la dirección musical de Josep Pons, no muy conocido por su afinidad con el repertorio belcantista. Es un maestro serio y competente para otro tipo de obras. Ya desde la obertura se advirtió una exageración en el volumen (la orquesta, eso sí, sonó bien) y poca gracia o sutileza hubo en todo lo que siguió. El protagonista del veterano Carlos Chausson fue lo mejor de la velada, aunque no se libró de luchar en desigual combate con el sonido que llegaba del foso. Conserva su timbre, su dicción, su técnica y es sobre todo un actor soberano. Justo lo contrario del joven y modesto Malatesta (con una voz que carece de buena proyección, aunque es bonita) compuesto por Andrzej Filonczyk.
Sara Blanch es una buena Norina, de voz pequeña y algo ácida pero bien cantada y actuada, y con un buen registro agudo presente ya desde su aria de entrada. Xabier Anduaga no se revela en Ernesto como el prodigio del que todos hablan: interpreta Ernesto como si de un tenor lírico común y corriente se tratase, y sorprendentemente fuerza algún agudo y se queda a medio camino en la serenata. Los dos únicos momentos sobresalientes son el final de ‘Sogno soave e casto’ y el dueto ‘Tornami a dir che m’ami’. Completó adecuadamente el reparto el notario de David Cervera. Había público (en particular en las partes más bajas y caras del Teatro) que aplaudió con ganas, aunque no demasiado.
En el segundo reparto brilló el protagonista de Alessandro Corbelli, cuyo estilo, técnica y vis cómica no hay que descubrir. Serena Sáenz fue una desenvuelta Norina, de gran presencia escénica y buena pasta vocal. Sorprendió el tenor argentino Santiago Ballerini con una óptima prestación, aunque la voz no sea grande y haya algún límite en el extremo agudo, pero su Ernesto fue totalmente creíble y excelentemente cantado (en algún momento me trajo recuerdos de Luigi Alva en 1965 en el Colón). Carles Pachón fue un correcto Malatesta aunque la voz iba y venía por problemas de proyección y algún engolamiento. Buen artista. La labor de la orquesta fue a peor, como la dirección de Pons.