El ángel de fuego en Bari

Escena de El ángel de fuego de Serguéi Prokófiev en el Teatro Petrucelli de Bari

Abril 23, 2024. Hay algunas cosas más o menos raras que han sucedido con esta obra de Serguéi Prokófiev (1891-1953) y su conexión con Italia. La primera representación escénica tuvo lugar de manera póstuma en el Teatro La Fenice en Venecia en 1955, muchos años después de su composición (entre 1919 y 1927), a pesar de que Bruno Walter había ofrecido al compositor la posibilidad de estrenarla en Berlín.

Y ahora en Bari, en un teatro de gran calidad pero que está más acostumbrado a títulos más conocidos, se presentó esta coproducción con el Teatro de Ópera de Roma. Y a teatro lleno, la producción de Emma Dante hizo justicia a este revuelo de histerismo. Hay que considerar que la obra trata de una mujer que dice buscar el amor, pero su búsqueda se ve complicada por su actitud mental. Si la obra, en lugar de tener lugar en el siglo XVI, se hubiera ubicado en el período de la composición, el personaje central de Renata hubiera sido el objeto de investigación por parte de Sigmund Freud y un poco más tarde por Carl Jung. Pero Renata no tiene esa posibilidad, y su inestabilidad mental, sus visiones, sus temores, deben ser atendidas por charlatanes como el mago Agrippa. 

Los decorados de color gris —a cargo de Carmine Maringola— dan la sensación de misterio, con cavidades donde reposan otros personajes, y en una cavidad central más grande se observa la figura de Renata. Es una producción ágil, sin conceptos estrafalarios, y así Dante narra la trayectoria de Renata, que culmina en un convento. Pero en este convento hasta las monjas se contagian de sus locuras y temores y en un siglo donde la superstición es elevada a la par de la religión, Renata es condenada a la muerte por el Inquisidor. 

Dimitris Tiliakos (Ruprecht) y Ángeles Blancas Gulín (Renata)

La tesitura vocal es cruel, pues la soprano debe cantar produciendo un sonido siempre al límite, como un grito desgarrador, y con tal rol debe decirse que la soprano española Ángeles Blancas Gulín triunfó no solo como cantante sino como actriz, dándole vida a su torturada Renata y al mismo tiempo despertando la simpatía del público. 

Ruprecht es un personaje que comienza como si tratase de aprovecharse de la condición de Renata y quiere seducirla, pero luego se da cuenta de que es una mujer que necesita ayuda y cambia de actitud. El barítono griego Dimitris Tiliakos trazó una figura elegante y fue la guía necesaria en un viaje a través de una Alemania donde la religión y la superstición se unían. Tiliakos exhibió una voz atractiva que comunicó devoción y respeto al personaje central. El tenor armenio Tigran Melkonyan fue el mago Agrippa, que exclamaba: “La magia es la ciencia de las ciencias que explica todos los misterios”. Mientras tanto, la mezzosoprano georgiana Nino Surguladze descolló como la Casera al comienzo de la ópera. No hay que olvidar a una figura que no canta pero que aparece a través de la obra y es la del ángel de fuego, actuado por un contorsionista acróbata de movimientos milagrosos y superflexibiles.

Esta es una obra que necesita 16 cantantes y el Teatro Petruzzelli eligió buenos cantantes para todos ellos. El coro de la casa se movió con soltura y cantó con la fuerza debida, y la excelente orquesta fue dirigida con maestría por el valenciano Jordi Bernàcer que supo lidiar con la orquestación explosiva que muchas veces tiende a cubrir a los cantantes, pero Bernàcer logró un buen equilibrio entre los dos, dejando que las voces fuesen siempre oídas claramente. Otro éxito para el Petruzzelli.

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