Entre Sevilla y Triana en Madrid
Febrero, 2022. Indudablemente, estamos ante una obra injustamente archivada a lo largo de los años. Pablo Sorozábal, que nos ha dado grandes títulos, tuvo la visión de airear la zarzuela con las nuevas tendencias musicales de su tiempo, haciendo todo un alarde de creatividad compositiva del mundo sonoro andaluz con farrucas, sevillanas, habanera, un espléndido zorongo, soleá, pasodobles y romanzas.
Estrenada en 1950, quizás su éxito momentáneo no arraigara entre el público por el mismo motivo que pudiera suceder con otras obras como La rondine de Giacomo Puccini, en las que la ética moral del momento no deja cuajar obras que permiten mujeres “autónomas” que eligen continuar sus vidas sin un hombre a su lado y se escapan de las consecuencias punitivas de sus actos “indecentes”.
El libreto de esta zarzuela ignorada del repertorio español lleva como ingredientes: una mujer llamada Reyes, que de una relación con un capitán de barco un año atrás, Fernando, alumbra un bebé que le crían unos vecinos en secreto; un pretendiente de ésta, José María, aún sabiendo de su hijo oculto; el dúo cómico formado por Angelillo y Micaela, que se gustan y nos rinden momentos muy amenos en el cortejo hasta que afianzan su relación; un cantaor con su guitarrista que consolida el ambiente andaluz junto con los bailarines; la nueva amante del capitán, Esperanza, para acentuar el carácter promiscuo de este; y demás personajes que completan la trama.
En cuanto a la dirección musical, Guillermo García Calvo, gobernó a la orquesta con agilidad y diligencia los diversos números musicales que Sorozábal compuso inspirado en la tradición musical hispalense: algunos con gran lirismo y otros, dinámicos y rítmicos, para acompañar los momentos de humor y alegría. Aún así, la orquesta no siempre estuvo completamente ajustada con los cantantes. El volumen de la orquesta no llegó a acoplarse a las características vocales de los cantantes escogidos para este sainete: agudos demasiado tirantes para los hombres, obligándoles a forzar en alguna ocasión, y compases demasiado graves en el caso de las mujeres, comprometiendo la homogeneidad de sus voces.
El director de escena, Curro Carreres, a quien tenemos que agradecer, junto con el maestro Manuel Coves, la recuperación de esta obra, jugó muy bien sus cartas. Disponía de un libreto divertido y muy actual en cuanto a la sororidad y la conquista activa del lugar de la mujer en la sociedad. Se entendieron perfectamente las intenciones y supo representar todo el eclecticismo contenido en la recreación de esta obra. La conjunción con el escenógrafo Ricardo Sánchez Cuerda y la iluminación de Eduardo Bravo nos dieron cuadros impresionantes, como la aparición del barco en el puerto según se abrían las fachadas de las casas del barrio con la Giralda de fondo. Solo los decorados y la iluminación conforman en sí mismos un espectáculo.
La concepción de las coreografías a cargo de Antonio Perea nos regalaron momentos brillantes para el recuerdo, sobre todo en el segundo acto, como las “Sevillanas y zorongo” (‘La perdición de una casa, salerito / Bendiga Dios ese cuerpo’) con Micaela, Angelillo, Fernando y Míster Olden; el “Cuadro flamenco” con los Tangos de Triana (‘Vente conmigo’) llevado a cabo por el cantaor Jesús Méndez, el guitarrista Abraham Lojo y todo el cuerpo de baile; la “Soleá” (‘Lo llevo en mi corazón’) impresionante puesta en escena con el cantaor, el guitarrista y las bailarinas Cristina Guadaño y Natalia Ferrándiz, con un baile impecable y expresivo, en espejo a ratos, manejando las batas de cola con maestría y arte; o el “Pasodoble torero y náutico” (‘¡Me caso en la mar salada!’) con una coreografía casi a lo West Side Story en los que intervinieron Angelillo y Micaela con los marineros.
El barítono Ángel Ódena, Fernando en esta producción, estuvo resuelto y correcto para el personaje. Su voz se proyectó sin problemas en general, aunque se notó algo forzada en algún momento: le flaqueó el soporte vocal en algunas de las medias voces que realizó, afortunadamente, sin que llegara a quebrarse el sonido, en la última romanza ‘Nadie sabe cómo empiezan estas cosas’.
Berna Perles, que este día sustituyó a Carmen Solís, nos presentó una Reyes de voz dúctil y dulce, no carente de dramatismo por ello, pero con una personalidad fuerte a la altura de las convicciones del personaje: ‘Y a quien quiera desviarme / le digo que pierde el tiempo / que soy como la Giralda / firme sobre mis cimientos’. La música, en su caso, también le jugó alguna mala pasada, pues la partitura resultó a veces demasiado grave para su voz y la orquesta sonó con demasiado volumen en esos momentos delicados de su vocalidad.
El tenor Andeka Gorrotxategi, que interpretó al despechado José María, cumplió con el personaje en planta, pero se le resistió la dicción andaluza y fue difícil entenderlo con claridad en el texto hablado, no así el cantado. Igualmente, el forzar la voz, quizás para poder sobrepasar la orquesta, le pasó factura en su romanza ‘¿Tú qué sabes del cariño…?’, que la cantó con una bella línea expresiva, agudos brillantes al comienzo y realizando unos melismas “mú sentíos”, pero cuyo esfuerzo lo traicionó al final de su intervención en ese número.
El personaje cómico de Angelillo, a cargo del tenor-actor Ángel Ruiz, hizo las delicias del público por su desparpajo. Lo mismo cantó lírico, que hizo de cantaor con soltura, que actuó, que bailó con arte y todo con luz propia.
Su pareja cómica, la mezzosoprano Anna Gomà, estuvo a la altura de su partenaire en cuanto a frescura y desparpajo: cantó, bailó y actuó. También en su caso, su voz no sonó más allá del de la orquesta en el registro central/grave y resultó desigual en los distintos registros de su partitura, pero su Micaela fue convincente y fresca.
En cuanto a la actriz Lara Cháves, la cantante folclórica y nueva amante de Fernando, nos mostró una Esperanza Moreno descarada que se desenvolvió con fuerza y convicción propias.
El resto de actores conformaron un estupendo equipo: Antonio MM diseñó un Señor Mariano tierno y atrevido; Gurutze Beitia fue una correcta Señá Patro, José Luis Martínez hizo un creíble y afectuoso Míster Olden; el bruto y celoso Glosopeda fue interpretado con fiereza por Manuel de Andrés; Rocío Galán, actriz sevillana que debutó en el Teatro de la Zarzuela, nos ofreció con su Isidora una auténtica vecina de barrio; David Sigüenza como Escardillo; Resu Morales fue Doña Benita; y Alberto Caballero en el papel del alfarero.
Ojalá esta zarzuela encuentre su sitio entre el repertorio consagrado del mundo lírico español porque, sin duda, lo merece por su calidad. Como ya nos han demostrado Curro Carreres y el maestro Manuel Coves, en el panorama musical español, aún quedan tesoros que merece la pena desenterrar.