Piotr Beczała en Barcelona
Febrero 3, 2022. El tenor polaco, acompañado al piano correctamente por Sarah Tysman, se presentó en una sola función en esta temporada del Liceu con un programa ecléctico sobre la base de canciones italianas y rusas y arias de ópera italianas, francesas, una rusa y una polaca. Fue un repaso de las capacidades del carismático tenor que, ante una sala llena y desbordante de entusiasmo, desde el principio las desplegó como si nada a los dos o tres días de haber terminado su participación en las nueve funciones del nuevo Rigoletto del Met, en medio de una tormenta de nieve.
Nada parece haber afectado al cantante que dio comienzo precisamente con dos momentos del Duque de Mantua, papel que al parecer ha cantado por última vez en un escenario. A la sinuosa y flexible ‘Questa o quella’ siguieron el recitativo y aria del segundo acto, cantada en medio de un silencio religioso con un arsenal de medios y recursos técnicos (cadencia y trino final incluidos) que desencadenaron la primera gran ovación de la noche. Igual de aplaudidos y seguidos en religioso silencio fueron los otros dos momentos verdianos, esta vez de Il trovatore: la entrada de Manrico y, sobre todo, la gran aria del tercer acto que puso el techo muy alto para el próximo que interprete el papel aquí.
La parte italiana se completó con magníficas canciones de Francesco Paolo Tosti (tres, entre las que descollaron ‘L’ultima canzone’ e ‘Ideale’ con un sapientísimo uso de la media voz). De su país, Beczała cantó el aria del tercer acto de La casa embrujada de Stanisłav Moniuszko, una larga evocación melancólica, prácticamente desconocida aquí, que cerró la primera parte del programa con gran efecto.
En la segunda parte, junto a canciones más o menos conocidas de Sergúei Rachmáninov y Piotr Illich Chaikovski, muy bien recibidas, destacó el aria de Lenski de Eugenio Oneguin, donde la madurez del artista brilló de modo absoluto. Lo mismo ocurrió con sus interpretaciones de los momentos solistas de los protagonistas de Roméo et Juilette (Gounod), Werther (Massenet) y Carmen (Bizet) de los que siempre ha dado, en concierto o en teatro, versiones definitivas o poco menos.
Ante la insistencia de la sala, agregó tres bises (entre los cuales alguien gritó en catalán “Eres el mejor del mundo”): Tosca (‘E lucevan le stelle’), una canción de Mieczysław Karłowicz, autor compatriota del que, siempre que puede, canta algo, y en especial una canción que ha pasado a conocerse como “la del pianísimo final” (y bien que lo demostró), y de Das Land des Lächelns (El país de las sonrisas), de Franz Lehár, la célebre ‘Dein ist mein ganzes Herz’, que completó el panorama de su repertorio con la opereta vienesa y que fue acogida con delirio.
Fue Una velada para el recuerdo que acabó con la entrega del premio al mejor cantante masculino de 2018 por su extraordinaria participación en Luisa Miller, y no había podido aún recoger por la dichosa pandemia.