?? Gala Rossini en Verona
La Arena de Verona de ahora es muy diferente a la que conocen los melómanos de todo el mundo, pues el reglamento anticovid rediseñó el espacio: en el centro del patio de butacas, sin butacas ni estructuras diversas, hay una gran plataforma roja con la orquesta, mientras que los coristas, convenientemente espaciados, se colocan a lo largo del perímetro de la elipse, al pie de la escalinata. Incluso el público respeta unas normas estrictas: acceso, disposición y, sobre todo, la cuota que vacía el anfiteatro haciendo que el número de espectadores sea reducido.
A pesar de este espectáculo, conmovedor a primera vista, las ganas de volver a disfrutar de la música en directo son grandes. ¿Y qué mejor ocasión que una gala enteramente dedicada a Gioachino Rossini con una serie de estrellas? Entre todos ellos destacó el nombre de la soprano Lisette Oropesa, que mantiene una relación continua y sólida con Rossini. Su emisión bien girada y elegante, apoyada en su marcada sensibilidad, se adapta perfectamente al repertorio decimonónico. Pudimos apreciar plenamente, en ‘Bel raggio lusinghier’ de Semiramide, una dicción y un fraseo claros, así como un dominio de la tesitura grave en el aria de Rosina ‘Una voce poco fa’, originalmente concebida para una voz de contralto (Il barbiere di Siviglia).
El joven tenor sudafricano Levy Sekgapane, ganador del Concurso Operalia que dirige Plácido Domingo, se está haciendo un nombre a nivel internacional por su convincente adhesión al canto, especialmente de Rossini. Lo demostró abordando sin titubeos la temible aria de Idreno ‘La speranza più soave’ de Semiramide, en la que exhibió pericia técnica, expresividad y homogeneidad. La agilidad quedó bien resaltada en la ejecución de la rara aria final ‘Cessa di più resistere’ de Il barbiere di Siviglia, donde el cantante explotó el potencial de un instrumento brillante y preciso.
El resto de los protagonistas de la gala ofreció actuaciones válidas pero sin duda menos emocionantes: cabe destacar al bajo Roberto Tagliavini y a la mezzosoprano Marina Viotti. Del primero escuchamos ‘La calunnia è un venticello’ de Il barbiere…, interpretada con la conocida emisión suave y equilibrada, mientras que la interpretación de la segunda de ‘Nacqui all’affanno e al pianto’ de La Cenerentola se resolvió con un estilo enérgico y una adecuada seguridad en el agudo.
Hubo dos barítonos en el escenario: Mario Cassi, que se atrevió con la cavatina de Fígaro ‘Largo al factotum’ de Il barbiere…, y el veterano Alessandro Corbelli, que cantó ‘Miei rampolli femminini’ y, a dúo con Cassi, ‘Un segreto d’importanza’ de La Cenerentola. En las partes cómicas, Corbelli se muestra perfectamente a gusto, apoyándose en el rigor del silabeo y en sus fuertes peculiaridades expresivas, mientras que en el repertorio serio, como en el caso de ‘Resta immobile’, de Guglielmo Tell, mostró menos apoyo y convicción.
Toda la compañía de cantantes se unió para interpretar el concertante final de Il barbiere…, así como el finale de Guglielmo Tell, en el que también participó el Coro de la Fondazione Arena, dirigido por Vito Lombardi. En el podio, Jader Bignamini acompañó a los solistas con puntualidad y dirigió, con carácter romántico y dramático, las oberturas de Semiramide y Guglielmo Tell.
El éxito final se selló con un breve espectáculo de fuegos artificiales y los bienvenidos bises: la oración de Mosè in Egitto, ‘Dal tuo stellato soglio’, la repetición del finale de Tell y el concertante del Il barbiere.