?? Gianni Schicchi en Verona

Escena de Gianni Schicchi en Verona © EnneviFoto

El único título de ópera propuesto en versión semiescenificada por la Arena de Verona para el pasado festival fue Gianni Schicchi. A pesar de la elección, en cierto modo arriesgada (dados los espacios del anfiteatro poco adecuados para una comedia musical doméstica y refinada) la operación valió la pena gracias a la cohesión de toda la compañía, lograda con la sagaz dirección de Francesco Ivan Ciampa y el trabajo de Leo Nucci, comisario de la concepción escénica y protagonista del papel principal. 

El concertino impuso un ritmo fluido, una narración espontánea y variada, siempre sobria, capaz de captar plenamente el humor de la partitura. La Orchestra dell’Arena di Verona siguió bien las intenciones de Ciampa con un sonido elegante y expresivo. 

Por lo que respecta a Nucci, cabe destacar el temperamento artístico que acompañó al barítono en una carrera de varias décadas y compuesta por éxitos en todo el mundo. Si el cantante se vio obligado a hacer algunos compromisos con su registro medio, que ahora es menos incisivo, por el contrario hizo gala de notas agudas de cierta redondez. Lo que surgió fue un personaje delineado a través de un fraseo atento y variado, capaz de plasmar plenamente la exuberancia que distingue al protagonista. 

La interpretación de Lavinia Bini fue sorprendente: una Lauretta digna de elogio por la belleza de sus medios vocales, la dulzura de su timbre y su musicalidad. La joven soprano interpretó el papel de la joven con espontaneidad y abordó el famoso ‘O mio babbino caro’ con un abandono conmovedor y línea de canto eficaz. Junto a ella, el tenor Enea Scala captó plenamente la vivacidad juvenil de Rinuccio, al que retrató con adecuada soltura, incluso ante los pasajes más difíciles. 

El amplio grupo de personajes concebidos por Puccini como un conjunto de voces que participan activamente y comentan la historia, según una visión muy personal del mundo, estuvo liderado por Rossana Rinaldi, quien ofreció una sólida y divertida interpretación de Zita, y por Giorgio Giuseppini, el autoritario Simone. También estuvieron Biagio Pizzuti como Betto di Signa, Marcello Nardis (Gherardo), Rosanna Lo Greco (Nella), Gianfranco Montresor (Marco), Alice Marini (La Ciesca), Dario Giorgelè (Maestro Spinelloccio), Nicolò Ceriani (Ser Amantio di Nicolao), Maurizio Pantò (Pinellino) y Nicolò Rigano (Guccio). También cabe destacar al jovencísimo Zeno Barbarotti en el papel de Gherardino. 

En un intento de limitar al máximo la incidencia de las restricciones anticovid, Nucci preparó un espectáculo que no cedió a la tendencia de insertar efectos de disfrute fácil, y su concepción del espectáculo previó una narración sobria pero lineal. Los intérpretes aparecieron en el escenario con ropas modernas y con máscaras, que se quitaron para cantar, e interactuaron entre sí en un espacio delimitado por la gran cama que ocupó la marioneta de Buoso Donati. El resultado fue un espectáculo agradable, suficientemente animado por algunos trucos funcionales en el gran espacio de la Arena. El éxito final se vio recompensado por una serie de bises: se sucedieron las arias de Rinuccio y Lauretta y, sorprendentemente, el ‘Largo al factoum’ del Il barbiere di Siviglia, que Nucci interpretó ante el entusiasmo desbordante del público.

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