I due Foscari en Piacenza

Escena de I due Foscari de Giuseppe Verdi en Piacenza © Gianni Cravedi

Mayo 5, 2024. Giuseppe Verdi comenzó a trabajar en I due Foscari en 1844, lo que sería su sexta ópera. Un año antes había presentado el proyecto al Teatro La Fenice de Venecia, inspirado en The Two Foscari: An Historical Tragedy, un drama en verso de cinco actos escrito por Lord George Gordon Byron.

Verdi pensó que el hecho de que la trama estuviera estrechamente vinculada a Venecia aceleraría el proceso de aprobación, porque el drama narra los desafortunados eventos del dux Francesco Foscari y su hijo Jacopo en la ciudad de los canales. Verdi escribió a los directivos del teatro: «Esta es una historia veneciana, y podría ser de gran interés para Venecia; además, está llena de pasión y es muy musical». 

Sin embargo, fue precisamente por esta razón que La Fenice rechazó la propuesta, considerando inapropiado representar el antiguo resentimiento entre dos familias poderosas y profundamente arraigadas en la ciudad, como los Loredano y los Foscari. Sin embargo, tras el éxito de Ernani en el mismo teatro, el compositor no desistió de su idea y recurrió nuevamente a su fiel colaborador Francesco Maria Piave para que escribiera el libreto.

La trama no es especialmente compleja y su desenlace es bastante predecible, lo que puede explicar el éxito moderado que tuvo en su estreno. Sin embargo, lo que ha permitido que esta obra temprana de Verdi perdure en el tiempo es la extraordinaria belleza de su música. Aunque el Oso de Busseto había escrito en ese momento todavía pocas óperas, I due Foscari muestra una fuerte influencia belcantista, incorporando muchos de sus elementos, pero también empezaba a desarrollar su propio estilo, dando mucha presencia a los violonchelos y alientos, así como la fuerza en los concertantes finales, elementos distintivos en sus obras posteriores.

Es innegable que en Piacenza se siente un inmenso orgullo por su fuerte tradición verdiana. Al comienzo del espectáculo, alguien desde un palco no dejó pasar la oportunidad de gritar el tradicional “¡Viva Verdi!”, una exclamación que acompaña casi todas las representaciones del repertorio verdiano en Emilia Romaña, su región natal.

La Orchestra dell’Emilia-Romagna Arturo Toscanini respondió con entusiasmo las indicaciones del director Matteo Beltrami, quien destacó la partitura en toda su dimensión lírica y sobre todo melódica. Ofreció una interpretación profundamente emotiva, llena de matices y colores con un gesto amplio, elegante y siempre musical. El concertador genovés llevó con maestría las riendas de la orquesta, controlando el volumen y manteniendo una excelente armonía con el elenco y el Coro del Teatro Municipale di Piacenza dirigido correctamente por Corrado Casati. Musicalmente fue una actuación en la que resonó el espíritu verdiano.

Luca Salsi (Francesco Foscari) © Cravedi

Los tres papeles principales fueron interpretados con maestría. El duque Francesco Foscari fue interpretado por uno de los barítonos más destacados de la región, Luca Salsi. El público de Piacenza lo acogió con entusiasmo, ya que además de ser un renombrado cantante, es considerado uno de los suyos. El barítono parmesano posee un registro central extraordinario y un dominio indiscutible de la célebre “parola parlata”, esencial para el repertorio verdiano. La vasta experiencia de Salsi en este tipo de roles quedó clara cuando, tras interpretar el aria del tercer acto ‘Questa è dunque l’iniqua mercede’, el público estalló en aplausos y pidió, o mejor dicho, exigió un bis, a lo que el barítono tras pocos minutos de aplausos accedió con una sonrisa de emoción en el rostro.

El otro Foscari, es decir el hijo Jacopo, fue interpretado por Luciano Ganci de manera extraordinaria. Apenas apareció en el escenario el tenor romano sorprendió con el aria ‘Dal più remoto esilio’ por los cuidadísimos matices y las propositivas variaciones. Para la cabaletta ‘Odio solo, ed odio atroce’, dejó a todos atónitos por su potente squillo, marcado por una claridad y calidad excepcionales. Su voz se mantuvo siempre brillante, penetrante y resonante, cautivando a la audiencia a lo largo de toda la velada.

Por su parte, el papel de Lucrezia Contarini fue interpretado de forma conmovedora por Marigona Qerkezi. La soprano croata posee una voz poderosa y densa, aunque mantiene una elegante presencia escénica. En algunos momentos, sus agudos tienden a sonar algo forzados, mientras que sus sobreagudos sorprenden por su claridad y limpieza. Al comenzar el aria ‘Tu al cui sguardo onnipossente’, parecía que, debido a la robustez de su voz, no podría lidiar con las agilidades de la cabaletta. Sin embargo, cuando llegó ‘O patrizi… tremate l’Eterno’, impresionó a todos por la brillantez de sus agilidades, que eran siempre cristalinas, precisas y a tiempo.

La pareja de enamorados fue, sin lugar a dudas, lo mejor de la noche, como quedó demostrado en el dueto ‘No, non morrai’, donde ambos destacaron por lo refinado de su línea de canto. El color oscuro de la voz del bajo Antonio Di Matteo hizo de él un óptimo Jacopo Loredano. Las actuaciones de Marcello Nardis como Barbarigo, Ilaria Alida Quilico como Pisana, Manuel Pierattelli como Fante y Eugenio Maria Degiacomi como el sirviente del dux, también fueron cruciales para el buen desarrollo de la ópera.

La dirección escénica de Joseph Franconi Lee fue sumamente ingeniosa y funcional, pues ofreció una versión clásica y tradicional, de esas que si están bien hechas son muy satisfactorias. La propuesta del regista neoyorquino, a pesar de haber tenido pocos elementos a su disposición, fue infinitamente eficaz, ayudado por una eficiente escenografía giratoria de William Orlandi, cuyo escenario, con un par de giros, pasaba de ser el interior del Palazzo Ducale a una prisión o un espacio abierto con la vista de Venecia a lo lejos.

Orlandi también fue responsable del diseño del vestuario, que a excepción de la escena ‘Alla gioia! Alle corse! Alle gare!’ del tercer acto —donde el coro apareció con unos impermeables completamente fuera de lugar— los vestuarios fueron elegantes y coloridos. El diseño de iluminación a cargo de Valerio Alfieri complementó acertadamente el estilo tradicional veneciano propuesto por Lee, proporcionando atmósferas evocadoras y realzando los detalles de la escenografía y el vestuario. En resumen, una puesta en escena clásica, dinámica y versátil gracias a la habilidad del director y al inteligente uso de los elementos disponibles.

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