I Vespri Siciliani en Bolonia
Abril 21, 2023. En el Comunale Nouveau de Bolonia (sede temporal del Teatro Comunale, a la espera de la realización del proyecto de renovación y revalorización que se está llevando a cabo ahora), se estrenó la nueva puesta en escena de I vespri siciliani de Giuseppe Verdi, firmada por la directora palermitana Emma Dante.
Como es posible deducir de las notas del programa, Dante optó por una escenografía más moderna en comparación con el período de referencia en el que se sitúa la obra, y esto se pudo entender inmediatamente a partir de la elección del vestuario creado por Vanessa Sannino. Tuvimos, por tanto, una transposición temporal en la que, en lugar de la original dominación francesa de Sicilia en 1282, encontramos un grupo de criminales de la mafia que inducen a los que asisten a reconocer ya no a Elena como la presunta hermana del conde Federico de Austria, sino a la reconocida activista anti-mafia y parlamentaria Rita Borsellino (1945-2018).
Esto se confirmó inmediatamente durante el primer acto, en el que Elena, mientras canta su aria, lleva a cabo el desfile de pancartas con los rostros de las víctimas de la mafia —desde Libero Grassi (1924-1991), un fabricante de ropa asesinado por la mafia por oponerse a la extorsión, hasta Pippo Fava (1925-1984), escritor antimafia también asesinado—, dando toda la fuerza que de ese canto-grito surgía con la esperanza de un mundo mejor.
La escenografía es casi fija, y el elemento arquitectónico dominante es la fuente de la Piazza Pretoria en Palermo, también conocida como «fuente de la vergüenza», que adquiere diferentes significados a lo largo de la ópera, adaptándose más o menos bien a las distintas necesidades del libreto. La función asumida por la puerta durante el tercer acto es bastante efectiva, lo que se prestó perfectamente a simular una prisión, mientras que durante el quinto acto la escena estuvo dominada nuevamente por los escalones del monumento en los que se produce primero la boda y luego se consuma la revuelta que verá la muerte del joven Arrigo, la desesperación de su padre y el despojo de los horrendos trajes de acetato de los mafiosos, que una vez presos bajo una red de pesca siguen retorciéndose sin posibilidad de salvación hasta que cae el telón. Eficaz final en el que aflora todo el poder evocador de un doloroso mosaico de la memoria. La escenografía y la iluminación fueron respectivamente de Carmine Maringola y Cristian Zucaro.
En cuanto al reparto, la voz de la soprano Roberta Mantegna (en el papel de Elena) sorprendió gratamente y contribuyó con sus agudos precisos a la excelente interpretación de los cuartetos finales del tercero y cuarto actos. Notables estuvieron los filati y el acertado pianissimi logrados en el aria: ‘Arrigo! ah parli a un core’, como también la agilidad que ostentaba el aria del quinto acto ‘Mercè dilette amiche’. En el plano escénico, sin embargo, hubiera sido preferible encontrar más carácter e ímpetu en una mujer siciliana consumida por un sentimiento de venganza por su hermano asesinado.
El tenor Stefano Secco, en el papel de Arrigo, no emocionó particularmente durante los dos primeros actos, mientras que a partir del dueto con Monforte en el tercero fue en completo ascenso, brindando al público un momento particularmente emotivo en el dueto con Elena ‘E dolce raggio’, donde fue posible ver los matices de una canción desgastada por el amor. Excelente, su presencia escénica. Merece la debida consideración el barítono Franco Vassallo en el papel de Guido di Monforte, que demostró un instrumento capaz de adaptarse a la perfección a las dificultades de la partitura, dosificando proyección sonora, carga dramática y presencia escénica a raudales.
El personaje de Giovanni da Procida fue debutado con la extraordinaria voz del bajo Riccardo Zanellato, que concluyó maravillosamente el dificilísimo papel que le ha sido asignado, comparable al de Zaccaria en Nabucco. Con su aria di sortita ‘O patria, o cara patria… O tu, Palermo’, combinada con ‘Addio mia patria’, fue posible escuchar una abigarrada infinidad de colores y matices posibles por su sólida, dulce y poderosa emisión.
Estuvieron igualmente bien los comprimarios Il sire di Bethune de Gabriele Sagona, Il conte di Vaudemont de Ugo Guagliardo, la Ninetta de Carlotta Vichi, el Danieli de Francesco Pittari, el Tebaldo de Manuel Pierattelli, el Roberto de Alessio Verna y el Manfredo de Vasyl Solodkyy.
La excelente dirección de la maestra Oksana Lyniv sorprendió desde la sinfonía del preludio por la esmerada minuciosidad que la joven directora tuvo con la partitura. Los tempi fueron siempre correctos y equilibrados, siempre al servicio del canto, buscando en un aspecto sumamente apreciable una forma de dosificar bien los volúmenes con respecto a un entorno acústicamente difícil. Muy bueno también para el coro dirigido por la maestra Gea Garatti Ansini.
Aplausos para todos, incluido para la directora de escena, quien en la tercera función a la que asistimos, subió al escenario para saludar al público.