Idomeneo en Berlín

Escena de Idomeneo en la producción de David McVicar para la Staatsoper de Berlín © Bernd Uhlig

Octubre 13, 2023. Si Cosi fan tutte fue una ópera poco popular hasta luego de la Segunda Guerra Mundial, ¿qué se puede decir de Idomeneo? Aunque estos días se ve con cierta frecuencia, quizás lo más que se puede predecir es que algun día será un poco más popular. Y no es que Mozart no le haya dedicado música de extraordinaria belleza, o que el tema no sea atractivo. En realidad, la suculenta orquestación de la partitura fue el resultado de haber estado en Mannheim, donde se encontraba la mejor orquesta de Alemania en su momento. 

El tema del triunfo de una nación sobre otra y la toma de prisioneros es algo muy actual, y por eso se han visto muchas producciones que se concentran en ese aspecto. Esto limita la forma de ver esta obra, que también trata de temas religiosos y supersticiones. Las producciones de David McVicar transitan un sendero que no es moderno pero que tampoco es tradicional, aunque lo parezca. Digamos que es una forma moderna de ver lo tradicional. Así, con decorados de Vicki Mortimer más bien oscuros, y una enorme mascara colgante en forma de calavera —presente durante la mayor parte de la obra— y vestuarios que tiendem al estilo japonés de Gabrielle Dalton, McVicar presenta la obra sin distracciones de Konzept o de política internacional woke. 

Esta nueva producción estrenada en febrero hizo justicia a la trama original de Metastasio y al libreto de Varesco, sin dejar huecos dramáticos incomprensibles, sino siguiendo la trama paso a paso. La producción requiere la presencia de personajes semi torturados que se mueven adecuadamente, arrastrándose sobre el escenario durante ciertas escenas, cosa siempre presente en las produciones de McVicar, pero en este caso no distrajo de la acción principal. 

Para que una producción de este estilo funcione bien, se necesitan cantantes actores de valía, y los hubo, encabezados por un tenor asociado con roles líricos verdianos y un elenco joven, más un director de orquesta que supo mover el drama con fraseo exquisito. El tenor albano Saimir Pirgu es un muy buen Alfredo, al igual que lo fue Luciano Pavarotti en el Met neoyorkino, y ambos comparten el rol de Idomeneo con gran distinción. Pirgu tuvo el squillo y el estilo necesario para Mozart, controlando siempre el volumen, dándole adecuado énfasis y creando así la figura trágica del título.

Olga Peretyatko (Elettra) © Bernd Uhlig

Por su parte, la soprano anglo-francesa Anna Stéphany creó un Idamante resuelto, leal, sus interacciones con Ilia siempre contenidas por respeto, cantando con bello timbre y buen fraseo. Pero el rol crucial es siempre Ilia, la joven prisionera enamorada de Idamante y en la soprano francesa Mélissa Petit tuvo un magnífico exponente, luciendo una voz dulce, dolida, de excelente técnica y muy buena presencia escénica. Quizás el rol menos simpático, pero también el más dramático de esta obra, es el de Elettra, la princesa despechada, y aquí se lució la rusa Olga Peretyatko con una presencia sexy, de gran carácter en escena y una voz que pudo con las endiabladas risas y coloraturas de ‘D’Oreste d’Aiace’, recibiendo un merecido aplauso. 

El tenor mexicano Andrés Moreno García dio autoridad vocal al rol de Arbace y el siempre excelente tenor alemán Florian Hoffmann fue un noble y autoritario Gran Sacerdote. El bajo alemán Friedrich Hamel resonó como La voz del oráculo de Neptuno.

Un párrafo especial para el joven director Pierre Dumoussaud, quien dirigió con tempi muy ágiles, exquisito fraseo y dejando que todos los roles cantaran sus respectivas arias con da capo, lo que permitió cortar el ballet final (que es largo y no siempre interesante, excepto como música). La orquesta de la casa respondió con sonidos de muy buena escuela, todas las secciones muy bien fraseadas con energía, con los solistas orquestales brillando en cada ocasión, como corresponde a la mejor orquesta de Berlín.

Compartir: