
Idomeneo en San Francisco

Escena de Idomeneo de Mozart en la Ópera de San Francisco © Cory Weaver
Junio 14, 2025. Aunque Idomeneo, ópera seria en tres actos de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), tuvo su estreno estadounidense el 4 de agosto de 1947 en el Festival de Tanglewood en Massachusetts (hoy sede de verano de la Orquesta Sinfónica de Boston), fue en realidad la Ópera de San Francisco la que introdujo esta obra al repertorio de los importantes escenarios de este país.
Fue estrenada aquí el 10 de septiembre de 1977, con la producción del director y diseñador francés Jean Pierre Ponelle —que aún sigue vigente—, y la dirección musical del maestro inglés Sir John Pritchard, reconocido por su cualidad para conducir las óperas del compositor austriaco. El elenco de ese estreno en la ciudad junto a la bahía contó con la presencia del tenor suizo Éric Tappy en el papel principal (quien curiosamente falleció el 11 de junio del año pasado, casi coincidiendo con esta noche de estreno), de la mezzosoprano Maria Ewing como Idamante, la soprano francesa Christiane Edda Pierre como Ilia, y la soprano Carol Neblett quien interpretó el papel de Elettra.
Posteriormente en la temporada de 1989, Pritchard repuso Idomeneo, en esa ocasión con la revisión hecha por Mozart, en la que el papel de Idamante debía ser cantado por un tenor (cuyo intérprete fue el alemán Hans Peter Blochwitz). Como anécdota y curiosa casualidad a propósito de aquellas funciones, pocas horas antes de la función del 17 de octubre ocurrió el tremendo terremoto en la zona de la bahía (conocido como Loma Prieta, por su epicentro) que causó daños en diversas estructuras de la ciudad, por lo que la función tuvo que ser cancelada y días después se hizo en versión semi-escenificada en el Masonic Auditorium de la ciudad.
Inmediatamente después de la última función de Idomeneo, y de vuelta en el War Memorial Opera House, el maestro Pritchard inesperadamente falleció; por lo que en la última producción de la temporada (Die Frau ohne Schatten) la orquesta tocó en su honor la “Marcha de los sacerdotes” de Idomeneo. Por último, cabría mencionar el elenco de la producción de 1999 en este teatro, en funciones que aún son muy recordadas, como lo serán en la posteridad (la compañía utilizó fragmentos grabados en esas funciones para promover el espectáculo) que contó con Gösta Winbergh (Idomeneo), Vesselina Kasarova (Idamante), Barbara Bonney y Anna Netrebko (alternándose como Ilia) y Carol Vaness (Elettra), bajo la dirección musical de Donald Runnicles.
La trama de la ópera inicia durante una terrible tormenta en la que Idomeneo le promete al dios Neptuno que sacrificará a la primera persona con quien se encuentre, si él y su tripulación sobreviven a las aguas tempestuosas. Al llegar a la costa, su alivio se transforma en horror al encontrarse con su propio hijo. Idomeneo agoniza por la adversidad que debe enfrentar, mientras Idamante corteja a la princesa Ilia, y a la vez es perseguido por la celosa y voluble Elettra.
La trama destaca la tensión entre los personajes y su entorno, y sobre todo con las fuerzas de la naturaleza, que son cada vez insostenibles, cuanto más tiempo demora Idomeneo en cumplir su promesa. Así, la historia y la parte escénica de esta sublime ópera mozartiana se llevó a cabo dentro de una novedosa idea escénica de la directora australiana Lindy Hume, quien situó la historia y la escena en la era actual en Tasmania, Australia, donde reside.
Las escenografías diseñadas por Michael Yeargan, estrenadas en la Ópera de Australia en Melbourne en el 2023 y repuestas en Sydney en el 2024, son sencillas y austeras: encuadran el escenario dentro de una enorme habitación con muros blancos, con vistosas puertas estilo dórico al fondo y a los lados.
Los muros eran en realidad pantallas donde se proyectaron imágenes visuales de las turbias aguas del mar, la fauna, la vegetación y las rocosas costas, litorales y playas de esa isla australiana, así como intensas y estrelladas noches; y brillantes y sofocantes tonalidades azules y rojas que acrecentaban las tensiones dramáticas de la historia, representando la furia de la naturaleza, creando además escenas de sosiego y quietud, en un buen trabajo realizado y curado por David Bergman y por la directora de fotografía Catherine Pettman, fundadora de la compañía cinematográfica australiana Sheoak Films.
La iluminación fue ideada por Verity Hampson, y correctos estuvieron los modernos vestuarios de Anna Cordingley, inspirados en los Pelawa Pakana: los primeros pobladores y custodios de Lutruwita Tasmania (donde se realizaron las grabaciones vistas aquí), con detalles como el plumaje en los hombros del abrigo negro que utiliza Idomeneo, y que al final le coloca en Idamante, como signo de majestad y grandiosidad, y en los oscuros vestuarios de los coristas, que en la escena final sostienen ramas de eucalipto.
El trabajo de Hume fue interesante, y con conmovedora elocuencia excavó profundamente hasta llegar al alma de cada personaje a través de sus penas y alegrías, donde la constante era la música casi celestial de la brillante partitura de Mozart. La única desventaja escénica, que empaño un poco el trabajo de Hume, fue la incesante y continua proyección de imágenes que distrajo la concentración del espectador. Además, la escena se cargó innecesariamente con la inexplicable adición de sillas que durante parte de la función las reacomodaban los coristas a los lados de la escena o en el centro, como en auditorio, sobre un escenario que giraba contantemente de manera circular. Detalles, aparentemente innecesarios, que iban en sentido opuesto a la historia, a la que no servían mucho, ni al cuidadoso trabajo de la directora de escena.
El elenco vocal, con buenos cantantes, tuvo ciertos altibajos, comenzando con el tenor Matthew Polenzani, quien demostró indudable presencia y dominio del personaje de Idomeneo, papel que ha interpretado en incontables ocasiones en importantes escenarios, y para el cual posee la voz y la densidad necesaria. Sin embargo, a lo largo de la función se fue evidenciando cierta pérdida en la elasticidad y el color, especialmente en el registro agudo, y su importante aria ‘Fuor del mar’ —en su versión más extendida y sin cortes— se escuchó estrangulada y poco refinada. Polenzani es un cantante notable, pero parecería estar frente a un papel que podría estar fuera de sus posibilidades.
La mezzosoprano Daniela Mack, a pesar de una indisposición anunciada por el teatro, sacó adelante el papel de Idamante con intensidad, elasticidad y agradables colores en su oscuro instrumento. En lo único que se vio penalizado su desempeño fue en la proyección de su voz. El tenor Alek Shrader personificó a un creíble Arbace, con apariencia de filósofo más que de confidente, con un timbre claro, elegante a pesar de que la emisión de sus notas agudas no fue muypulida o pulcra, especialmente en su aria ‘Se il tuo duol’, normalmente eliminada, pero incluida en esta versión.
En su debut local, la soprano china Ying Fang estuvo asombrosa como Ilia. Conmovedora, apasionante y enternecedora en escena, le dio el carácter amoroso y delicado que se asocia al papel. Vocalmente estuvo notable por la dulzura y la musicalidad que imprimió a su canto, con una ligera pero distinguida coloración en su timbre, como por dicción y expresión. Intensa, penetrante, perspicaz y convincente estuvo la Elettra que caracterizó la soprano Elza van der Heever, quien infundió a su canto el dramatismo, la emoción y la fuerza necesarias, con su voz uniforme, lustrosa y dotada de belleza.
El elenco fue completado con las intervenciones de cantantes pertenecientes al estudio del teatro, como el bajo-barítono Jongwon Han, imponente como la Voz del oráculo, las sopranos Georgiana Adams y Mary Hoskins como las mujeres cretenses; el tenor lírico Samuel White como el Sumo sacerdote de Neptuno y un troyano, y el barítono Olivier Zerouali como otro troyano.
Muy activo y participativo estuvo en escena el coro del teatro, dirigido por el maestro John Keene, demostrando ser una agrupación homogénea, profesional y competente en sus relevantes intervenciones en esta obra. Por su parte, la orquesta sonó bien bajo la conducción de su titular, la maestra Eun Sun Kim, quien encontró cohesión con los instrumentistas para resaltar la musicalidad mozartiana, con seguridad y ligereza; y radiante se escuchó el clavecín del continuo. A pesar de que se eliminaron prácticamente todos los recitativos y la música de ballet, la maratónica función superó las tres horas y media de duración. Aun así, el público presente premió el espectáculo y a sus actores con entusiasmo.