Il signor Bruschino en Bolonia

Escena de Il signor Bruschino en Bolonia © Andrea Ranzi/Studio Casaluci

Febrero 18, 2022. Aunque se ofreció con las disposiciones rituales impuestas por la Covid, Il signor Bruschino fue considerado el verano pasado como el espectáculo más equilibrado y globalmente exitoso del Festival de Ópera Rossini 2021. Ahora, volviendo al uso antiguo, cuando la orquesta boloñesa aún veraneaba en Pésaro, después de unos meses la producción llegó al Teatro Comunale di Bologna y por fin se sintió cómoda con los instrumentos en el foso y el público en la platea. 

La puesta en escena de Barbe & Doucet, aquí repuesta por Luca Baracchini, contó con Michele Spotti en el podio, y del elenco repitieron Giorgio Caoduro como Gaudenzio, Manuel Amati como el hijo de Bruschino, Gianluca Margheri como Filiberto y Enrico Iviglia como el comisario. Las expectativas se cumplieron, aunque no se puede hablar de una reposición exactamente igual porque, a pesar de los diferentes espacios, esa es la naturaleza del teatro: nunca se puede repetir lo mismo.

El trabajo de los directores, escenógrafos y figurantes franco-canadienses sigue siendo ágil, claro, bien pensado, aunque esta reposición, comparada con la edición original, fue un poco mecánica, menos minuciosa y espontánea en las caracterizaciones. Por su parte, y por primera ocasión frente a las agrupaciones del Comunale, Spotti reafirmó no solo su talento sino también su madurez, la confianza en conducir la obra con una actitud agradable y fluida, con momentos alegres, no frenéticos o extasiados, y una minuciosa búsqueda de contrastes dinámicos. 

Caoduro volvió a ser un excelente Gaudenzio, no el estereotipo del guardián un poco brusco, pero de buen corazón, sino un hombre honesto, cariñoso, sujeto también al mismo orgullo y tacañería que le reprocha a su vecino. Margheri continuó desempeñándose en el papel del posadero, e Iviglia personificó bien su papel, mientras que Amati labró un cameo cada vez más refinado como un temerario más borracho que arrepentido.

Entre los nuevos llegados destacó Simone Alberghini, quien en el papel principal estuvo muy acertado, y fue la otra cara de la moneda de Gaudenzio: el cascarrabias que logra convertirse en un ayudante benéfico para los amantes. Hasmik Torosyan tuvo mucho éxito como Sofía, que afrontó con la confianza de quienes se formaron en la Accademia Rossiniana de Pésaro, aunque se tiene la sensación de que el desarrollo de la voz la está llevando, con un centro más lleno y matizado, hacia otros puertos. 

Menos enfocado estuvo el Florville de Pierluigi D’Aloia, todavía con una vocalidad inmadura y no siempre controlada en el vibrato, y Francesca Cucuzza fue una Marianna de voz penetrante.

Parece increíble, pero Il signor Bruschino no se había visto en el Comunale desde hace 26 años (aunque se trató de una colaboración con el conservatorio: así que hay que remontarse hasta 1988 para recordar algunas funciones, coproducidas con Pésaro, de cierta relevancia). Por supuesto que una farsa de 90 minutos de duración lucha por «hacer una verdadera velada», como se dice, pero Rossini nunca debe faltar, y en la sala se respiró una atmósfera de descubrimiento: la de un público atento que se fue metiendo poco a poco, hasta que finalmente se escucharon aplausos muy cálidos.

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