Innocence en San Francisco

Escena de Innocence de Kaija Saariaho en San Francisco © Cory Weaver

Junio 18, 2024. Por segundo año consecutivo, el público de San Francisco pudo apreciar otra de las composiciones operísticas de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, quien falleciera a los 70 años en junio del 2023, curiosamente unos días antes de las presentaciones que se realizarían de su segunda opera Adriana Mater por parte de la San Francisco Symphony Orchestra. 

Este verano la Ópera de San Francisco ofreció el estreno estadounidense de su última ópera en cinco actos titulada Innocence, cuyo estreno absoluto ocurrió en el verano del 2021 en el festival de Aix-en-Provence en Francia. En aproximadamente dos horas de duración y sin intermedio, la obra de Saariaho aborda un tema actual, trágico, aunque novedoso para el escenario operístico, pues trata sobre las armas y una tragedia ocurrida en una escuela donde ocurrió una masacre en la que fueron heridos o murieron varios alumnos. 

La historia se desarrolla en su natal Finlandia, pero le da un carácter universal a la obra, pues estas situaciones no son específicas de un solo país, ciudad o región. Desgraciadamente, en cualquier parte del mundo convulso en el que vivimos puede ocurrir, por la fácil adquisición de armas, el aumento de la violencia, así como la desatención a la salud mental en algunas sociedades. 

Ver esta obra me hizo recordar lo que alguna vez dijera el director de escena español Calixto Bieito, quien a propósito de sus puestas en escena que, por momentos, pueden ser consideradas gráficas, controversiales o descriptivas, señaló en alguna ocasión que “abordar temas fuertes en un escenario de ópera podría causar malestar o disgusto, cuando en realidad bastaba encender la televisión para ver las tragedias que ocurren en el mundo real en el día a día”, un argumento con el que estaría de acuerdo, pero al que además agregaría que no es posible medir la emoción y sentimientos que puede transmitir y provocar una puesta escénica teatral, junto a la intensidad de la música, y esto lo pude confirmar en esta misma función con la presencia de una mujer mayor que, en la butaca al lado, sollozó durante toda la función.

Un detalle más que le dio un toque universal a la historia es que los personajes del extenso elenco se expresan en diversas lenguas, cantando y hablando en ingles, finlandés, rumano, francés, sueco, alemán, checo, griego e incluso en español. 

El libreto original de la obra es de Sofi Oksanen, en lengua finlandesa, aunque después se hicieron adaptaciones multilingües, que es la versión que se escuchó en esta función, del cual se encargó el dramaturgo franco-finlandés Aleksi Barrière. Esa variedad de lenguas toca indirectamente otro tema: el de la inmigración, el movimiento de personajes entre países por motivos económicos, políticos, académicos, familiares, que ha enriquecido con sus costumbres, visiones y maneras de concebir la vida a otras sociedades, o han llegado a pervertirlas o a generar tensiones sociales, raciales, algo muy vigente en la actualidad.

En escena se vio el montaje original utilizado en el estreno de la ópera en Francia, ideado por Chloe Lamford, quien creó un cubo de dos niveles, colocado sobre el centro del escenario, y que iba girando a lo largo de la función, mostrando diferentes escenas: un elegante restaurant, al aula de una escuela, la cocina y un salón de fiestas, o la entrada y los pasillos de una escuela, con elegantes y modernos vestuarios de Mel Page. 

La dirección escénica corrió a cargo de Simon Stone, y la iluminación —por momentos oscura, sombría y de intensas y brillantes tonalidades blancas, de James Farncombe—, ayudó a crear un ambiente de tensión y zozobra. La historia comienza con una boda, en la tranquilidad de Helsinki, entre Tuomas, un joven finlandés, interpretado con intensidad y elocuencia por el tenor estadounidense Miles Mykkannen, con la joven rumana Stela, a quien conoció durante sus vacaciones en Rumania, y que fue personificada de manera sobresaliente por la soprano neerlandesa Lilian Farahni, quien se mostró escénicamente envuelta en el papel, haciendo creíble a su personaje, con un timbre intenso, pero suave y colorido y de intensos agudos. 

En la boda participan Henrik, padre de Tuomas, interpretado con la experiencia y tablas del barítono estadounidense Rod Grilfry; su madre Patricia, interpretada con elegancia, gracia, pero convincente angustia, ansia e intranquilidad, y un timbre penetrante, por la soprano canadiense Claire de Sévigné, y el sacerdote del bajo islandés Kristinn Sigmundsson, hasta que hace su entrada en escena la camarera checa Patrizia, a quien dio vida con buen desempeño actoral y vocal la mezzosoprano rumana Ruxandra Donose, quien reconoce a Henrik y Patrizia como los padres del asesino de su hija Markéta, asesinada diez años antes en la escuela internacional a la que asistía en Helsinki. 

Los distintos ambientes de la puesta en escena © Cory Weaver

Así se desarrolla la historia, en la que aparecen merodeando los estudiantes asesinados, personificados por un extenso elenco de notables cantantes y actores, alumnos de la escuela, así como la profesora de la clase, cuyos personajes —muertos— aparecen en escena para revivir el trágico momento por el que atravesaron, y los sueños truncados a los que murieron trágicamente; y a describir sus traumas, daños físicos y psicológicos que les ocasionó el evento los que sobrevivieron. 

Hay un giro de tuerca en la historia con la aparición de Iris, una estudiante francesa, interpretada por la contralto Julie Hega, quien revela que además de ser la cómplice del asesino, Tuomas, su hermano, fue copartícipe en el evento, al conocer las intenciones de su hermano, y aunado al deseo de Patrizia de exponerlos, lo que lleva a Tuomas a confesarle a Stela la verdad que lo angustia a él y a sus padres. 

Los momentos visualmente impactantes para el público son el recuerdo de los estudiantes que huyen para salvar sus vidas y, posteriormente, los cuerpos acribillados y ensangrentados. En ningún momento se ve la presencia del asesino en escena, pero lo anterior se realizó creando una verdadera sensación de angustia e inquietud en el público, lo cual es un mérito artístico de la dirección actoral e incluso del iluminador, y el uso de los algunos sonidos amplificados de Timo Kurkikangas.

Vale la pena mencionar el trabajo de la soprano Vilma Jää en el papel de Markéta, un personaje —o espectro— en escena, cuya presencia es un perenne recordatorio de la tragedia y el desamparo que permea la historia, quien interpretó canciones folclóricas finlandesas, como lo dispuso especialmente para este personaje la compositora. 

Dignos de mencionar por su desempeño fueron los estudiantes: la soprano noruega Beate Mordel como Lilly, el tenor colombiano Camilo Diaz Delgado como Jerónimo, la soprano Marina Dumont como Alexia y la soprano Lucy Shelton en el personaje de la maestra Cecilia, una parte más hablada que cantada… y los demás actores mudos en escena como Rowan Kievits, el estudiante alemán, que en su parte hablada en su lengua, y con sonido amplificado, describía de manera dramática la tragedia y cómo había frustrado su futuro. 

Buena aportación del coro, compuesto para la ocasión por 40 elementos, que cantó con intensidad y uniformidad, fuera de la visión del público y en la oscuridad, a los lados del escenario, bajo la conducción de su titular, el maestro John Keene. Al frente de la orquesta, compuesta por una variedad de instrumentos afines a la ópera contemporánea, 64 en total, —entre metales, instrumentos de viento, percusiones, arpa, piano y celesta— la orquestación se escuchó musical, sonora, compacta, en ocasiones como si se tratara de una banda sonora cinematográfica, con momentos de intensidad con algo de atonalidad, ímpetu, ardor y rigor, captando la atención del público absorto en la historia y la sentida orquestación. 

El director francés Clément Mao-Takacs, quien ya había dirigido la obra en otras de las puestas realizadas, mostró su gusto y conocimiento de la música contemporánea y lo hizo con notable cuidado, una conducción acicalada, directa y entusiasta, que fue enérgica cuando fue requerida. 

Al final se puede resumir como una obra con una producción única, con un reparto internacional de artistas de diferentes latitudes. Después de su estreno absoluto, la obra ha sido vista en las óperas de Helsinki, Ámsterdam y Londres; y después su debut estadounidense, como se anunció, próximamente se verá en la ópera de Adelaida, Australia, y en el Met de Nueva York, otra de las compañías que junto, a las anteriores, comisionaron el proyecto.

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