La bohème en Toronto

Pene Pati (Rodolfo) y Amina Edris (Mimì) en la producción de La bohème de Puccini en Toronto © Michael Cooper

Octubre 21, 2023. Para su segundo título de la temporada, la Canadian Opera Company recurrió a la siempre taquillera ópera La bohème de Giacomo Puccini, en una muy lograda reposición cuyo éxito debe buscarse fundamentalmente en la acertada elección de un reparto vocal rebosante de juventud. 

A cargo de la pareja protagonista, Amina Edris y Pene Pati (que también son pareja en la vida real), resultaron ideales en sus caracterizaciones, desbordando química y complicidad cada vez que sus voces se entrelazaron sobre el escenario. La soprano egipcia planteó una muy convincente y vulnerable costurera Mimì de rico lirismo con una voz de importante caudal, buen centro y agudos seguros. En escena se vio desenvuelta y elegante. Su aria ‘Donde lieta uscì’ y la escena final de su muerte resultaron conmovedoras por la intencionalidad y la genuina emoción que imprimió en cada frase. 

Por su parte, en su debut en la compañía, el tenor samoano ofreció un convincente poeta Rodolfo de exquisita hechura. Pletórico de medios, Pati deslumbró por la calidad de una voz de aterciopelado esmalte, rico lirismo e inmaculada línea que hizo que cada nota que cantó fuese un deleite para los oídos. Su aria ‘Che gelida manina’, de canto natural, refinado y generoso —en medias voces y pianissimi— le dio a la noche uno de sus zenit vocales y le permitió hacerse del favor del público que no dudó en ovacionarlo una vez caído el telón.

En lo que respecta al resto de los bohemios, el barítono coreano Joo Won Kang resultó una grata sorpresa, componiendo un pintor Marcello muy bien plantado con una voz de agradable color que conduce con buenos recursos técnicos. El barítono local Justin Welsh mostró un capital vocal interesante y prometedor en su composición del músico Schaunard. Como el filósofo Colline, el bajo congolés Blaise Malaba aprovechó muy bien su aria de despedida ‘Vecchia zimarra’ para hacer gala de una voz vigorosa, homogénea que fluyó con naturalidad y efectividad. 

Escena del Café Momus © Michael Cooper

Con una voz oscura de grato esmalte, pero dispareja y con agudos siempre al borde del grito, la soprano canadiense Charlotte Siegel, miembro del atelier de jóvenes cantantes de la casa, cumplió con lo justo su cometido como la coqueta Musetta. El barítono Gregory Dahl aportó comicidad y arrancó sonrisas en su doble composición de un casero Benoît nada decrépito y de un sugar daddy Alcindoro aun capaz de robar suspiros. 

Tanto el coro de mayores como el de niños lucieron una admirable preparación. Desde el foso, el ascendente director de orquesta canadiense Jordan de Souza ofreció una lectura cuidada, sin excesos, de delicada textura, resaltando los momentos líricos de la partitura y prestando particular atención al equilibrio entre el foso y la escena. En coproducción con las compañías de ópera de San Francisco y Houston, la ultraconservadora producción del director de escena canadiense John Caird se ciñe al libreto al detalle, sin nunca sobresaltar al público. No obstante pedir a gritos un recambio, la propuesta visual sigue cumpliendo con estoicismo su cometido, en buena medida gracias, por un lado, a la estructura escenográfica del diseñador David Farley, que permitió cambios rápidos y dinámicos entre los actos y, por otro, al tradicional vestuario, también de Caird, que enriquece visualmente la escena y apuntala visualmente el espectáculo. Convenció menos la dirección de actores de Katherine M. Carter quien, a cargo de la reposición, planteó marcaciones y coreografías forzadas e incluso por momentos ridículas que complicaron más de lo que aportaron.

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