Fidelio en Toronto
Octubre 20, 2023. Ausente de la cartelera de la casa por más de una década, fue muy celebrada la reposición de la ópera Fidelio del compositor alemán Ludwig van Beethoven que, para la apertura de su temporada 2023-2024, llevó a cabo la Canadian Opera Company, con un atractivo reparto vocal y en nueva producción escénica proveniente de la Ópera de San Francisco.
De la propuesta vocal, y no obstante el altísimo nivel general de los cantantes, el gran triunfador de la noche fue el joven tenor americano Clay Hilley, magnífico prisionero Florestan de voz potente, seductor esmalte, una pronunciación de manual y un fraseo soñado. El famoso ‘¡Gott!’ con el que inició su aria de entrada, comenzado casi en un susurro, in crescendo en pianissimo y que luego amplificó, mostró el perfecto control que Hilley posee de su instrumento, así como la riqueza de sus impresionantes medios vocales, preámbulo de lo que sería una caracterización que siempre fue de más en mejor.
Como su esposa, la soprano finlandesa Miina-Liisa Värelä atrapó al público por el fuerte compromiso emocional con la que construyó su Leonora, parte que le fue a la perfección y que le permitió hacer gala de su caudalosa y firme voz, sus seguros agudos y su sólido bagaje técnico con el que enfrentó sin dificultad la florida escritura de la parte. Su aria ‘Abscheulicher! Wo eilst du hin?’, todo fuego y pasión, y el dúo ‘O namenlose Freude’, de gran emoción, resultaron conmovedores.
Por su parte, el bajo ruso Dimitry Ivashchenko concibió un Rocco bonachón y de gran humanidad con medios sólidos, buena presencia escénica y una emisión siempre justa de su cavernosa zona grave. Como Marzelline, la soprano canadiense Anna-Sophie Neher lució una voz brillante, expresiva y flexible que convino a la perfección al personaje de la hija del jefe de la cárcel. Como su insistente enamorado Jaquino, el tenor canadiense Josh Lovell dio buena réplica a la juvenil y pizpireta Marzelline de Neher, exhibiendo un canto equilibrado, homogéneo y comunicativo.
El barítono alemán Johannes Martin Kränzle definió con gran profundidad psicológica un cínico, corrupto y aprovechado jefe de la cárcel Don Pizarro, sirviéndose por un lado de una voz muy generosa en matices, dúctil y de buena sonoridad, y por otro, de enormes recursos histriónicos. No pasó nada desapercibida la labor del joven bajo serbio Sava Vemic quien, con un timbre broncíneo, fresco y de impoluta línea, resultó un meritorio ministro del rey Don Fernando.
Muy solventes en sus breves intervenciones el tenor Wesley Harrison (primer prisionero) y el bajo-barítono Alex Halliday (segundo prisionero). El coro de la casa bajo la dirección de Sandra Horst tuvo una noche inspiradísima, particularmente en el famoso ‘O welche Lust!’ ¡Chapeau! Desde el foso, el director alemán-canadiense Johannes Debus hizo una lectura cuidada al mínimo detalle, de tiempos rápidos, rica en calidad y variedad de colores, fluida y plena de energía.
La contemporánea y claustrofóbica producción proveniente de la Ópera de San Francisco, que firmó el director de escena americano Matthew Ozawa, trasladó la acción del siglo XVII a un centro de detención de refugiados americano. El escenógrafo Alexander Nichols construyó un cubo giratorio con dos pisos que al girar dejó ver tanto las jaulas donde encerraba a los prisioneros, como las oficinas administrativas de la cárcel.
Una enorme cantidad de gente en la escena y las marcaciones de Ozawa subrayaron con contundencia el clima de hacinamiento, maltrato y opresión imperante en el centro de detención. El vestuario de la diseñadora americana Jessica Jahn reforzó la idea de universalidad que el director plantó en su propuesta visual. Importante contribución al exitoso resultado final hizo la americana Yuki Nakase, quien a cargo de la iluminación tuvo grandes aciertos, como en la salida de los prisioneros al sol, transformando la fría cárcel en un sitio cálido y esperanzador.