La sed de los cometas en la Sala Nezahualcóyotl

Cecilia Eguiarte como Sor Juana, protagonista de La sed de los cometas, en la Sala Nezahualcóyotl

Octubre 2, 2022. El estreno de una ópera siempre es causa de celebración, y así ocurrió en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario los pasados 30 de septiembre y 2 de octubre cuando se presentó La sed de los cometas del compositor capitalino Antonio Juan-Marcos, en el marco del Festival CulturaUNAM.

Esta obra, comisionada por el festival y que cuenta con libreto de la narradora y ensayista Mónica Lavín, aborda la icónica figura de Sor Juana Inés de la Cruz en su apetencia inagotable de conocimiento, así como la confrontación de sus ideas y sus creencias enmarcadas en su tiempo: la tensión fascinante que bordea las trampas entre la racionalidad y la fe de la monja jerónima.

La sed de los cometas, aproximación a las pasiones de Sor Juana que ya había emprendido Mónica Lavín en su novela de 2009 Yo, la peor, es la primera incursión de sus autores en el género operístico. Se estructura en tres actos. El primero se compone de las escenas “La verdad de los cometas”; “Clausura y libertad” y “Neptuno alegórico”. El segundo de “La virreina conoce a Sor Juana”; “Primeras amenazas” y “La amistad con Lysi”; mientras que el último se integra por “Incendios” y “Yo, la peor del mundo”. 

A lo largo de las ocho escenas, el texto salpicado de ideas, aires poéticos y reflexiones de Sor Juana, muestra al personaje protagonista en su tránsito desde cierta contradicción respecto de la libertad de su pensamiento para no contraponerse con el poder de su época, hasta ganar peso, autoridad e independencia intelectual, para finalmente ser defenestrada justo por el peligro que su horizonte de ideas representaba para un pensamiento anclado en la Nueva España del siglo XVII.

Frida Portillo (la Virreina) y Cecilia Eguiarte (Sor Juana)

La trama discurre por acontecimientos e incidentes que impactaron en la vida de Sor Juana. Bien el paso del cometa Halley, la erupción del volcán Popocatépetl, una inundación del Valle de México, un eclipse solar o el incendio del Palacio de los Virreyes. La ópera inicia justo con una sesuda disquisición entre Sor Juana y su amigo Carlos de Sigüenza y Góngora, sobre si los cometas eran a un tiempo espectáculo cósmico y presagio funesto.

Los siniestros que trazaron la iluminación y el ensombrecimiento intelectual de Sor Juana parecerían guiar de manera poética las respuestas, más allá de las reflexiones consignadas en el libreto. Un texto que justamente parecería más ensayo de ideas, postales impregnadas de lirismo e incluso inspiradas divagaciones, antes que una pieza dramática para la escena.

Los motores de conflicto que impulsa la obra son más interiores, intelectualizados o en código emocional, que acción escénica, lo que claramente condiciona la primera aproximación del compositor y su libretista al género operístico.

Solo hacia el tercer acto la palabra cultivada, elegante y simbólica del libreto (¿el habla del personaje en su cotidianeidad es idéntico al de la poetisa?), pasa a cierta acción, en un fuego abrasivo en lo material y condenatorio respecto de esa monja cada vez más rica en saberes inocultables para su entorno.

Una de las principales características de la música compuesta por Antonio Juan-Marcos, además de la búsqueda sonora para mostrar esas escisiones internas de Sor Juana y brindarle un contexto social, de época y emociones a las circunstancias, se encuentra en la variedad rítmica con la que sortea la naturaleza variopinta de las palabras. Pues en efecto, la pasión de Sor Juana fluye a través de ellas. En las palabras, en la construcción de frases, en su emisión, en su cadencia, se encuentran la fuerza de su pensamiento y su arraigo poético. 

El lenguaje atonal de Juan-Marcos brinda soporte no solo a la expresión semántica y espiritual de la monja, sino con su textura, colores y timbres, sino que también dota de personalidad y caracterización al resto de personajes, en el contexto de la época que invoca, sin renunciar a una propuesta personal contemporánea.

En La sed de los cometas de pronto resuenan, más que como citas, como hilillos sonoros, villancicos de Sor Juana, folclor y aires prehispánicos.

El estreno de esta ópera contó con la participación de la Orquesta Juvenil Eduardo Mata y el Coro de Madrigalistas de Rodrigo Cadet, que bajo la dirección concertadora de José Areán se mostró flexible, con una imagen sonora amplia y expresiva, que además brindó un buen soporte a los cantantes solistas.

Como Sor Juana, en lo que hasta ahora es probablemente la más lograda interpretación de su joven carrera, la soprano Cecilia Eguiarte sorteó los retos múltiples de la partitura: ornamentaciones casi belcantistas, parlatos, ensoñación lírica y una emisión vocal que no solo se sumerge en pasiones interiores intensas, sino que debe sobrevolar por encima de las inquinas palaciegas.

Enrique Guzmán, José Areán (batuta) y Cecilia Eguiarte

También con actuaciones notables, el estreno de esta ópera incluyó al tenor Enrique Guzmán como Carlos de Sigüenza y Góngora, al bajo-barítono Rodrigo Urrutia en el rol del Confesor, la mezzosoprano Frida Portillo en el papel de la Virreina y la contralto Araceli Pérez en el de la Esclava.

En la parte escénica, La sed de los cometas tuvo la dirección de Belén Aguilar, lo que al tiempo que se agradece no dejó de ser un reto resuelto a medias, al tratarse de una sala de conciertos en la que la orquesta, además, está sobre el escenario. Como ha quedado claro, no es que la obra sea una referencia de acción, aunque es claro que su presentación en un teatro es deseable.

Aunque para hacer un mejor despliegue de este título, resultó propicio el dispositivo escénico y diseño multimedia a cargo de Daniel Primo, que además de incluir una pantalla de proyección contó con circuito cerrado, lo que contribuyó con diversos close-ups para generar perspectiva en esta primera aproximación operística de Antonio Juan-Marcos y Mónica Lavín. Una incursión que, de seguro, les dejó amplios aprendizajes en este género en el que ojalá reincidan.

Compartir: