Lear en Madrid

Erika Sunnegårdh (Regan), Susanne Elmark (Cordelia) y Bo Skovhus (El rey Lear) en el Teatro Real de Madrid © Javier del Real

Febrero 7, 2024. Cuando en 1978 se estrenó la ópera Lear, por un encargo de la Ópera Estatal de Múnich, pocos creyeron que llegaría convertirse en un “clásico”. La música de Aribert Reinmann, a ratos atonal y a ratos dodecafónica, basada en el drama de William Shakespeare y con un sólido libreto de Claus Henneberg enfocado en la descarnada lucha de poder en el reino de Lear, es una ópera difícil para los intérpretes y el público. 

La música es “brutalista”, con enorme presencia de percusiones, y sostiene la historia desde la tensión y el desasosiego. Las voces corrieron un maratón, pero, en este caso, siempre salieron adelante porque el compositor, y el maestro al frente de la orquesta, tenían presente los límites. En este sentido, el maestro israelí Asher Fisch hizo una dramática y muy teatral lectura que tuvo un eco perfecto en la Orquesta Sinfónica de Madrid, la formación titular del Teatro Real, creando el clima idóneo para la propuesta escénica de Calixto Bieito, estrenada en París en 2016 y repuesta en Florencia en 2020, espléndida en la aparente desnudez de un espacio que puede ser cualquier lugar y tan llena de simbolismos y teatro mayúsculo. 

La escenografía (Rebecca Rings) realizada con láminas de madera que va cambiando el espacio frente a nuestros ojos, la delicada y certera iluminación (Frank Evin) y la crudeza del diseño de vestuario (Ingo Krügler) para cada uno de los personajes, retrataron con seria profundidad el tema del Rey Lear: la arrogante estulticia del poderoso, la ambición sin fondo y la destrucción que puede acarrear cuando se desata sin control.

Un elenco igualmente estupendo ha defendido las seis funciones programadas, dejándose todo en el escenario. El barítono danés Bo Skovhus sorprendió en su tránsito del soberbio Lear del inicio al venerable anciano del final de la ópera, todo con un chorro de voz potente. Igual que la soprano Ángeles Blancas como una sensacional Goneril, tan odiosa como magnética, vocalmente espléndida en todo el registro. También maravillosa fue la presencia de Andrew Watts como Edgar, el hijo legítimo del Conde de Gloucester, resolviendo magistralmente la colocación de la voz de tenor a contratenor cuando se hacía pasar por el loco Tom. 

Todo el elenco estuvo a un nivel altísimo: las sopranos Susanne Elmark (Cordelia, la hija buena de Lear) y Erika Sunnegårdh (Regan, una de las hijas malvadas); los barítonos Derek Welton (el Duque de Albany, esposo de Goneril) y Lauri Vasar (el Conde de Gloucester, fiel a Lear), ambos maravillosos en sus cometidos. Notabilísimo, el tenor Andreas Conrad en el personaje de Edmund (el hijo ilegítimo del Conde de Gloucester), y también Torben Jürgens (Duque de Albany), Michael Colvin (Duque de Cornualles) y Kor-Jan Dusseljee (Conde de Kent), así como el actor-cantante Ernst Alisch como bufón. Asimismo, el coro masculino brilló por la intensidad volcada en esta ópera. Intensos aplausos del público a todos los artistas cerraron esta función que no dejó indiferente a nadie. 

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