Lucia di Lammermoor en París

Javier Camarena (Edgardo) en Lucia di Lammermoor en París © Emilie Brouchon

Febrero 23, 2023. Con casi 30 años a cuestas —una rareza en estas latitudes—, el título más popular del Donizetti serio subió una vez más al escenario que lo vio nacer. El espectáculo propuesto en su momento por Andrei Serban había escandalizado, pero hoy parece inocente y casi clásico, aunque siga siendo feo y más que discutible, además de obligar a casi todos los intérpretes (en particular a los hermanos Ashton) a acrobacias inútiles. Un mundo masculino y militar que agobia a la protagonista, y en la figura del “macho” mayor (Normanno) busca en cuanto puede forzar a Alisa. Esto nos vale, además, un espacio físico casi totalmente ocupado por gimnastas, cuyo objetivo último parece el de llenar espacio y distraer la atención, además de (supongo) encarecer inútilmente una obra que salvo en un par de momentos es claramente intimista.

En lo musical la apuesta a la novedad empezó mal porque el joven maestro uzbeko Aziz Shokhakimov no parece muy ducho en esto del bel canto y buscó tiempos lentos y dinámicas que se parecen más al ruido que a la intensidad. Pero la orquesta suena bien. Algo menos en algunos momentos (empezando por el —aquí— comienzo del tercer acto con la escena de la locura, cuyo coro inicial resulta desprolijo) el coro, preparado en esta oportunidad por Ching-Lieng Wu.

Mattia Olivieri (Enrico) y Brenda Rae (Lucia) © Emilie Brouchon

La protagonista se anunció indispuesta, pero en poco se diferenció su actuación —correcta aunque no muy inspirada— de su debut en Viena con el mismo papel. Brenda Rae es joven, se mueve y canta bien con una voz pequeña e insípida que llega bien a la enorme sala. Toma algunas precauciones, pero otra vez lo que mejor impresiona es el agudo y su buena voluntad; su centro y grave son débiles y en las agilidades está lejos de ser una gran virtuosa.

Javier Camarena fue un gran Edgardo de bello timbre y peso ligero, pero un maestro en el arte del canto, y en particular su gran escena final despertó admiración. Lástima que se nos haya privado de la escena de la torre, porque habría sido interesante ver el enfrentamiento con Enrico, para los parisinos la gran sorpresa de la velada. El debut de Mattia Olivieri ha sido saludado con un coro de alabanzas más que merecidas y su desempeño brillante por todo concepto no podía sorprender a quienes lo conocíamos de otras prestaciones: voz bella, extensa, con un agudo que no conoce miedo, y una interpretación que hace de Enrico algo más que el típico barítono malo de turno. Otro error fue privarlo asimismo de la repetición de la cabaletta.

Adam Palka, Raimondo, tiene buen material pero debería revisar una emisión que incluso impide entender lo que dice. Sin mucho relieve el Arturo de Thomas Bettinger y muy en tipo el servil y lascivo Normanno de Éric Huchet y correcta la Alisa de Julie Pasturaud. Mucho público, partícipe sobre todo hacia el final.

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