Macbeth en Valencia

Escena de Macbeth en Valencia © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce

Abril 10, 2022. Noche de grandes voces en este Macbeth que el Palau de Les Arts ha programado, alquilando una producción de la Ópera Real de Dinamarca. Antes de iniciar se anunció que por indisposición del barítono Luca Salsi, sería George Gagnidze el encargado de dar vida al personaje que da nombre a la ópera. Varios de mis vecinos de butaca exclamaron comentarios de decepción. Y en parte tenían razón, pues el barítono georgiano no está pasando su mejor momento vocal. Ha perdido brillo pero no potencia y si al comienzo parecía tener problemas con la proyección de su voz, poco a poco fue creciendo hasta coronar, con ‘Pietá, rispetto, onore’, una actuación que mereció los aplausos entusiastas del público. 

Sobre él y sobre todos se impuso la soprano Anna Pirozzi como Lady Macbeth, pletórica de medios canoros, intensa como actriz. Sus agudos dieron buena cuenta de su carácter y no le faltó dominio en las coloraturas. El bajo croata Marko Mimica construyó un magnífico Banco de timbre brillante, buena proyección sonora y uso de resonadores. El tenor Giovanni Sala, con su tesitura de lírico-ligero, defendió el papel de Macduff, cosechando un gran aplauso en el aria ‘Ah, la paterna mano’.

Los papeles comprimarios estuvieron bien resueltos por algunos miembros del Centre de Perfeccionament (el tenor Jorge Franco como Malcolm, la soprano Rosa Dávila como la Dama di Lady Macbeth y el barítono Marcelo Solís como Domestico) y alguno invitado, como el joven bajo Luis López Navarro (Médico/Sicario/Aparición). 

Hubo mucho que  disfrutar con la dirección musical de Michele Mariotti y la inmediata respuesta de la Orquestra de la Comunitat Valenciana, en una lectura estructurada por la elocuencia rítmica, la seguridad en la reacción del conjunto, la exactitud, la calidad instrumental y la estupenda concertación. En la primera parte de la obra, el volumen fue excesivo. 

En la vertiente escénica no encontramos esa pasión mediterránea que Verdi otorgó a su Macbeth: la propuesta de Benedict Andrews arrancó sobria, y esa aparente frialdad tuvo un marco potente en la estética de la desnuda escenografía de Ashley Martin-Davis, pero a partir de la escena del asesinato de Banco, con la aparición de los sicarios embutidos en botargas, todo se emborronó y dejó de ser legible. De ahí nos llevó al gran banquete en el que Macbeth ve el espectro de Banco y una enorme mesa que abarcó todo el escenario, que tampoco logró enmendar el rumbo de la nave. 

Los sinsentidos se fueron acumulando, aunque también hubo momentos donde la plasticidad y la inventiva se dieron la mano, como en la escena del sonambulismo de Lady Macbeth, que deambuló por los pasillos de un cementerio creado con paneles de leds. Esta ópera, donde la depravación campea a sus anchas, puede leerse de muchas maneras, pero sacando provecho para los actores. En esta ocasión los cantante estuvieron, al parecer a su aire, sin una dirección clara.

La música de Verdi puede con (casi) todo y una propuesta escénica que no pone orden al complejo libreto de Francesco Maria Piave y Andrea Maffei no la hará naufragar. Esa música grandiosa llegó al público y salimos del impactante edificio de Les Arts con la seguridad de haber disfrutado una gran ópera. 

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