Tosca en Nueva York
Marzo 9, 2022. Para su última serie de Toscas de la presente temporada, el Met recurrió a la dupla compuesta por el convocante matrimonio Alagna-Kurzak, con la intención de asegurarse el éxito de una taquilla que cuesta mucho completar.
En su primera incursión en el personaje de Floria Tosca, Aleksandra Kurzak convenció, aunque con reparos. El personaje deberá crecer, pero por tratarse de un debut de rol, el futuro se vislumbra prometedor. Con una voz lírica de gran calidad, homogénea en el color y de intachable musicalidad, la soprano polaca ofreció una Tosca muy honesta con los medios que posee, sin nunca oscurecer su voz para obtener efectos dramáticos o fingir una voz que no es la suya.
Como era de esperarse, fue en las partes más líricas donde Kurzak alcanzó su mayor lucimiento. En el dúo de entrada. ‘Mario! Mario!’, la química con el tenor fue inmediata y eso se reflejó en un canto pleno de emoción e intención y en donde, dejándose llevar, ofreció canto de exquisito buen gusto y refinamiento. En su confrontación con el barítono del segundo acto, logró momentos de electrizante intensidad dramática, y esto en buena medida gracias a su fuerte temperamento y unos considerables recursos actorales que le permitieron salir victoriosa, con lo justo, pero victoriosa al fin.
Por su belleza vocal, su fuerza expresiva y su nobleza de acentos, el aria ‘Vissi d’arte’ fue un deleite para los oídos y uno de los momentos más celebrados de la noche. En el tercer acto fue donde lllegó al límite de sus recursos, con incipientes indicios de fatiga y una zona grave que tendió a perder color y consistencia.
En excelente forma vocal, Roberto Alagna dio réplica con una voz que, a pesar del paso del tiempo, no ha perdido ni un ápice de su frescura ni del brillo de antaño. En una caracterización muy cercana al ideal del revolucionario pintor Mario Cavaradossi, el tenor francés se movió como pez en el agua, ofreciendo un canto minado de notas sostenidas, pianissimi, un fraseo de superlativa elegancia y unos agudos de acero que provocaron el delirio de la audiencia.
Su aria ‘E lucevan le stelle’ fue irresistible no sólo por su perfección vocal sino por la genuina emoción que imprimió a cada una de sus frases. ¡Chapeau! Como el barón Scarpia, Željko Lučić fue una garantía de calidad. El barítono serbio delineó con una voz opulenta, de bello color y vigoroso temperamento un jefe de la policía secreta romana repulsivo, cruel y violento.
Sobreactuado y abusivo de tics, Patrick Carfizzi compuso un Sagrestano cascarrabias, efectivo en lo vocal, pero en lo escénico demasiado exagerado. La barítono transgénero americana Lucia Lucas fue un fugitivo Cesare Angelotti correcto, sin descollar. Completaron el elenco los funestos esbirros Spoletta y Sciarrone de Tony Stevenson y Christopher Job, respectivamente, quienes impusieron solvencia y oficio en sus intervenciones.
El coro de la casa tuvo una gran noche, ofreciendo una labor de altísima calidad. A cargo de la vertiente musical, el director de orquesta canadiense Yannick Nézet-Séguin hizo una vibrante, controlada y contrastante lectura de la partitura. Atento al trabajo de los cantantes, no dudó en plegarse, en varias ocasiones, a los caprichosos tiempos impuestos por la pareja protagonista.
Estrenada en la casa hace solo cuatro años, la ultra tradicional puesta en escena firmada por el director escocés David McVicar, con sus bellísimos decorados, su suntuoso vestuario y sus cuidadas marcaciones escénicas, dieron un marco de excelencia para el desarrollo de la acción.