Messiah en Houston

El Houston Symphony Chorus durante la interpretación de Messiah de Händel © Melissa Taylor

Diciembre 17, 2023. Compuesto en 1741, el oratorio el Mesías (Messiah, HWV 56) de Georg Friedrich Händel (1685-1759) es una obra tan intensa y penetrante hoy como lo fue hace más de 280 años, inspirando alegría y asombro para quienes lo escuchan por primera vez, como para aquellos que regresan para escucharla año con año. 

En esta ciudad se ha convertido ya en una tradicional anual de la Houston Symphony, que antes solía programarla cada dos años, pero que, ante su éxito y el interés del público, ha decidido programarla cada temporada, alrededor de las fechas festivas decembrinas. De hecho, otras importantes orquestas estadounidenses, que la consideran también una pieza fundamental de su repertorio, la ofrecieron en estas fechas: New York Philharmonic, Philadelphia Symphony Orchestra y la National Symphony Orchestra de Washington D.C. entre muchas otras.

En los Estados Unidos ha resultado ser de especial interés para el público, no solo por la carga emotiva y religiosa que contiene, sino por su texto en lengua inglesa, que la hace accesible y comprensible. En cada teatro o sala de concierto donde se ejecuta se incluye el libreto, que es leído con atención por los asistentes, y en ciertas ocasiones incluso se invita al público a cantar las partes corales. Al ser una obra que pertenece ya al repertorio sinfónico tradicional, pocas orquestas se ocupan de ofrecer o buscar una aproximación filológica y suelen ejecutarlas con instrumentos modernos y amplios ensambles.

En esta ocasión, la orquesta fue reforzada con clavecín, tiorba y bajo continuo, ya que la conducción musical estuvo a cargo Jeannette Sorrell, en su debut con esta orquesta, quien es conocida en el ambiente musical estadounidense por haber sido discípula de Leonard Bernstein y por ser la fundadora y directora del grupo de música barroca Apollo’s Fire, que tiene su sede en Cleveland, y que es una de las pocas agrupaciones especializadas en la en la música barroca reconocidas de este país, por su amplia discografía y por la asociación que realizara hace algunos años con el contratenor francés Philippe Jaroussky, con quien realizaron una gira de presentaciones por Europa. 

La dirección de Sorrell fue detallada y atenta a cada detalle, y condujo con la escrupulosidad y atención al detalle que suelen tener los directores de música antigua, buscando la musicalidad y los timbres adecuados, así como un balance entre los solistas, la orquesta y el coro, imprimiéndole dinamismo y ligereza al sonido que emanó de los instrumentos. La orquesta ofreció una grata sonoridad musical, en la que destacaron especialmente los metales y las trompetas. 

La idea de Sorrell, según ella mismo expresó, fue recrear la manera como se especula que se solía escuchar la pieza con cercanía del público, por lo que los cuatro solistas cantaron sus piezas de memoria, sin la ayuda de partituras, y como si se tratara de una pieza escénica actuada, y que, gracias a los movimientos y gestos de cada solista, en vez de cantar, parecían contar una historia, rompiendo por momentos con esa barrera que parece existir y que aleja a los solistas de la audiencia. Sorrell exploró esta novedosa y válida idea, al menos para mí, como seguramente lo fue para muchos de los presentes. 

La idea funcionó bien en la práctica, aunque no hay que olvidar que, de todos los oratorios händelianos, este es complejo y distinto a los demás, ya que, a excepción de Israel in Egypt, cuyo texto proviene de la Biblia, el Mesías, que está basado en el nuevo testamento, es el único oratorio de Händel sin una trama dramática, además de que a lo largo de la vida del compositor se presentaba en espacios consagrados; y es por lo tanto una reflexión sobre algo sagrado, no así sobre la naturaleza dramática de su contenido. Es un oratorio conformado de extensas partes corales, por lo que sus solistas aquí se convierten en una especie de comentaristas o relatores, más que personajes de una trama o historia. 

Las partes vocales lucieron de manera especial por la presencia de la soprano Amanda Forsythe que, en mi apreciación, es quizás una de las mejores sopranos estadounidenses que ha optado por hacer una carrera de bajo perfil, principalmente en la música antigua, y sus brillantes apariciones en escenarios operísticos, cuando las ha hecho, han sido notables. Amanda posee una grata brillantez vocal y una línea musical que es conmovedora y apasionante. Con mucha claridad en su canto y una impecable dicción hizo que sus arias fueran los momentos más altos del concierto. 

El contratenor Cody Bowers se mostró expresivo en su entonación y fraseo; y el tenor Ed Lyon cautivó con una voz seductora, ligera, pero muy precisa. Completó el cuarteto de solistas el bajo-barítono Kevin Deas, con una voz potente, algo desmedida y áspera por momentos, pero que al igual que los demás solistas ofreció una interpretación idiomática y atenta a cada palabra. 

El Houston Symphony Chorus mostró buen nivel y momentos intensos y emotivos en cada una de sus apariciones, sin dejar de mencionar el conocido ‘Hallelujah!’ que tanto júbilo causó entre el público. El coro se mantiene muy activo gracias que el titular de la orquesta, Juraj Valčuha, es especialmente afecto a la música vocal, coral y lírica.

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