Norma en Nápoles

Escena de Norma de Bellini en el Teatro San Carlo de Nápoles © Luciano Romano

Marzo 14, 2024. Otro de los importantes escenarios y de amplia tradición en la lírica en Italia es el Teatro di San Carlo de Nápoles, que vuelve a situarse en el lugar que le corresponde ofreciendo una amplia variedad de títulos con destacados elencos conformados por las estrellas de la actualidad. 

Sin embargo, al pasear por el vestíbulo del teatro frente a las estatuas de compositores como Domenico Cimarosa o Giovanni Paisiello, nos hacer recordar que existe una escuela de compositores formados en esta ciudad y una corriente de óperas napolitanas que hoy lamentablemente se encuentran olvidadas y relegadas en este escenario. Algunas de ellas tuvieron sus propios estrenos aquí mismo, y deberían tener un especio para ser conocidas por el público actual, como hace algunos años ocurrió con la Partenope de Leonardo Vinci (1690-1708), cuyo argumento trata sobre la fundación de Nápoles. 

En esta ocasión, el titulo programado fue Norma, la tragedia lírica en dos actos de Vincenzo Bellini con libreto de Felice Romani. La ópera que se estrenó el 26 de diciembre de 1831 en la Scala de Milán se escuchó por primera vez en este teatro dos años después, en 1833, y desde entonces no ha dejado de ser representada en incontables ocasiones, teniendo siempre a las mejores intérpretes del papel principal, y cuya última representación ocurrió en febrero del 2020, apenas unos días antes de la cancelación de todas sus actividades del teatro a causa de la pandemia de Covid 19.

En la época en la que está de moda el intercambio de producciones escénicas entre teatros, se pudo ver el montaje proveniente del Teatro Real de Madrid, ideado por el director de escena australiano Justin Way, con diseños escenográficos de Charles Edwards, vestuarios pertenecientes a distintas épocas de Sue Wilmington, y con la iluminación de Nicolás Fishtel, que más allá de pertenecer al teatro español no incorpora a ningún creador de ese país.

La obra comienza con una amplia cortina que contiene una pintura del imperio romano y, al abrirse, se entiende que la representación ocurre en un pequeño escenario; es decir, el concepto del teatro dentro del teatro, con palcos laterales en los que se ubica Pollione como un espectador más, que observa e interviene bajando al pequeño escenario cuando es necesario. La imagen sobre el escenario recrea estampas de un bosque que fueron muy bien realizadas y con grata estética visual. 

El concepto se reforzó más con la aparición de técnicos que movían los escenarios y uno de ellos que organizaba, daba indicaciones y discutía con ellos. La parte final, donde Pollione y Norma caminan hacia la hoguera, creó un efecto cargado de ostensible intensidad, dramatismo y zozobra. 

Vocalmente, el elenco superó las expectativas con la participación de la soprano Anna Pirozzi, oriunda de esta ciudad, en el papel principal, quien posee una voz amplia bien proyectada a la que supo darle el estilo, el color y la agilidad necesaria para hacerle justicia a su parte vocal. (Su ‘Casta diva’ queda como ejemplo de las cualidades de la artista). Sus piani fueron tan conmovedores como la brillantez con la que emitió sus agudos. Agradó la presencia del tenor ítalo-británico Freddie de Tommaso, quien parece ocupar actualmente un lugar destacada entre los tenores spinto, que hoy parecen escasear, con su voz briosa, clara y llena de impulso, que supo canalizar para cumplir adecuadamente con los requerimientos del papel de Pollione.

Por su parte, la mezzosoprano rusa Ekaterina Gubanova, vestida en elegantes atuendos blancos, signo de pureza, juventud y belleza, tuvo un buen desempeño como Adalgisa, y con su tonalidad oscura y homogénea transmitió seguridad y afinidad en sus duetos y tercetos. Menos afortunada fue el desempeño del bajo ucraniano Alexander Tsymbalyuk, a quien estuvo ajeno y poco participativo y autoritario en escena, con un vestuario poco atractivo y, aunque su voz es potente y profunda, pareció estar fue de sincronía a lo largo de la función.

Correctos estuvieron el tenor georgiano Giorgi Guliashvili y la soprano italiana Veronica Marini, en los personajes menores de Flavio y Clotilde, respectivamente. El coro que del teatro que dirige el maestro Fabio Cassi cumplió de manera destacada con sus intervenciones vocales, no tanto así con su parte actoral, donde participaron como parte de las escenas que se desarrollaban dentro de la obra de teatro que ocurría de manera paralela. 

La orquesta estuvo destacada en la parte que le correspondía, aportando musicalidad, seguridad, uniformidad y exaltación a la brillante partitura que sedujo al público. Al frente de la orquesta estuvo el joven director italiano Lorenzo Passerini, quien dirigió con control y exaltación. Su prestación fue buena, pero entre la nueva generación de directores de orquesta parece estar de moda llamar la atención con excesivos movimientos y ademanes con las manos. 

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