Orgia en Barcelona

Escena de Orgia, del compositor catalán Hèctor Parra, en Barcelona

Abril 11, 2024. El estreno de esta ópera del compositor catalán Hèctor Parra en coproducción con el festival de Peralada y el teatro Arriaga de Bilbao (donde se estrenó el año pasado), en dos representaciones con algunos de los mismos intérpretes y director, fue “interesante”. 

Es decir, es una música que se puede escuchar, reiterativa, para nada teatral (como ocurre con el mismo texto original. Se sabe que el teatro de Pier Paolo Pasolini es lo que menos ha resistido de él precisamente por ser una exposición de sus ideas y en este caso con poco o ningún esfuerzo por crear personajes). 

Estamos ante una reiteración de Teorema, pero reducido a una pieza de cámara en una habitación de burguesía media o alta una pareja se tortura en una relación sadomasoquista (más bien hablada y tan aburrida como la aburrida vida de los cónyuges). 

En una hora y media, sin intermedio, el único momento realmente dramático y musicalmente convincente es la “gran escena” de la mujer cuando —en vista de lo que están atravesando— decide suicidarse, no sin antes matar a sus hijos. En ese momento justamente el acompañamiento es casi delicado y no como en casi todo el resto: un clímax constante que no termina nunca porque vuelve a empezar el ritmo ascendente. Hay, cómo no, recitado, falsete y canto casi gritado con la consiguiente falta de inteligibilidad del texto. 

El que se ve más expuesto es el barítono. La esposa, cuando tiene que hablar, lo hace tan rápido y susurrado que las palabras se pierden. Al final de esas seis escenas breves, tras el suicidio de la esposa, aparece una prostituta a la que el hombre insulta y maltrata antes de suicidarse a su vez para —en la escena final— aparecer convertida en camarera de la pareja a la que sirve vino para brindar.

La puesta en escena de Calixto Bieito es adecuadamente claustrofóbica, y para su fama de enfant terrible, poco osada (que el hombre aparezca al principio y al final travestido y sintiéndose diferente no asusta a nadie, aunque él también termine por suicidarse). Los artistas prácticamente, aunque interactúan, están aislados, sobre todo la pareja casada. 

Los protagonistas no son italianos, pero lo pronuncian bien, y se trata por orden de extensión de las partes, del barítono alemán Christian Miedl y dos sopranos que ya intervinieron en el estreno absoluto: la mujer es la spinto lituana Ausriné Stundyté, ya muy conocida por sus interpretaciones, por ejemplo, de Salome de Strauss en la Scala. La prostituta, naturalmente una soprano ligera, es la vasca Jone Martínez, quien ejecutó muy bien sus coloraturas.

La orquesta del Liceu en una formación algo reducida sonó bien bajo la batuta, sin duda experta, del concertador francés Pierre Bleuse, que también dirigió las representaciones en Bilbao. Ahora falta Peralada y ver luego si la obra echa a andar, en España o fuera de ella. Personalmente, tengo mis dudas.

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