Pagliacci en Miami
Enero 28, 2024. Pagliacci, drama en un prólogo y dos actos con música y libreto de Ruggero Leoncavallo, es uno de los principales exponentes del verismo musical italiano y se suele programar junto con Cavalleria rusticana, melodrama en un acto con música de Pietro Mascagni.
No fue así en el caso de la Gran Ópera de Florida, que presentó una producción independiente y ampliada procedente de la ópera de Sarasota. En las notas al programa, el director de escena Jeffrey Marc Buchman explica y justifica la inclusión de nuevo material, como el primer movimiento del poema sinfónico La nuit de Mai del propio Leoncavallo, que aparece en la sección final del primer acto, así como hasta cuatro canciones napolitanas de diversos autores, incluida una de Leoncavallo, al comienzo del segundo acto, en un contexto donde la trama muestra teatro dentro del teatro.
Estos añadidos, lejos de entorpecer, fueron un acierto musical y escénico. Por un lado, y desde un punto de vista práctico, aportaron una mayor duración a la ópera; por otro, crearon el contexto donde tres magníficos bailarines –Natanael Leal, Glenn Moretti y Emily Ricca— llevaron a cabo las vistosas coreografías firmadas por Rosa Mercedes.
El bello decorado diseñado por David P. Gordon se mantuvo durante los dos actos y se vio realzado por la magnífica iluminación de Rick Fisher, que recreó los colores de un bello atardecer. Howard Tsvi Kaplan diseñó un vestuario con fidelidad al libreto y a la época histórica en la que se sitúa la acción, trasladándonos al entorno donde transcurrirían las vidas humildes de los campesinos calabreses.
El elenco de cantantes estuvo encabezado por Limmie Pulliam en el papel de Canio. Repasando la biografía de este magnífico tenor, me ha llamado la atención diversos aspectos vitales y artísticos de su trayectoria, como el haber abandonado la carrera de cantante debido a problemas de imagen asociados al sobrepeso, para retomarla 12 años después, o haber sido el primer cantante de color en cantar el papel de Radamés de Aida en el Metropolitan Opera de Nueva York. Si bien es cierto que su sobrepeso limita la agilidad de sus movimientos escénicos, su entrega al papel y el realismo y la honestidad de su interpretación lo compensa. Valga como ejemplo la naturalidad con la que se limpió el rostro cuando, ya concluida su famosa y muy aclamada ‘Vesti la giubba’ —cantada con sobrecogedor dramatismo, potente proyección vocal e inflexiones de la voz sumamente expresivas— Nedda se aproxima caminando lentamente hacia él, en un amago de reconciliación y perdón, para finalmente rechazarlo.
Este papel, Nedda, fue interpretado por la soprano afroamericana Kearstin Piper Brown. Su gran dinamismo sobre el escenario compensó la mayor estaticidad de Pulliam y su excelente técnica vocal le permitió cantar en diferentes posiciones, recostada o sentada, con buena impostación y potencia. Su aria ‘Stridono lassù’ fue muy aplaudida.
Estas representaciones de Pagliacci marcaron el debut en la Gran Ópera de Florida de los dos cantantes citados, Pulliam y Brown, y de un tercero, el barítono Robert Mellon, que cosechó gran éxito en su papel de Tonio, con una interpretación actoralmente impecable y muy sólida vocalmente. Su compañero de cuerda, el también barítono Eleomar Cuello, destacó por su bello timbre y fraseo natural en su papel de Silvio. Igualmente sólido sobre el escenario, aunque más justo vocalmente y con un timbre menos brillante, el tenor Joseph McBrayer interpretó el papel de Beppe y estuvo muy bien en su serenata ‘O Colombina’.
El coro de la casa, preparado por Jared Peroune y caracterizado mayoritariamente como campesinos, se movió bien sobre el escenario y cantó con empaste, aunque hubo algunas dudas en las entradas del coro de hombres y mujeres al inicio del segundo acto, rápidamente solventadas. Los niños de Florida’s Singing Sons, preparados por Daniel Bates, tuvieron una destacada actuación. En el foso, el maestro Gregory Buchalter guió a los miembros de la orquesta titular, en una agrupación reducida, con brillantez, respeto a los cantantes y voluntad de mostrar la belleza de la partitura.