Parsifal en Houston

Russell Thomas (Parsifal) y Elena Pankratova (Kundry) en Houston © Lynn Lane

Enero 27, 2024. Parsifal, la ópera épica en tres actos del compositor alemán Richard Wagner, contó con una excelente asistencia quizás atraída por el hecho de que, en la historia de la compañía, esta fue la segunda vez que se presentaba y que Houston no la había visto desde 1992, aunado a una mejora considerable en el clima.

El drama de Parsifal, en síntesis, cuenta la historia de un joven que crece en el bosque y viaja en el espacio y tiempo del Reino del Santo Grial al del hechicero malvado Klingsor, para convertirse en el siguiente Rey del Grial. Es una obra de grandes dimensiones (la función duró casi cinco horas), que requiere de una solvente compañía para producirla y, además, es una gran oportunidad para presenciar la última obra monumental del compositor alemán, epítome del romanticismo. 

Russell Thomas, tenor norteamericano que debutó en la Houston Grand Opera (HGO) como Radamès en Aida en 2020, realizó vocalmente una buena representación del joven quien, para alcanzar a ser el siguiente Rey del Grial y redimirse de su vida de tonto-inocente, debe descubrir y ejercer la compasión. Y así lo hizo en el acto segundo en el reino de Klingsor, justo después de que Kundry lo sorprende al llamarlo por su nombre, pues lo desconcocía. Su compasión por Amfortas y su herida que no sana lo sobrecoge, y lo demuestra en el fragmento que inicia con las palabras ‘Amfortas! Die Wunde! Die Wunde!’, dando buena cuenta del recitativo declamatorio, ese aporte wagneriano que sustituye a la melodía convencional en favor de una estructura basada en el texto, haciendo este momento memorable.

La soprano rusa Elena Pankratova presentó una Kundry de gran complejidad, con una entrega vocal y actoral que denotó su experiencia en este personaje, pues lo ha cantado en distintas casas de ópera del planeta, incluido el Festival de Bayreuth, convirtiéndose así en la primera soprano dramático rusa en cantarlo en ese templo operístico en 140 años. Logró convencer en el tour-de-force de su interpretación, ya fuera como dócil colaboradora de los Caballeros del Grial en el acto primero, o como la gran seductora de Parsifal en el segundo o bien, como la mujer arrepentida y dispuesta a enjugar con sus cabellos los pies del protagonista en el acto tercero. Su sonido fue de proyección clara y colores sensuales, intensos o brillantes, según el requerimiento del momento. 

El bajo-barítono norteamericano Ryan Mckinny, encarnó vocal y actoralmente al atribulado Amfortas, hijo del fundador de los Caballeros del Grial, Titurel. Amfortas ahora sufre momento a momento por la herida hecha por el malvado Klingsor con la lanza que perforó el costado de Jesús en la Cruz. Por sentirse indigno custodio del Grial, su canto lo resolvió con una voz de gran expresión y de sutil belleza, como lo demostró en el fragmento ‘Nein! Lass ihn unhenthüllt!’ del primer acto.

El bajo sudcoreano Kwang Youn fue ideal para representar con auténtica dignidad a Gurnemanz, un experimentado guardián del Grial, quien narra gran parte de los sucesos en el primero y tercer actos. Como Titurel, el padre de Amfortas y responsable de los Caballeros del Grial, el bajo-barítono norteamericano André Courville retrató vocalmente a un líder sabio y en la última etapa de su vida. El vengativo mago Klingsor fue realizado por el bajo italiano Andrea Silvestrelli, quien tiene una sólida trayectoria como cantante wagneriano y ha participado previamente en producciones de la HGO. De estatura imponente y ataviado llamativamente, su potente canto se escuchó con vocales ligeramente abiertas.

Erin Wagner, Renée Richardson, Emily Louise Robinson y Kaitlyn Stavinoha mostraron un excelente trabajo como las doncellas-flor durante el segundo acto. El coro, bajo la dirección de Richard Bado, ofreció una magnífica interpretación. La gran orquesta de la HGO bajo la dirección de la sudcoreana Eun Sun Kim realizó una ejecución de altos vuelos, con un extraordinario manejo de dinámicas contrastantes, en ocasiones delicadamente expresivas y en otros momentos, envolventemente dramáticas, siempre en completa sincronía con los cantantes y el coro.

La producción original de la Lyric Opera de Chicago mostró el diseño maximalista de los decorados y el vestuario originales del sudafricano Johan Engels con la colaboración del brítanico David Farley en la reposición, con parajes naturales y arquitectura interior de gran belleza. El diseño original de la iluminación de Duane Schuler con la colaboración de Michael James Clark en la reposición, enfatizó grandemente el carácter cristiano y el trasfondo filosófico de la obra, presente en el libreto escrito por el propio compositor. 

La dirección escénica del inglés John Caird logró el énfasis dramático pensado por Wagner, partiendo del sincretismo de todas las artes, con acciones y elementos tomados del cristianismo, el budismo y la cultura actual, pues hace guiños a contenidos cinematográficos bastante conocidos, sin olvidar el espíritu contemplativo de la obra. La estrella de la función fue sin duda alguna la música del gran Richard Wagner, que lleva la acción dramática a alturas expresivas de belleza sin precedentes, en una fusión perfecta de texto y música.

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