?? Magdalena Kožená en Milán
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Octubre 20, 2019. La noche del domingo 20 de octubre pasado tuvimos el privilegio de escuchar un concierto extraordinario en el escenario del Teatro alla Scala de Milán protagonizado por la mezzosoprano checa Magdalena Kožená, quien estuvo acompañada por Simon Rattle al piano, además de un juvenil ensamble de cuerdas, flauta y clarinete. El programa incluyó la inspiración musical de diversos compositores plasmada en canciones nada comunes en las salas de concierto, aunque sí muy atractivas e interesantes.
El concierto inició con la “Chanson perpétuelle”, op. 37 con música de Ernest Chausson y versos de Charles Cros. La voz de la mezzo logró expresar la desolación del texto ante el amor perdido y el indómito recuerdo del ser amado. Siguieron las Tres Canciones de William Shakespeare de Ígor Stravinski: Soneto VIII, “Canción de Ariel” (de La Tempestad) y “Primavera” fueron interpretadas con seguridad y variedad de colores. El Ciclo de canciones de Madagascar de Maurice Ravel, cuya poesía fue escrita por Evariste De Parny, también formó parte del exquisito programa. Así, pudimos pasar del romántico encuentro de una pareja en el primer tema, a la batalla entre nativos y el hombre blanco en la segunda canción, y a la dulzura del reposo envuelto por el viento de la noche y la luz lunar que se desliza en las montañas, todo esto descrito en la última canción del ciclo.
De Richard Strauss escuchamos las Tres Canciones de Ofelia, de su op. 67; de Amleto, Acto IV Escena V, en la traducción alemana de Karl Joseph Simrock: “Como reconozco el amor mío”, “Buenos Días, hoy es el día de San Valentín” y “Con el rostro descubierto le han llevado”. La cantante mostró un claro conocimiento del texto y siempre concentrada dotó a su canto de melancolía y esperanza.
Después del breve intermedio escuchamos Cinco Canciones de Ofelia, WoO 22, esta vez musicalizadas por Johannes Brahms y con la traducción de August Wilhelm Von Schlegel. Adicionalmente a los textos del ciclo de Strauss, aquí se incluyeron dos canciones más: “Su sudario como nieve blanca” y “¿Entonces no volverá jamás?”, así como Dos Canciones, op. 91: “Deseo satisfecho” (con texto de Friedrich Rückert) y “Canción espiritual de cuna” (con versos de Emanuel Gelbel). La mezzo supo diferenciar los estilos tan distintos entre Brahms y Strauss, siempre con dicción impecable y buen gusto.
Ocho breves canciones de Leoš Janáček conformaron una atractiva antología, mostrando la madurez musical del compositor checo, su inspiración y profundidad eslava. En la parte final escuchamos seis hermosas canciones compuestas por Antonín Dvořák y arregladas por Duncan Ward. Sobresalió especialmente “Canción que mi madre me enseñó” interpretada con sutil belleza, adecuado dramatismo y comprensión estilística. Como propina, Magdalena Kožená regaló una dulce e inolvidable asunción de “Morgen” (Mañana) de R. Strauss.
Muy destacado fue el acompañamiento al piano del maestro Rattle, así como la esencial destreza musical de los violinistas Giovanni Guzzo y Rahel Maria Rilling, el violista Amihai Grosz, el chelista David Adorján, el flautista Kaspar Zehnder y el clarinetista Andrew Marriner, hijo precisamente del querido sir Neville. Una velada exquisita en la que todo resultó óptimo.
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