Recital de Roberto Alagna en Buenos Aires
Junio 14, 2022. Una verdadera fiesta se vivió en el Teatro Colón de Buenos Aires con el recital del tenor franco-italiano Roberto Alagna. Con 15 intervenciones en el programa anunciado —entre fragmentos de ópera y canciones— y 11 bises, el gran tenor hizo delirar al público porteño en un recital en el cual mostró su valía y la justicia de pertenecer al más alto circuito internacional en el cuerda tenoril. Una noche inolvidable que entra en la historia “grande” de este recinto.
En la primera parte del programa de su recital acometió una selección de arias de ópera pensadas para diferentes registros. Así, pasó del tenor lírico-ligero al de barítono. Fueron tres escenas de ópera francesa casi desconocidas a nivel local y cuatro fragmentos de óperas italianas de dos obras diferentes.
El momento inicial francés incluyó ‘Vainement ma bien aimée´ de Le roi d´Ys de Édouard Lalo, ‘Suspendez à ces murs´ de Les Abencérages de Luigi Cherubini y las más conocida ‘Rachel quand du Seigneur’ de La Juive de Jacques Halévy. La admirable dicción francesa de Alagna, su fraseo y su natural belleza tímbrica resaltaron en cada uno de los tres fragmentos.
Uno de los momentos más intensos de la noche por estilo, compenetración, squillo y entrega fue ‘O figli, o figli miei… Ah! La paterna mano’ de Macbeth de Giuseppe Verdi, que abrió la parte dedicada a la ópera italiana.
Le siguieron tres fragmentos para distintos registros del célebre Pagliacci de Leoncavallo, un verdadero tour de force donde Alagna exhibió inteligencia y calidad vocal. Así, pasó del ‘Prólogo’ para barítono, vertido en forma sumamente correcta pero sin brillar; la serenata de Arlecchino ’O Colombina’ para un tenor más ligero, donde recordó sus inicios como artista y que demostró que luego casi 40 años de carrera aún puede con ese repertorio; para cerrar con ’Vesti la giubba’, en la que evidenció algo de fatiga vocal en este fragmento para tenor más dramático, pero en el que brindó una verdadera lección de estilo verista y credibilidad.
La pianista Irina Dichkovskaia acompañó adecuadamente los fragmentos operísticos pero evidenció mayor empatía en el repertorio pianístico solista. Así, sus versiones de composiciones de Frédéric Chopin resultaron de gran calidad. En la primera parte fue el Nocturno en Re bemol mayor Op. 2 Nº 2, mientras que en la segunda la pianista rusa radicada en Buenos Aires ofreció la Fantasía Impromptu en Do sostenido menor y el Vals en Re bemol mayor Op. 64 Nº 1.
La segunda parte pareció un homenaje del cantante a sus raíces italianas con canzonette, aunque algunas eran con textos en francés. La idea fue ofrecer un repertorio de calidad, menos transitado y de interpretación más relajada. Primero fueron Au clair de la lune de Leoncavallo y Les millions d’Arléquin de Riccardo Drigo, para seguir con La spagnola de Vincenzo Di Chiara. Luego del descanso que procuró una de las interpretaciones solistas en piano retornó para otras tres canciones: Dicitencello Vuje de Rodolfo Falvo; Na sera ‘e Maggio de Giuseppe Cioffi y Passione de Ernesto Tagliaferri.
Tras el Vals de Chopin los últimos dos momentos del programa oficial fueron Io te vurria vasà de Eduardo di Capua y Torna a Surriento de Ernesto De Curtis. En toda esta segunda parte afloraron en cada momento los pianissimi, las sutilezas, el perfecto estilo, el fraseo expresivo y el profundo sentimiento.
Pero el delirio del público logró lo impensado: 11 interpretaciones fuera de programa: ocho acompañadas con piano y tres a capella. Naturalmente, esto se debió al aluvión de aplausos y a la generosidad del artista. En esto, que sería la tercera parte, y que superó toda expectativa, el público quedó fascinado y a nadie le importó alguna nota sucia o algún agudo cortado. ¿Qué importancia tiene esto frente a la entrega y grandeza de este artista internacional? ¡Ninguna!
Así pasaron: Ay Ay Ay de Osmar Pérez Freire, Malagueña, con dos momentos de agudos interminables “a la mexicana”, ovacionados en medio de la interpretación, Piensa en mí de Agustín Lara; Musica prohibita de Stanislao Gastaldon, A vuchella y Canción Francesa de Pier Francesco Tosti, U sciccareddu, canción siciliana de autor anónimo cantada a cappella y con un alarde de histrionismo cantado y actuado; Funiculi funiculà de Luigi Denza, donde hizo cantar, además, al público, el icónico tango El día que me quieras de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, también cantado a cappella y dedicado a su abuela argentina, el tradicional O sole Mio de Eduardo di Capua y Giovanni Capurro en versión bilingüe —en italiano y en inglés—, para finalizar con una Canción de cuna en corso, a cappella, que indicó le cantaba a su hija.