Suor Angelica en Culhuacán

Escena de la producción de Brenda Santiago en el exconvento agustino de Culhuacán

Junio 29, 2024. Como bien lo sabe la comunidad operística de manera general, 2024 es el centenario luctuoso del compositor italiano Giacomo Puccini (Lucca, 1958 – Bruselas, 1924). Y esa efeméride ha sido motivo no solo para rendirle diversos homenajes, sino también oportunidad para presentar alguna de sus obras, acercarla al público y también a los intérpretes.

En esa vertiente, Suor Angelica —segunda de las tres óperas, de un acto cada una, de Il trittico de Giacomo Puccini— se ha presentado los sábados 22 y 29 de junio y continuará su ciclo de funciones los domingos 7, 21 y 28 de julio en un marco escénico muy particular: el exconvento agustino de Culhuacán, fundado en 1607 en la Ciudad de México.

La magnífica coordinación artística de este proyecto independiente corrió a cargo de la soprano Brenda Santiago quien, además de poner en punto de acción todos los mecanismos e ingredientes para estas representaciones, también se encargó del rol protagónico en la primera y lo hará también en las dos últimas funciones.

El argumento religioso, así como el motor dramático y espiritual de esta ópera estrenada en Nueva York en 1918, y que cuenta con libreto de Giovacchino Forzano, encontró una ambientación espléndida para las acciones, porque además de tratarse de un ex convento (en la actualidad, Centro Comunitario), Culhuacán fue, en tiempos prehispánicos, centro de adoración a las deidades del agua y la fertilidad en las faldas del Cerro de la Estrella, en Iztapalapa. 

El contraste entre el ajetreo exterior de la urbe y el recogimiento de la vida monacal quedó subrayado en la puesta en escena y el vestuario de Horacio Almada. Su propuesta aprovechó los flancos del Patio Central en el Claustro Bajo para sembrar la historia sórdida de Suor Angelica entre las jardineras de flores, plantas, hierbas y arbustos, con las dudas sobre el desprecio de la familia de la protagonista, así como el anhelante recuerdo de su hijo que luego, con la implacable e interesada visita de la Zia Principessa, sabrá que ha muerto. La noticia funesta incrementa la obsesión de la enclaustrada por reunirse con él, a través del envenenamiento del que en última instancia se arrepiente. Pero justo ahí ocurre el milagro. O el alucín.

Andrea Cortés (Suor Angelica) y Érika Coyote (Zia Principessa)

La dirección musical correspondió al maestro Alfredo Domínguez: conciliador, con buenos tiempos y familiarizado, por su puesto, con la obra. Al piano —teclado— alternan funciones Daniel Navarro y Mitchel Casas. La factura de la música nace desde uno de los arcos, pero se extiende hacia el jardín a través de la sonorización mediante un par de altavoces.

Además de Brenda Santiago, como Suor Angelica también pudo escucharse a la soprano Andrea Cortés-Moreno y es que en general el elenco vocal cambió de roles solistas y pasaban al coro, en el transcurso de las diferentes funciones. Entre las voces escuchadas, de igual manera, participaron en el proyecto Anais Balderas, Erika Coyote, Jessica Dávila, Isela Duarte, Vanessa Flores, Ana Lilia García, Carmen García, Salime Gómez, Aura González, Adelaida Gual, Victoria Ibáñez, Daniela Leng, Érika López, Lucero Novoa, Sharon Sandoval e Itzel Valenzuela.

Como es de suponer, la gradación de desarrollo vocal y técnico en el elenco distó de ser homogéneo. Diversas fortalezas y puntos a pulir podrían señalarse si se es específico, pero lo cierto es que, de manera integral, con esta Suor Angelica se mostró capacidad organizativa y de trabajo, aspiración de consolidaciones escénicas, técnicas y vocales, así como el entusiasmo necesario para materializar una propuesta que reafirma a sus integrantes en sus potenciales operísticos compartidos con el público, que es cuando todo el esfuerzo cobra sentido. Esa es la fe que avivan con estas funciones que aún pueden disfrutarse.

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