?? Concierto virtual de Ludovic Tézier en Milán
Marzo 7, 2021. Seguramente lo más difícil para un concierto de música clásica sin público o con cuatro personas —casi fantasmas dispersos en una enorme sala como la del Teatro alla Scala— es un programa de canto de cámara con algunas arias… Esas reverencias obligadas, artificiales en una sala por fuerza silenciosa, además de carecer de todo sentido y estropear aun más el clima íntimo tan difícil de conseguir (incluso para unas arias que requieren extroversión, volumen y extensión, pero que tienen como elemento central el remordimiento, la pasión no correspondida, o la peligrosa seducción del mal) causan en quien ve el streaming directo un sentimiento de profunda tristeza por la falta de comunicación de la que nadie es culpable, pero que no debería seguir por mucho tiempo más, o solo como recuerdo y repetición bienvenidos de un evento realmente en vivo y en directo.
En todo caso, he asistido a conciertos de este tipo del barítono francés Ludovic Tézier, incluso con algunas páginas iguales o similares, y es el que menos me ha interesado porque sobre el gran artista es claro que incide la circunstancia aludida. Si hubiera estado acompañado por Helmut Deutsch, como se anunció en un principio, tal vez se habría animado más. Su acompañante, Thuy-Anh Wong, discreta y correcta, pero monótona y poco expresiva, no lo ayudó en nada.
Así se pudo admirar su extraordinario instrumento, bello y cálido, adecuadamente oscuro, sin ningún tipo de limitación en extensión u homogeneidad. Seguramente por afinidad no solo idiomática, lo mejor fueron las mélodies de Gabriel Fauré (los cuatro números de L’horizon chimérique y Les berceaux) y las cuatro canciones de Don Quijote de Jacques Ibert, pero la célebre ‘L’invitation au voyage’ de Henri Duparc la he escuchado por él mismo no mejor cantada pero sí mejor expresada o interpretada.
No había escuchado ninguno de los Lieder de Franz Schubert (‘An die Musik’, ‘Meerestille’ y ‘Ständchen’) pero sí ‘Hör’ ich ein Liedchen klingen’ del ciclo Dichterliebe de Robert Schumann, y personalmente me quedo con la que parecía menos indicada y menos conocida en relación con las otras (‘Meerestille’), en tanto que ‘Ständchen’ fue estropeada por la pianista y ‘An die Musik’ (que comenzó el recital) me pareció una apuesta innecesariamente arriesgada.
En las arias de ópera su identificación fue mayor, pero no seguramente como en un concierto normal, y no digamos ya en una representación completa. En efecto, tanto su príncipe Yeletski, en su gran aria de La dama de picas de Chaikovski, como su Rigoletto (‘Cortigiani, vil razza dannata’) o su Wolfram (la «Plegaria a la estrella vespertina» de Tannhäuser como su último bis) los he visto y escuchado enteros en Barcelona, Toulouse y París, respectivamente.
Vocalmente fue igual de soberbio, pero no así en la interpretación. Que yo sepa, nunca ha cantado los personajes diabólicos de Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach, y no creo que vaya a hacerlo nunca, si nadie le permite cantar el maravilloso ‘Scintille diamant’ de Dappertutto por cuestiones filológicas. Lo hizo con insultante facilidad, pero no se vio por ningún lado el lado peligrosamente seductor de este personaje malvado. Mejor, por la partitura misma, más ensimismado, estuvo en ‘Nemico della patria’ de Andrea Chénier de Umberto Giordano .
El primero de los bises fue el célebre ‘Zueignung’ de Richard Strauss, siempre muy adecuado para agradecer al público… que no estaba y no pudo demostrar ni su satisfacción anterior ni su agradecimiento posterior al esfuerzo del artista.