Tosca en Toronto
Mayo 13, 2023. En la recta final de su presente temporada, la Canadian Opera Company subió a escena una muy meritoria reposición de la popular ópera Tosca de Giacomo Puccini con un elenco vocal extremadamente homogéneo y echando mano a la producción de éxito probado del talentoso Paul Curran, en activo desde hace largo tiempo en la compañía.
En lo que respecta a las voces, la soprano americana Keri Alkema fue una excelente elección para el personaje protagónico. Soprano lírico-spinto de voz potente, suntuosa, de perfecta línea de canto y enorme facilidad en los agudos, Alkema construyó una Floria Tosca apasionada, sensible y de fuerte temperamento que acaparó toda la atención a su paso y cuyo ‘Vissi d’arte’, cantado con infinita emoción, bellísimas medias voces y sutilmente coloreado, quedará en los anales como uno de los mejores que se hayan escuchado en esta sala. ¡Chapeau!
No le fue en zaga, el tenor italiano Stefano La Colla, cantante de grandes méritos, quien en su debut en la casa y en una parte que le calzó a la perfección, impuso un Mario Cavaradossi de voz cálida, pareja, precisa en los ataques y segura en la resolución de los agudos, sólidos y potentes. Otro gran descubrimiento resultó el también debutante barítono escocés Roland Wood, quien delineó un Barón Scarpia tan refinado y noble como sádico y brutal con una voz de timbre seductor, depurada línea de canto y efectiva sonoridad, y cuya caracterización completó con una enorme gama de recursos expresivos y una dicción de manual.
Como sus secuaces esbirros, Michael Colvin (Spoletta) y Giles Tomkins (Sciarrone) resultaron muy solventes en su cometido. Christian Pursell dejó entrever su importante capital vocal en la breve parte del fugitivo Cesare Angelotti y el veterano Donato Di Stefano delineó con efectividad y mucho oficio al malhumorado y cascarrabias Sacristán.
El coro de la casa dirigido por la siempre eficiente Sandra Horst mostró la buena salud de la que goza en un ‘Te Deum’ perfectamente cantado y muy aplaudido. Desde el foso, el director italiano Giuliano Carella condujo a los músicos de la casa con pulso firme, preciso y una tensión dramática que nunca decayó.
La tradicional producción escénica de Paul Curran estrenada en el 2008 volvió a la casa por cuarta vez con la misma frescura y magnetismo de antaño, y eso gracias a una inmejorable dirección escénica que denotó tanto el afilado sentido teatral como el minucioso conocimiento que posee el director de escena escocés del capolavoro pucciniano. No obstante, un poco menos de violencia se hubiese agradecido. La ópera es ya de por sí lo suficientemente sangrienta como para no necesitar el agregado de una golpiza y posterior degollamiento del Sacristán, ni que un lago de sangre descienda desde el cuerpo de Scarpia en dirección al foso de la orquesta.
La escenografía que firmó Kevin Knight, de enorme calidad estética, fue de gran acierto sobre todo en los dos primeros actos. En el tercer acto no queda muy claro que la acción tiene lugar en el Castel Sant’Angelo, ni que se trata de una cárcel. Donde la labor Knight resultó irreprochable y todo un deleite fue en el diseño de vestuario, cuidado al detalle y de exquisito gusto. Cabe destacar el tratamiento lumínico de David Martin Jacques, quien con gran oficio prestó buenos servicios y ofreció la atmósfera justa requerida para el desarrollo de la acción.