Turandot en Houston
Mayo 3, 2022. Robert Wilson debe ser el texano más universal. Sí, el célebre director de teatro experimental nació en la ciudad de Waco, Texas, a 300 kilómetros de Houston, pero la distancia que hay entre él y los teatros estadounidenses, en particular los teatros texanos, es mucho más lejana, ya que su trabajo se ve con mayor frecuencia en Europa que en Estados Unidos.
Hace tiempo, la Ópera de Los Ángeles presentó durante tres temporadas su Madama Butterfly, que, en su primera escenificación en el 2004, sorprendió y cautivó; y en el 2005 volvió con Parsifal. Después de eso, que yo sepa, ha estado ausente de de los teatros de su país, pero es indudable que su fama personal y la de sus vanguardistas ideas teatrales son muy conocidos a nivel internacional, en el mundo del teatro y la ópera, sin olvidar que Wilson es también pintor, escultor, videoasta, diseñador de muebles… y ha exhibido en museos de arte contemporáneo.
Aunque no viaje con regularidad a Texas, o a su natal Waco, en esta ocasión estuvo presente en la Houston Grand Opera, durante los ensayos del estreno estadounidense de su producción de Turandot de Giacomo Puccini, donde recibió reconocimientos del teatro. En este escenario se llevó a cabo, en 1992, el estreno estadounidense de su Parsifal, y en su última aparición local, en 1996, se encargó del diseño y de la dirección escénica de la ópera Four Saints in three acts de Virgil Thomas.
Wilson ha mencionado que tiene a Texas siempre presente cuando imagina la amplitud y el espacio que requiere su trabajo. Quizás se trate sólo de un guiño a sus coterráneos, que como se sabe están muy orgullosos de su estado, su gente, su cultura, su gastronomía o de sus equipos deportivos; y a Wilson, obviamente, se le reconoce como un texano internacional.
Esta Turandot se basa en un sobrio concepto de Wilson: el escenario amplio, la iluminación y el uso de luz neón que juegan un papel siempre importante, los movimientos lentos de los personajes. El carácter oriental de la obra se lo dan los vestuarios de los personajes.
Presenciar una puesta de Robert Wilson, es una experiencia que indudablemente se debe vivir, pero más allá de ahondar en lo que se vio en el escenario surgen algunas consideraciones, que pueden ser debatibles: ¿Se habla de la Turandot de Wilson o la de Puccini? ¿Es válido que un director de escena tenga más protagonismo que el compositor o que los artistas que hacen el espectáculo? ¿Es válido que una puesta en escena interprete la trama de una manera que parezca distinta a la del libreto? ¿Puede llegar a ser la parte teatral de una ópera más importante que la parte musical?
Lo cierto, es que la ópera es una expresión en movimiento y la que en ocasiones requiere de gente como Wilson, para sacudir sus entrañas y mantener vivo el espectáculo. El elenco fue encabezado por la soprano Tamara Wilson, quien mostró una voz pujante, briosa y estridente, acorde a lo que requiere el papel. Como Liù, la soprano Nicole Heaston (al igual que Tamara, otra estrella egresada del estudio del teatro) cautivó con su canto, erigiéndose como la cantante sobresaliente del espectáculo.
El tenor Kristian Benedikt (Calaf) y el bajo Peixin Chen (Timur) cumplieron satisfactoriamente, así como el resto de los cantantes. El coro y la orquesta dirigida por Eun Sun Kim, directora huésped principal de estos músicos y titular de la orquesta de la Ópera de San Francisco, dirigió con gallardía, logrando conjunción entre todas las partes musicales para ofrecer un buen resultado.