“Unidos por Verdi” en Milán

Al final del concierto «Uniti x Verdi» en Milán © Lilia Kicja

Noviembre 21, 2022. En 1848, el joven Giuseppe Verdi, de tan solo 35 años, compró un terreno que llegaba hasta la orilla del río Po en el municipio de Villanova sull’Arda en la provincia de Piacenza, hoy mundialmente conocida como Villa Sant’Agata o simplemente Villa Verdi, donde el compositor vivió durante 50 años.

En 1851 Verdi se mudó a Sant’Agata junto con la que sería su segunda esposa años después, la soprano Giuseppina Strepponi. Ahí hizo construir dos alas a la rústica construcción original, completando el conjunto con una imponente terraza, invernaderos, una capilla y una innovadora cochera en la parte trasera. Verdi y Strepponi dedicaron mucho tiempo a ampliar el jardín que rodea la casa plantando árboles exóticos. Verdi se describía a si mismo como un hombre de campo, por lo que Sant’Agata se convirtió en un lugar adorado porque se podía ocupar personalmente de la gestión agrícola, al punto que, como dato curioso en el censo local, se declaró “agricultor”.

Tras la muerte del compositor en 1901, la villa se convirtió en museo, abriendo al público el dormitorio de Verdi y el de la Strepponi, así como el vestidor y el estudio con el piano del maestro. Uno de los días más tristes para la cultura verdiana y musical fue el pasado 30 de octubre, cuando las puertas de Sant’Agata se cerraron de manera indefinida mientras se anunciaba que la propiedad sería subastada como parte final del largo litigio que inició hace veinte años entre los últimos herederos del cisne de Busseto.

La administración de la casa-museo era gestionada por Alberto Carrara Verdi, descendiente directo del maestro quien además vivió ahí hasta su muerte en 2001. El Tribunal de Casación sentenció que la herencia de Carrara Verdi deberá dividirse a partes iguales entre sus tres hijos aún vivos. Como ninguno de los tres puede adquirir las acciones del otro, se decidió poner en venta la casa-museo, ya que los gastos de mantenimiento ya no pueden ser cubiertos por la familia. Inicialmente se le dio preferencia al Estado Italiano para que comprara la propiedad; por su parte, las autoridades locales enviaron cartas al Ministro de la Cultura para evitar la venta del espacio a un “desconocido”, mientras el museo recibía una marea de visitas en sus últimos días aún abierto. Al día de hoy el futuro de Villa Verdi es incierto.

Riccardo Frizza, uno de los directores al frente de un ensamble de ocho orquestas © Lilia Kicja

Cuando la noticia del cierre, subasta y posible pérdida de la Villa Verdi llegó a los oídos del tenor genovés Francesco Meli, quien ha dedicado gran parte de su carrera al repertorio verdiano, se puso en contacto con el director orquestal Riccardo Frizza y en conjunto lanzaron la iniciativa: “Uniti x Verdi” (Unidos por Verdi), una gala de piezas verdianas interpretadas por un grupo de músicos de talla mundial —todos italianos— quienes se reunieron la noche del 21 noviembre en el recientemente remodelado Teatro Lirico di Milano, antiguamente conocido como el Teatro della Canobbiana, con la intención de unir fuerzas y sensibilizar a la opinión pública, pero sobre todo al gobierno de no permitir la desaparición de la histórica morada. Para acompañar la gala, se formó una orquesta de músicos provenientes de las orquestas de varios teatros, como La Scala, la Fenice, el Regio di Torino, el Maggio Musicale Fiorentino, el Comunale di Bologna, el Carlo Felice, el Donizetti Festival y la Sinfónica de Milán, todos pro bono.

A la batuta, para dirigir la decena de arias verdianas, además del maestro Frizza, se sumaron Michele Gamba (Milán, 1983) y Sesto Quattrini (Roma, 1984). La noche abrió con un emotivo discurso por parte de Borletti Buitoni, presidenta de la Società del Quartetto di Milano, asociación que financió y produjo el espectáculo. Participó igualmente el director escénico Davide Livermoore, quien salía al escenario a leer algunas cartas escritas por Verdi destinadas a sus editores, libretistas o cantantes, todas firmadas desde Sant’Agata, donde describía la casa, el clima o sus sentimientos; una dinámica conmovedora para la noche.

Para abrir el programa, la obertura de ‘Nabucco’, seguido de ‘Ah! Si, ben mio, coll’essere’ de Il trovatore con los anfitriones de la velada: el tenor Meli y Frizza a la batuta. Posteriormente, Michele Gamba dirigió al barítono Roberto De Candia en ‘Toh! Toh! Poffare il mondo!’ y a la soprano Chiara Isotton en ‘Pace, pace mio Dio!’, ambas pertenecientes a La forza del destino. De Candia, de voz robusta y pastosa, evidenció algunos problemas en el registro agudo que cubrió con la interpretación, mientras una introspectiva y correcta Isotton fue aplaudida por su interpretación del aria. El talentoso Gamba dirigió con intención y la elegancia que lo caracteriza.

Llegó después el turno de Sesto Quatrini de enfrentar a la improvisada pero precisa orquesta con un par de arias de Don Carlo. La melancólica aria ‘Ella giammai m’amo’ del bajo Riccardo Zanellato arrancó algunos suspiros con su interpretación. Mientras que el ‘Pietà! Perdon!’ de la mezzosoprano Caterina Piva emocionó sobre todo en la parte final:O don fatale’. La dirección de Quatrini fue decadente, inexacta y por momentos inaudible; pero vista la empresa, los pocos ensayos y la gratitud del trabajo, podemos cerrar un ojo.

En el programa original estaba programado el tenor Piero Pretti, pero debido a una enfermedad el ‘O inferno! Amelia qui! Sento avvampar dell’anima’ de ‘Simon Boccanegra’ lo interpretò Meli. Con squillo e intensidad dramática, Meli conquistò al público al igual que la mezzosoprano Annalisa Stroppa con la emotiva ‘Liber scriptus’ del Requiem.

Mención aparte requiere la intervención del legendario barítono Leo Nucci quien, a sus 80 años, sigue emocionando al público como cuando tenía 30. Distinto a como se pensaba (que interpretaría ‘Cortigiani’) regaló una regia versión de ‘Di Provenza il mar, il suol’ de La traviata que últimamente ha estdo cantanto. Literalmente, una standing ovation de varios minutos al término de la función puede reseñar mejor que nada el nivel de la interpretación.

Finalmente para cerrar la intensa noche, tras unas sinceras palabras de Frizza y Meli, llegó el único dueto del programa: ‘Già nella notte densa’ de Otello en las voces de Chiara Isotton y Francesco Meli con la dirección de Riccardo Frizza. La batuta del concertador bresciano es superior, siempre comunicativa con la orquesta, que responde a sus requerimientos siempre atento a las dinámicas y volúmenes.

Esperemos que este “grito de ayuda” musical resuene en las mentes —y oficinas— de las personas que debería para generar conciencia y evitar que una inmensa pérdida para la cultura musical italiana —e incluso mundial—, como la desaparición de la Villa Verdi, acontezca en nuestra era.

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